A.-
¡Doña M.? ¿Cómo está usted?
M.-
Mira hijo, aquí, que he venido para verte.
A.-
Muy amable de su parte.¿Hasta dónde ha ido?
M.-
¿Conoces las Cabrillas?
A.-
Sí, he oido hablar de ellas, aunque yo en astronomía estoy como pez
fuera del agua.
M.-
No me extraña, aquí al final no se enseña lo que se debiera.
A.-
¿Y cómo le va por esos mundos?
M.-
Uy, qué bien, muy bien. Estaba ya un poco muerma con eso de no poder
hablar.
A.-
Muchas mujeres, si no hablan se sienten mal.
M.-
Y que lo digas. Y yo que era maestra. Aunque me cansaba, cuando cogía
carrerilla, como decían mis parientes, no me paraba hasta llegar a
la Luna.
A.-
Vamos, una pilluela parlanchina. ¿Cómo se está por ahí arriba?
M.-
Muy bien, se puede hablar,se puede vivir sin comer...
A.-
¿Ehhhhh? ¡Qué aburrido, no?
M.-
No, no, hijo, no. ¿Tu sabes los conflictos que trae el papeo?
A.-
Sí, desgraciadamente. Decía mi abuela que todas las guerras las
traia la comida. Y creo que tenía buena parte de razón.
M.-
Así es. Allí no existen esas cuestiones. Podemos ver a quien
queramos y dejar de ver a quien no nos apetezca. Seguimos un tiempo
con el mismo cuerpo, buena figura, cada cual en la época que le tocó
vivir. Es de lo más divertido. ¿Y cómo se llamaba tu abuela?
A.-
A.R.T
M.-
Anda, mi madre, pero si vive al lado de mi casa. Ya decía yo...Ahora
entiendo. Entonces tú eres el nieto de la Señá Antonia. ¿Sabes?
A.-
No, dígame usted.
M.-
Que la Señá A. En otro tiempo fue pariente mía, y tú fuiste mi
hijo.
A.-
¡No!
M.-
Sí, así sentía yo que algo me faltaba, que faltaba alguien por
venir. Ahora está to completo.
A.-
¿Y entonces, la niña?
M.-
Acerca el oido. La niña, como tú la llamas fue en un tiempo tu
hermana gemela. En otra época era hombre y tú mujer, y era tu
esposo. Y en la última , al revés.
A.-
¡Recontra! ¡Ya decía yo que la sentía tan cerca! ¿Y, entonces, a
partir de ahora?
M.-
No hijo, no lo sé, y aunque lo supiera, no lo podría decir, de lo
alto nos dicen que no debemos descubrirlo.
A.-
¿Y qué le parece esta tristeza de la niña?
M.-
Es normal, hijo, es normal. Tantos años juntas que el vacío es
grande. Pasará un tiempo y todo volverá a su sitio. Todavía le
falta un poco para comprender con los ojos del alma. Cuando lo
comprenda me sentirá a su alrededor y verá que no la dejo de la
mano, pero falta aún un poco...Con una sonrisa en el corazón
bastaría.
A.-
Usted no se preocupe, que yo se lo digo.
M.-
Gracias, hijo, gracias. Quiérela mucho, que ahora lo necesita, y
mucho. Ay, ya se me acaba el tiempo. Ciau, ciau.
A.-
Ciau, Doña Merche. Abríguese que el viaje es largo, y recuerdos a
los parientes.
M.-
De tu parte, de tu parte.
Así
se desarrolló el diálogo entre el visitante y el espíritu de Doña
Merche ante el panteón familiar en el cementerio de la sierra
almeriense.
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