lunes, 22 de junio de 2015

POEMA DE KENJI MIYAZAWA

POEMA DE KENJI MIYAZAWA

DESPEDIDA-POEMA
        Este poema se lo dedica  Kenji a su hermana Toshiko poco antes de la muerte de ésta. Muerte que dejó a Kenji desmadejado y pudo ser el desencadenante de la obra El tren nocturno de la Vía Láctea.


DESPEDIDA
(EIKETSU NO ASA)

Hoy mi querida hermana
está a punto de partir para un largo viaje.
Fuera, la nieve
ilumina extrañamente el día.

AMEYU YUTOTE CHITE KENYA
(Kenji, tráeme un poco de dulce de nieve)

De aquellas miserables y horribles nubes
se derrumba a borbotones esta pesada nieve.

AMEYU YUTOTE CHITE KENYA

Con estas dos escudillas de azules hojas
volé como bala aturdida
a coger los nevados que quieres comerte.

AMEYU YUTOTE CHITE KENYA

Se desploma, pesada nieve,
desde aquellas oscuras nubes plomizo pálido,
fundiéndose en la tierra.

Ah, Toshiko,
hasta en las postrimerías
quieres iluminar esta vida mía
pidiéndome una escudilla de nieve pura.

Gracias mi admirable hermanita,
estate tranquila,
yo también seguiré mi camino.

AMEYU YUTOTE CHITE KENYA
Entre los espasmos de un terrible jadeo,
entre el fuego terrible de la fiebre
consumiéndote
me lo has pedido.

Esta nieve, producto de otros mundos,
Vía Láctea, Sol, Estratosfera,
será tu último alimento....

...Sobre dos piedras de granito
se acumula la nieve.
Peligrosamente apoyado en ellas
recojo el último alimento
para mi dulce hermana
de las brillantes ramas de este pino
frescamente goteante

Hoy también será tu último adiós
para esta escudilla
tan familiar en nuestro cotidiano existir.

(ORA, ORA  DE SHITORI EGUMO
A partir de ahora haré solo mi camino)

Ha llegado el día del adiós.
Ah, metida en aquel mosquitero,
        tras el biombo,
en aquella cerrada y oscura habitación,
se encuentra mi admirable hermana
consumiéndose pálida y dúlcemente.

¿Dónde coger la nieve
tan pura en todas partes?

¡De aquel cielo tan plomizo
cae tanta belleza!
(Cuando vuelva a nacer
no será sólo mi dolor,
para sufrir a los demás naceré)

Sea mi oración por estas escudillas de nieve
que te vas a tomar.

En lo más profundo de mi ser,
mi más ferviente deseo,
hermana mía,
será que dentro de poco
estas escudillas, ya manjar celeste,
se conviertan en alimento divino
para tí y todos los seres
de la Corte Celestial.


jueves, 11 de junio de 2015

ELOGIO DE LA SOMBRA

ELOGIO DE LA SOMBRA


IN EI REI SAN
 

JUNICHIRO  TANIZAKI


        Junichiro Tanizaki, otro de los grandes de la literatura japonesa del siglo xx. Aquí, literalmente analiza la casa tradicional japonesa a la que elogia por ser un lugar oscuro, oscuridad que es el origen del sentido de belleza japonés. Quede la segunda parte para otra ocasión.


I

ELOGIO DE LA SOMBRA


Un aficionado a la arquitectura que, en nuestros días, quiere hacerse construir una residencia de puro estilo japonés, está dispuesto a recibir muchos disgustos con la instalación del agua, del gas, electrica... y más aún, si no ha experimentado por si mismo la construcción. Sólo basta entrar en la sala de una casa de citas, de un restaurante o de un albergue para darse cuenta de los esfuerzos que hay que desplegar para integrar armoniosamoete estos dispositivos en una habltación de estilo japonés.. .
A menos que se sea uno de esos aficionados al té que, en su suficiencia, tratan con menosprecio las ventajas de la civilización científica y establecen su "choza" en lo más retirado del campo,o que se esté a la cabeza de una familia ce cierta importancia y se viva en la ciudad, no veo por qué se ha de volver la espalda, bajo pretexto de querer una casa lo más al estilo japonés,a los calentadores, a las luminarias, a las instalaciones sanitarias, todo ello cosas inseparables de la vida moderna.
Por supuesto,un hombre, por muy poco meticuloso que sea, se torturará los meninges por la cosa más insignificante,el teléfono, por ejemplo, que relegará bajoo la escalera o a algún rincón del pasillo, allí donde sea menos suceptible de atraer la mirada. Hará enterrar los hilos eléctricos en el terrado del jardín, disimular los conmutadores en las alacenas,bajo los estantes, correr las líneas interiores a la sombra de las mamparas, de tal suerte que, a veces, al término de tanta ingeniosidad le haga sentir una cierta dentera ante tanto exceso de artificio.
Una lámpara eléctrica será a partir de ahora algo familiar a nuestros ojos, entoncés, ¿por qué estas medidas a medias, en lugar de dejar tan buenamente la bombilla al desnudo, provista do una simple pantalla de cristal delgado y lechoso, que daría la impresión de naturalidad y simplicidad?
Una tarde,mirando el paisaje por la ventana de un tren , percibí, a la sombra de los SHOJI de una casa de campesinos, una bombilla que brillaba solitaria bajo una de estas delgadas pantallas desusadas, y la encontré de un gusto exquisito.
Un ventilador. por el contrario, es otro problema,pues ni su ruido ni su forma concuerdan cómodamente con el estilo de una estancia japonesa. En una casa normal, si no le gusta a uno, se puede pasar sin él, pero.en un establecimiento dedicado a acoger clientes en verano, no es cuestión de adaptarse a los gustos exclusivos del propietario.
Mi amigo, el dueño del KAIRAKUEN, un fino experto en materia de arquitectura,le tiene pánico a los ventiladores y ha pensado durante mucho en no ponerlos enlas habitaciones, pero todos los años. al llegar el verano. tenía quo soportar las protestas de los clientes, de tal suerte que ha terminado por ceder.Yo mismo, que les hablo, el año pasado, me cargué una fortuna, poco compatible con mi situación, en la construcción de una casa, lo que me ha valido una experiencia del mismo género de la que hablaba más arriba. Al tener que ocuparme de todos los detalles, desde los tabiques móviles hasta el último accesorio, he tropezado con una  gran cantidad de contrariedades. Los SHOJI, por ejempio: bajo pretexto de buen gusto,no he querido forrarlos con cristales y he decidido utilizar exclusivamente papel. De ahí surgieron molestias en materia de iluminación, y además cerraban mal.
 Desesperado, pensé forrarlos de papel por dentro y de cristal por fuera. Para ello fueron precisos marcos dobles, cara y envés, aumentando los gastos en proporción. Cuando estaban colocados descubrí que vistos desde fuera eran vulgares puertas vidriadas.Y que, vistos desde dentro, a causa del cristal que doblaba el papel, no tenían la hinchazón y el dulzor de los auténticos. O sea, el efecto era descorazonador. En ese momento te preguntas si no hubiera sido mejor poner unas simples v honestas puertas de cristal y te muerdes los dedos. Si se tratara de otro posiblemente uno me burlaría, pero tratándose de uno mismo no se tiene a bien admitir que se está equivocado mientras no se haya ensayado hasta la última posibilidad.
Se encuentran últimamente en el comercio lámparas eléctricas en forma de faroles portátiles, o suspendidas, o cilíndricas, incluso en forma de candeleros, más en armonía con las estancias de la casa japonesa. Sin embargo no me gustan en absoluto y, por mi cuenta, he buscado en las tiendas de cambalaches lámparas de petróleo, mariposas y linternas para la cabecera de la cama de otros tiempos, adaptándoles bombillas eléctricas.Sin embargo han sido los aparatos para la calefacción los que mayores dolores de cabeza me han dado. De todos los que se designan con el nombre génerico de "estufas" no hay uno, en efecto , cuya forma pueda convenir a una estancia japonesa.
La estufa de gas produce un zumbido continuo y, a menos que se le haya previsto una chimenea de evacuacion, produce rapidamente jaqueca. La estufa eléctrica seria ideal si sus formas no fueran tan desabridas. Sin duda se podrían disponer sobre los estantes radiadores parecidos a los que se utilizan en los tranvías, pero el no ver el enrojecimiento progresiuo del fuego suprimiría todo el encanto del invierno y la intimidad familiar sufriría las consecuencias. Por mi parte, después de muchas congeturas, he mandado construir una gran chimenea central , como las que existen en las casas del campo, y he colocado un fuego eléctrico. Este dispositivo me permite,al mismo tiempo, tener caliente el agua del té y calentar la estancia y, reserva hecha de lo que ha costado , la operacion, estéticamente, ha resultado todo un éxito. Había, pues, resuelto satisfactoriamente el problema de la calefacción, pero el cuarto de baño y los lugares de aseo iban a provocarme nuevas preocupaciones,
El dueño del KAIRAKUEN, rehusando emplear baldosines para los baños y evacuatorios,hizo construir los cuartos de baño en madera, pero ni que decir tiene que el embaldosado es mil veces más económico y practico. Se podría utilizar una hermosa madera japonesa para el techo, los pilares y las puertas corredizas y resignarse con unos baldosines chillones para el resto, pero entonces el contraste sería demasiado fuerte. Pase todavía cuando el conjunto es nuevo, pero con el paso de los años las placas de madera habrán cojido patina y sólo el embaldosado conservará su brillo blanco y liso. Se habrá, literalmente, casado la madera con el bambú. Para el cuarto de baño las cosas pueden atenerse al rigor, sacrificando un poco el lado práctico en beneficio del buen gusto. Pero fue cuando pasé a los evacuatorios cuando los problemas surgieron de lo lindo.

*

Cada vez que en un monasterio de Kyoto o de Nara me enseñan el camino de los retretes, construidos a la manera antigua, semioscuros y, sin embargo, de una limpieza meticulosa, experimento intensamente la rara calidad de la arquitectura japonesa.
Un pabellón de té, lo comprendo muy bien, es un lugar agradable, pero los retretes de estilo japonés son algo concebido verdaderamente para la paz del espiritu. Siempre aparte del edificio principal, están dispuestos al abrigo de un bosquecillo desde donde llega un olor a verde follaje y a musgo. Después de haber tenido que seguir una galería cubierta para llegar hasta ellos, acurrucado en la penumbra, bañado en la dulce luminosidad de los SHOJI y sumergido uno en sus meditaciones, se experimenta , al contemplar el espectaculo del jardín que se extiende bajo la ventana, una emoción imposible de describir. Entre los placeres de la existencia humana el maestro SOSEKI contaba, parece ser, el hecho de ir cada mañana a aligerar su cuerpo, precisando que era una satisfacción de orden puramente fisiológico. En un momento así no hay , para apreciar plenamente este placer, un lugar más adecuado que los retretes de estilo japonés, desde donde se puede, al abrigo de unos muros muy simples,de nítida superficie, contemplar el azul del cielo v el verde del follaje. Aún a riesgo de repetirme, añadiré, por otra parte, que una cierta cualidad de penumbra una absoluta limpieza y un silencio tal que el silbido de un mosquito ofuscaría el oido,son condiciones indispensables.
Cuando me encuentro en semejante lugar me gusta escuchar caer una lluvia dulcemente acompasada y ello,particularmente,en estas construcciones propias de las provincias orientales donde se han dispuesto al ras del piso unas aberturas estrechas y largas para recoger las barreduras, de tal forma que se puede escuchar muy cercano el sonido tranquilizador de las gotas que, cayendo desde el borde de la marquesina o de las hojas de los árboles, salpican de barro el pie de las lámparas de piedra,impregnando el musgo de las lozas antes de que las absorba el suelo. Verdaderamente estos lugares son ideales para el murmullo de los insectos, el canto de los pájaros,también para las noches de luna. Es el mejor lugar para degustar la punzante melancolía de las cosas en cada una de las cuatro estaciones y, sin duda, los antiguos poetas de HAIKAI debieron encontrar en estos lugares temas innumerables.
Tampoco es desacertado decir que es, en los retretes, donde la arquitectura japonesa ha alcanzado las cimas del refinamiento. Nuestros antepasados, que poetizaban cualquier cosa, lograron, paradójicamente, transmutar en un lugar del más exquisito buen gusto el sitio que , en toda morada, debiera ser, por su función, el más sordido,y por una estrecha unión con la naturaleza esfumarlo en una red de delicadas asociaciones de imágenes.
Comparada con la actitud de los occidentales que, deliberadamente, decidieron que el lugar era sucio y era preciso guardarse de hacer la más mínima alusión en público, infinitamente más sabia es la nuestra, pues nosotros, sin duda, hemos penetrado en este asunto hasta el tuétano del refinamiento. Los inconvenientes, si no hay más remedio que buscarlos, serían el alejamiento y la incomodidad que resultan cuando se ve uno obligado a ir allí en plena noche y, por otra parte, el riesgo en invierno de coger un resfriado. No obstante, retomando una frase se SAITO RYOKU , el refinamiento es cosa fría. El hecho de que reine en estos lugares un frío igual al que puede hacer al aire libre será un placer suplementario.
Me desagrada soberanamente que en los cuartos de baño de estilo occidental de los hoteles se haya venido a colocar el calor de la calefacción central. Para un aficionado al estilo arquitectónico del pabellón de té, los retretes de estilo japonés representan ciertamente un ideal y son muy apropiados, sin duda,para un monasterio donde los edificios son relativamente amplios para el número de personas que viven en ellos, no faltando, por otra parte, nunca la mano de obra para la limpieza. Pero en una casa normal, por el contrario, no son tan fáciles de conservar limpios. Sobre un suelo de madera o cubierto de TATAMIS se tendra mucho cuidado en pasar el trapo puntualmente, aunque la suciedad acabe, de todas formas,por saltar a la vista. Y es por ello,que uno, un buen día, se resuelve a hacer poner baldosines e instalar una taza con una cisterna, equipamiento, sin duda mucho mas higiénico y de limpieza más fácil, pero que no tiene, en revancha, la menor connotacion con el "refinamiento" o el "sentido de la naturaleza".
Situado en un lugar con una luz cruda, entre cuatro muros tirando a blanco,se perderá todo deseo de complacerse en la famosa "satisfacción de orden fisiologico"del maestro SOSEKI. Es verdad que toda esta blancura es de una limpieza evidente,pero la cuestión es saber si hace falta poner tanto esmero en el lugar destinado a recoger los deshechos de nuestro cuerpo. Estaría completamente fuera de lugar que la más hermosa muchachita del mundo, aunque tuviese una piel de nacar, exhibiese en público su trasero y sus nalgas y, de la misma forma, es una total falta de educación iluminar parecido lugar de una forma tan chillona: sobra con que la parte visible sea impecable para que se conceda un prejuicio favorable a lo que no se ve. Es infinitamente preferible velar semejante lugar con una sombra indistinta y no dejar más que adivinar,apenas,el limite entre lo que es limpio y lo que lo es menos.
Por todas estas razones, cuando me he construido mi casa, he optado por los aparatos sanitarios pero me he negado a poner baldosines^y he hecho colocar en su lugar un suelo de madera de alcanfor. Esperaba, de la misma suerte, encontrar alguna cosa de estilo japonés, pero los quebraderos de cabeza han venido con el urinario. Me explico: como se sabe los urinarios son todos en porcelana con adornos de metal brillante. Mis preferencias personales para este tipo de utensilios, para uso masculino o femenino, se dirigen hacia la madera. Evidentemente no quiero una madera encerada, pero la madera en bruto, por sí misma, con el paso de los años,va cogiendo un tinte oscuro y el granulado desprende un cierto hechizo que calma poderosamente los nervios. Debo precisar que para mí el ideal sería un urinario con forma de Dondiego de día hecho de madera y relleno con hojas de cedro completamente verdes, lo que sería agradable a los ojos y, por lo demás, silencioso.
Sin llegar a permitirme tal extravagancia he querido, por lo menos, hacerme fabricar una taza conforme a mis gustos, dejada ya la cuestion del urinario, pero para obtener cosa tan singular ha sido preciso tanto trabajo y tanto dinero que he terminado por renunciar.
Ni que decir tiene que yo no tengo nada contra la adopción de las comodidades que ofrece la civilización moderna en materia de iluminación, de calefacción, en tazas de retrete, pero me he preguntado también por qué, siendo las cosas como son,  no dejamos de darle tanta importancia a nuestras costumbres y a nuestros gustos, y si es, verdaderamente, imposible conformarnos sin mas.

*

Actualmente están de moda las lámparas eléctricas en forma de faroles portátiles, lo que prueba que nos hemos dado cuenta del dulzor y el cariño que teníamos por unos tiempos olvidados, apropiados para una substancia que se llama "papel".
Hemos reconocido que, mejor que el cristal, concuerda con la casa japonesa; peroel sentimiento de esta armonía necesaria no ha llegado todavía al comercio de las instalaciones de los retretes o estufas.
En materia de calefacción, estoy persuadido, pues lo he probado, no hay nada mejor que un fuego eléctrico instalado en la chimenea, pero no he encontrado a nadie que pueda poner a punto un dispositivo, tan simple por otra parte, (existen bastantes braseros eléctricos que como medio para calentarse no valen más que los braseros a carbón), lo que hace que, en el comercio, se encuentren caloríferos de tipo occidental de lo más inadecuado. Es un lujo, lo admito, ponerse pesado, en nombre del buen gusto, con detalles tan triviales de la vida cotidiana. Habrá quien me haga notar que lo importante es defenderse contra el frío y el hambre, y que la forma importa bien poco. De hecho, por mucho que se fíe uno de su paciencia: "Los días de nieve son verdaderamente fríos", y si existe a mano un medio eficaz de mitigar el inconveniente, está fuera de razón discutir sobre su mayor o menor elegancia. Es pues inevitable que se tenga deseo de gozar sin segunda intención de este confort nuevo, lo que concibo muy bien; y si oriente y occidente hubiesen elaborado civilizaciones científicas distintas, ¿cuáles serían las formas de nuestra civilización y hasta qué punto serían tan diferentes de lo que son? Este es el tipo de cuestiones que me planteo habitualmente.
Supongamos, por ejempio, que hubiésemos desarrollado una física, una química de estilo propio, personal, las técnicas, las industrias basadas en estas ciencias hubieran seguido vías diferentes, las maquinas de uso cotidiano, los productos químicos,los productos industriales ¿no hubieran estado mejor adecuados a nuestro genio nacional?
Y no está tampoco prohibido pensar que en tal caso las principios mismos de la física y de la química , considerados desde un ángulo distinto del de los occidentales,se hubiesen revelado bajo otro aspecto, muy diferente del que se nos enseña hoy,en lo que concierne, por ejempio, a la naturaleza y las propiedades de la luz, de la electricidad o del átomo.
Ignorando todo sobre la física teórica he caido en la ocurrencia de dejar correr mi imaginación. Para los descubrimientos de orden práctico, sin embargo, si hubiésemos seguido direcciones originales las repercusiones hubieran sido, sin ninguna duda, considerables sobre la forma de vestir, de alimentarnos, de alojarnos, lo que es lógico, pero también sobre las estructuras políticas, religiosas, artísticas y económicas pudiéndose imaginar, siendo oriente como es, que hubiésemos encontrado soluciones radicalmente diferentes.
Voy a poner un ejemplo muy simple: hace poco, en la revista BUNGEI SHUNJU publiqué artículo en el que comparaba la pluma y el pincel. Bien , supongamos que el inventor de la pluma estilográfica hubiera sido un japonés o un chino. Es evidente que la hubiera provisto no de una pluma metalica, sino de un pincel. Entonces no se utilizaría la tinta azul, sino cualquier otro líquido parecido a la tinta china que se hubiera ingeniado para hacer bajar desde el depósito hasta los pelos del pincel.
Por vía de consecuencia los papeles de tipo occidental, inadecuados para el uso del pincel, hubiese sido preciso, para atender a una demanda creciente. producirlos en cantidades industriales y en un tipo análogo al papel japonés, una especie de HANSHI mejorado. Así, si el papel, la tinta china y el pincel se hubiesen desarrollado en esta vía, la pluma metálica y la tinta occidental no hubiesen jamás conocido la boga actual,y los partidarios de los caracteres latinos no hubieran encontrado audiencia alguna,mientras los ideogramas y los KANA hubieran sido objeto de una predilección unánime y nuestra literatura ¿hubiera entonces imitado servilmente a la occidental y su saber? Posiblemente entonces estaríamos en camino de un mundo nuevo y completamente original.
Por medio de estas reflexiones he querido demostrar que la forma de un útil de aparente insignificancia podria haber tenido repercusiones hasta el infinito.
*
Sé muy bien que todo esto no es más que producto de la imaginación de un novelista, y es evidente que llegados a este punto no es cuestión de volver atrás y de rehacerlo todo. Es por ello que lo que he hecho hasta ahora no ha sido más que desear lo imposible y extenderme en vanas recriminaciones.
Toda acrimonía aparte,no está prohibido, creo, que nos preguntemos y nos pongamos a considerar en qué medida estamos en desventaja con respecto a los occidentales. En una palabra, occidente ha seguido su camino lógico para llegar a su estado actual, mientras nosotros, puestos ante una civilización más avanzada, no hemos podido hacer otra cosa que introducirla
en nuestra casa, pero, como contrapunto, hemos side inducidos a bifurcarnos en una direccion muy distinta de la que seguíamos desde hace milenios: Muchos de los embarazos y estorbos que sufrimos nos vienen de ahí.
Admito sin reticencias, toda vanidad echada a un lado, que no hemos realizado muchos progresos materiales en el curso de los últimos cinco siglos. Es verdad que yendo a los campos de China o de la India se descubrirán formas de vida que no han cambiado desde los últimos tiempos de Buda o de Confucio. Pero, sea lo que sea, la direccion que habíamos tomado era la que convenía a nuestra naturaleza, y si bien mucho más tarde, de todas formas, a fuerza de avanzar a pequeños pasos, nada dice que no hubiéramos inventado los instrumentos de una civilización avanzada, equivalente de nuestros tranvías actuales, de nuestros aviones, de nuestra radio, los cuales no hubiesen sido préstamos de otro, sino objetos realmente adaptados a nuestros deseos personales.
Véase, por ejempio, nuestro cine: se diferencia del americano, lo mismo que del francés o del alemán, por el juego de sombras, por el valor de los contrastes. Incluso, independientemente de la puesta en escena, o de los temas tratados, la originalidad del genio nacional se revela ya en la misma fotografía. Y si bien nos servimos de los mismos aparatos, de los mismos reveladores, de los mismos films, suponiendo,sin embargo, que hubiésemos puesto a punto una técnica fotográfica que nos fuese propia, está permitido preguntarse si no hubiera estado mejor adaptada a nuestro color de piel, a nuestro aspecto, a nuestro clima, a nuestras costumbres.
Y si hubiésemos inventado la radio o el fonógrafo, es posible que estuvieran concebidos para valorizar las cualidades de nuestra voz y nuestra música. En su origen,en efecto. nuestra música se caracteriza por una cierta moderación, por la importancia que concede al ambiente, si bien, grabada y después ampliada con altavoces, pierde la mitad de su encanto.
En la oratoria evitamos las ostentaciones de la voz, cultivamos la  elipsis y damos importancia extrema.sobre todo, a las pausas. Así es que la reproducción mecánica de los discursos destruye la pausa completamente. Y es por eso que al haber acogido estos aparatos nos hemos visto inducidos a desnaturalizar nuestras artes.
Mientras que los occidentales, al tratarse de aparatos inventados y adaptados por y para ellos, los han, evidentemente, acondicionado desde el principio a su propia expresión artística. Se puede decir que, con este simple hecho, hemos sufrido graves daños.
*

El papel, se nos ha dicho, es una invención de los chinos. Cuando miramos un papel tipo occidental tenemos la impresión de que no sea sino una materia más que utilitaria, sin embargo, es suficiente con ver la textura de un papel de China o de Japón para sentir una especie de tibieza que nos alegra el corazón. A igual blancura,la del papel occidental difiere por naturaleza de la de un HOSHO o de la de un papel blanco de China. Los reflejos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel occidental, mientras que en la del HOSHO o del papel de China, suave como las primeras nieves, son absorbidos tiernamente. Además, agradable al tacto, nuestros papeles se doblan y arrugan sin ruido. El contacto es dulce y ligeramente húmedo, como el de las hojas de los árboles.
De una manera más general, la vista de un objeto brillante nos produce cierto malestar. Los occidentales utilizan, incluso en la mesa, utensilios de plata, acero, niquel,que limpian para hacerlos brillar mientras que nosotros sentimos escalofríos ante lo que brilla de tal forma. Nosotros mismos, a veces, llegamos a utilizar calderas,copas, frascos de lata, pero nos guardamos muy mucho de pulirlos de la forma como lo hacen los occidentales. Muy al contrario, nos regocija ver teñirse su superficie,con la ayuda del tiempo, incluso ennegrecerse. No hay casa donde un sirviente mal avisado no sea reprimendado por haber limpiado excesivamente un utensilio de plata cubierto de una preciosa patina.
Ultimamente se ha extendido la costumbre de utilizar el estaño en la cocina china y, posiblemente, los chinos aprecien las propiedades de este metal en cuanto a su facilidad de coger patina se refiere. Nuevo,recuerda al aluminio y la impresión que produce no es nada agradable. Los chinos no lo hubieran adoptado si no esperasen que con el envejecimiento no fuese tomando un no sé qué de elegante. Por otra parte se le graban poemas que, con la superficie ennegrecida del estaño, formarán un conjunto perfecto. Sin duda, en manos de los chinos, este metal ligero, vulgar escoria, se ha convertido en una materia densa y de buena calidad, con reflejos profundos, como una cerámica.
Son los chinos también quienes aprecian profundamente esa piedra llamada jade: ¿No es preciso ser de extremo oriente, como nosotros, para encontrar un atractivo en estos bloques de piedra, extranamente turbios,que aprisionan en el trasfondo de su masa fulgores huidizos y perezosos, como si en ellos se hubiese coagulado un aire de varios siglos? ¿Qué es lo que nos atrae de una piedra como esta que no tiene ni los colores de la esmeralda o del rubí, ni el brillo del diamante? Lo ignoro,pero a la vista de su superficie turbia siento que es una piedra específicamente china,como si su espesosr cenagoso se hubiese formado de alubiones lentamente depositados desde el pasado lejano de la civilizacion de China, y debo reconocer que no me extraña la predilección de los chinos por parecidos colores y substancias.
Refiriéndose al cristal de roca se ha importado últimamente en grandes cantidades desde Chile, pero , comparado con el de Japón, el de Chile peca de un exceso de pureza y limpidez. El cristal que ha existido desde siempre en la provincia de Kai, cuya transparencia esta enturbiada por ligeras nubes, da la impresión de ser de una mayor densidad; en cuanto al cristal que contiene "paja", ese que en su interior encierra un aire de materia opaca, ese nos produce placer, un placer más vivo, sin duda alguna.
El mismo cristal,el de Kanryu, por ejempio, que han obtenido los chinos, ¿no está próximo al jade o a las ágatas, más que a los cristales occidentales? Los orientales conocemos de muy antiguo la fabricación del cristal, pero no se ha desarrollado entre nosotros como lo ha hecho en Europa:si, por el contrario. hemos desarrollado considerablemente la cerámica, es, sin duda alguna, debido a nuestro genio nacional.
No es que tengamos una prevención a priori contra todo lo que brilla, pero a un reflejo superficial y frío hemos siempre preferido los reflejos profundos, un poco velados, o sea, en las piedras naturales y en las materias artificiales nos gusta esa brillantez ligeramente alterada que evoca, irresistiblemente, los efectos del tiempo.
"Efectos del tiempo", palabras que suenan bien , aunque, a decir verdad, hay que hablar del brillo que produce la grasa de las manos. Los chinos tienen una frase para expresarlo:"El lustre de la mano". Los japoneses decimos el "uso". El contacto de las manos en el curso de un largo tiempo de utilizacion, su frotamiento, siempre aplicado a los mismos lugares, produce con el tiempo una impregnación grasa; en otros términos,ese lustre es la grasa de las manos.
Esto explica que al aforismo:"El refinamiento es cosa fria" se haya podido anadir:" ...y un poco sucia" . Sea lo que que sea, es innegable que en el buen gusto en el que nos engreimos entran elementos de una limpieza dudosa y de una higiene discutible.Contrariamente a los occidentales, que se esfuerzan en hacer desaparecer cualquier elemento que se parezca a la suciedad, los extremo orientales la conservan preciosamente, tal cual, para hacer de ella un elemento de belleza.
Es un defecto,me dirán ustedes, y estoy de acuerdo, pero no es menos cierto que amamos los colores y el lustre de un objeto manchado por la grasa, por el hollín o la intemperie, o que lo parezca, o que nos gusta vivir en un aposento entre utensilios que tengan esta cualidad, lo que, curiosamente, nos alegra el corazón y nos calma los nervios.
A este respecto siempre he pensado que los muros de una habitación de hospital,las ropas de los médicos, los instrumentos quirúrgicos etc. no deberían, cuando el paciente es japonés, tener ese brillo metálico o esa blancura uniforme, sino que debieran poseer tintes sombreados y más dulces. Si el enfermo fuese atendido en una sala de estilo japonés, con los muros un poco sucios, tendido sobre TATAMIS, sin duda su aprensión sería menor. Si detestamos ir al dentista, por una parte, es debido a la repulsión que nos inspira el ruido de la fresa perforando el diente, pero la culpa también está en el pavor que sentimos ante la superabundancia de instrumentos de cristal y de metal resplandeciente.
En una época en la que tenía una gran depresión nerviosa, nada más que escuchar hablar de un dentista llegado de America, muy orgulloso de su instalación ultramoderna,se me ponía la carne de gallina. Iba, sin embargo, muy contento a uno que había instalado,como se ve aún en las ciudades pequeñas, su consulta, un poco viejecilla, en una antigua casa de estilo japonés.
Se dirá que sería un fastidio el que los instrumentos quirurgicos fuesen ennegrecidos por el tiempo, pero es probable que, si la medicina moderna hubiese salido de Japón, se hubiesen imaginado instalaciones e instrumentos más en armonía con la casa japonesa. Este es, pues, uno más de los muchos malestares que sufrimos por usar utensilios que nos vienen prestados.

*

Hay en Kyoto un famoso restaurante que se llama WARANJIYA. En este local los reservados, aún recientemente, eran iluminados no con luz eléctrica, sino con unos arcaicos candeleros que le daban su fama. Pues en la primavera de este año volví allí y me dí cuenta que,tras mi larga ausencia, allí también había hecho su aparición la luz eléctrica a base de lámparas en forma de faroles portátiles. Pregunté que desde cuando se hacía eso, a lo que se me respondió que desde el año anterior, que muchos clientes encontraban el resplandor de las candelas demasiado oscuro y que no hubo más remedio que ponerlo, pero que a las personas que preferían las cosas de antaño se les traía candeleros.
Yo había ido precisamente para ofrecerme tal placer y, por supuesto, hice que me llevaran un candelabro. Fue entonces cuando sentí por primera vez lo que es ese resplandor incierto que realza la belleza de las lacas japonesas. Los reservadosdel  WARANJIYA son saloncitos de té, íntimos, de una superficie de cuatro TATAMIS y medio, cuyos pilares del TOKO NO MA y el techo tienen reflejos negruzcos que hacen,incluso con una lámpara eléctrica en forma de farol, reine la impresión de oscuridad. Cuando fue reemplazada la lámpara por un candelero, aún más oscuro, y pude contemplar las bandejas y los tazones al resplandor vacilante de la llama, descubrí en los reflejos de las lacas, profundos y espesos como los de un estanque, un hechizo nuevo y distinto. Supe entonces que si nuestros antepasados habían encontrado esa capa de pintura que se llama "laca" y se habían dejado hechizar por los colores y el brillo de los utensilios cubiertos por ella, no era producto del azar.
Mi amigo Sabarwal me afirma que en la India todavía se desdeñan las cerámicas en la mesa prefiriéndose, con mucho, las lacas. Nosotros, por el contrario, excepto en la ceremonía del té, o en ciertas ocasiones solemnes, no utilizamos más que cerámica,salvo para las bandejas y los tazones de caldo, pues para nosotros las lacas han degenerado en algo rústico y desprovisto de elegancia. ¿No será culpa exclusiva de la claridad que proporcionan los nuevos medios de iluminación? Efectivamente, se puede decir que la oscuridad es la condición indispensable para apreciar la belleza de un objeto de laca.
En nuestros días se fabrican también "lacas blancas", cuando siempre la superficie de las lacas había sido negra, marrón o roja, en tanto que colores que constituían una estratificación de no sé cuantas "capas de oscuridad" que hacían pensar en una cierta materializacion de las tinieblas cercanas. Una arqueta, una bandeja, un estante de laca brillante con diseños en polvo de oro pueden parecer objetos alborotadores, chillones, incluso vulgares, pero hagan la prueba, sumerjan el espacio que los rodea en una profunda oscuridad, después sustituyan la luz eléctrica o solar por el resplandor de una única lámpara de aceite o de un candelero y observarán rápidamente como estos objetos chillones adquieren profundidad, sobriedad y densidad.
Cuando los artesanos de antaño embadurnaban de laca estos objetos, cuando trazaban sobre ellos dibujos en polvo de oro, tenían , sin duda, en mente la imagen de cualquier habitación oscura y contemplaban, sin temor a equivocarse, el efecto que se obtendría con una luz indigente; si usaban el color dorado con profusión es de presumir que tenían en cuenta la manera en que destacarían en la oscuridad ambiental y la forma en que reflejarían la luz de las lámparas. Pues una laca decorada con polvo de oro no está diseñada para ser abarcada de un vistazo en un lugar iluminado, sino para ser adivinada en un lugar oscuro, con un resplandor difuso que por instantes revele uno u otro detalle, de tal suerte que la mayor parte de su decoración suntuosa, constantemente disimulada en la sombra, suscite resonancias inexplicables.
Además, la brillantez de una superficie centelleante refleja, emplazada en un sitio oscuro, la agitacion de la llama, denunciando la menor corriente de aire que de tanto en cuanto atraviesa la estancia, por muy suave que sea, incitando, discretamente, al hombre al ensueño. No estando los objetos de laca en un espacio umbroso, este mundo de ensueño, a la incierta claridad que secretean las lámparas de aceite, candeleros,esas palpitaciones, ese pulso de la noche que son los parpadeos de la llama, perderían,seguro, una buena parte de su fascinación. Al igual que delgados hilillos de agua corriendo sobre las esteras, los haces captados, aquí uno, allí otro, propagándose tenues, inciertos y centelleantes, tejiendo sobre la trama de la noche como un alfanje damasquino hecho a base de dibujitos de oro.
Una vajilla de cerámica no es, ciertamente, algo de despreciar, pero en las cerámicas faltan esas cualidades de sombra y de profundidad de las lacas. Al tocarlas son pesadas y frías, permeables al calor no convienen muy bien a los alimentos calientes;junto a esto tenemos que el menor golpe les hace producir un ruido seco, mientras que las lacas, ligeras y dulces al tacto, no ofuscan el oido. Para mí, cuando tengo en el hueco de la mano un tazón de caldo, no hay nada más agradable que la sensación de pesadez líquida, de viva tibieza que experimenta la palma. Es la misma sensacion que se experimenta al tocar la piel elástica de un recien nacido.
Todo esto son una buena serie de razones para entender por que se sirva aún hoy el caldo en un tazón de laca, pues un recipiente de cerámica está muy lejos de proporcionar satisfacciones semejantes. Y, por otra parte, un líquido contenido en una cerámica muestra rápidamente su cuerpo y su color. Por el contrario la taza de laca, cuando se destapa, nos proporciona, hasta que la llevamos a la boca, el placerde contemplar en sus oscuras profundidades un líquido que se distingue apenas del continente y que se estanca, silencioso, en el fondo. Es imposible discernir qué es lo que se encuentra en las tinieblas de la taza, pero nuestra mano percibe una lenta oscilación fluida, una ligera exudación que recubre los bordes de la taza nos dice que el vapor se ha desprendido y el perfume que transporta ese vapor nos ofrece una sutil anticipación del sabor del líquido, justo antes de que nos lo llevemos a la boca. Qué goce en ese instante, qué diferencia tan grande de la que se experimenta ante una sopa presentada en un plato grande y blanquecino de estilo occidental.
No es exagerado afirmar que es algo de naturaleza mística, inclusive con un cierto regusto a zen.

*

Cuando escucho el sonido parecido al canto de un insecto lejano, ese silbido ligero que arrulla el oido, emitido por una taza de caldo puesta ante mí, de la que saboreo anticipadamente y en secreto el perfume del brebaje, cada vez que esto ocurre,me siento entrar en los dominios del éxtasis. Los aficionados al té, se dice,conocen en el murmullo del agua que hierve, y que para ellos evoca el viento entre los árboles, un rapto parecido, cercano, posiblemente, al que yo siento.
La cocina japonesa, se ha podido decir, no es cosa que se coma, es algo que se mira; en tal caso estaría tentado de decir: que se mira y, mejor aún, ¡que se medita!.
Tal es el efecto, el resultado de la silenciosa armonía existente entre el replandorde los candelabros pestañeando en la sombra y el reflejo de las lacas.
No hace mucho, el maestro SOSEKI celebraba en su novela KUSA MAKURA los colores del YOKAN, y, en cierto sentido, esos colores ,¿no llevan a la meditación? Su superficie turbia, semitraslúcida, como la del jade, esa impresión que da de absorver hasta en su masa la luz del sol, de encerrar en una claridad indecisa como un sueño,esa concordancia profunda de tintes, esa complejidad. no la encontramos en ningún pastel occidental. Comparar el YOKAN con cualquier crema sería algo superficial e ingénuo.Depositad, sin embargo, esa armonía coloreada que es el YOKAN, en una bandejade pasteles hecha de laca, sumergidia en una sombra tal que apenas se vislumbre el color y se convertirá en el lugar idoneo para su contemplación. Y cuando al fin os llevéis a la boca esa materia fresca y lisa, sentiréis fundirse en la punta de la
lengua como una parte de la oscuridad de la sala, solidificada en una materia azucarada, y el YOKAN, en resumidas cuentas bastante insipido, lo encontraréis de una extraña profundidad que realza el gusto.
Todos los paises han debido, ciertamente, buscar una concordancia de colores entre los manjares, la vajilla e incluso los muros. La cocina japonesa, en todo caso,si se la sirve en un lugar demasiado iluminado, con una vajilla donde predomine el blanco,pierde, rápidamente, la mitad de su atractivo. La sopa de MISO roja, por ejempio,que tomamos todas las mañanas, observad un poco su color y comprenderéis fácilmente que ha sido inventada en las sombrias casas de antaño.
Me ocurrió un día, convidado en una reunión de té, de ver como me ponian delante una sopa de MISO, y a esta sopa, cenagosa, color de arcilla, que había tomado siempre sin prestarle la menor atención, le descubrí de repente, al verla a la difusa luz de los candelabros, que retenía en el fondo de la taza de laca negra una profundidad real y un tinte de lo mas apetitoso.
También el SHOYU, esa salsa pegajosa y brillante , gana mucho al ser observada en la sombra, concordando con ella en un conjunto perfecto, sobre todo si se utiliza, como se hace en la region de Kyoto, para sazonar el pescado crudo, las legumbres confitadas o hervidas, siempre que sea de la variedad llamada TAMARI. Por otra parte el MISO blanco, el TOFU, el KAMABOKO, el engrudo de patatas, los peces de carne blanca, en resumen, todos los alimentos blancos. No pueden ser realzados si se clarifica demasiado su entorno, el arroz el primero. Sólo mirarlo cuando es presentado en una caja de laca negra y brillante, depositado en un rincón , estimula nuestro apetito, satisfacciendo plenamente nuestro sentido estético. Ese arroz inmaculado, cocinado a punto, amontonado en una caja negra que, desde el instante en que se levanta la tapa emite un cálido vapor, del que cada grano de arroz brilla como una perla, no hay un solo japonés que al contemplarlo no sienta una irreemplazable generosidad.
Llegados a este punto, uno se da cuenta de que nuestra cocina concuerda con la sombra, que entre ésta y la sombra existen lazos indestructibles.

*
Soy un auténtico profano en materia de arquitectura, pero he oido decir que las catedrales góticas de occidente son consideradas de gran belleza por la altura de sus techos y por la audacia de las flechas que desaparecen en el cielo. Por el contrario,en los monumentos religiosos de nuestro país, los edificios se ven aplastados por las enormes tejas y su estructura desaparece completemente en la sombra profunda y amplia que proyectan las marquesinas. Visto desde fuera, y ello es verdad no sólo para los templos, sino también para los palacios y las moradas del común de los mortales, lo que primeramente atrae la mirada es el inmenso techo, esté cubierto de tejas o de caña. y la sombra que reina bajo la emboladura.
Tan espesa es la sombra a veces que, en pleno día, en las tinieblas cavernosas que proyecta la marquesina se distingue apenas la entrada, las puertas, los tabiques o los pilares. En la mayor parte de los edificios antiguos, lo que es cierto para edificios imponentes como el CHION IN o los HONGANJI así como para cualquier casa de labriegos perdida en cualquier lugar del campo. Si se compara la parte inferior, bajo la marquesina,con el tejado que la sobremonta, se tiene la impresión de que la parte mas pesada y más extensa es el techo, impresión al menos visual.
De esta guisa, cuando emprendemos la construccion de nuestras casas, antes de nada desplegamos el techo lo mismo que una sombrilla, determinando en el suelo un perímetro protegido del sol, después, en tal penumbra, disponemos la casa. Bien entendido que una casa occidental no puede pasarse más allá del tejado, pero su disposicion general no va en función de obstaculizar la luz del sol tanto como proteger el interior de las intemperies. Así, se construyen de tal forma que expandan la menor sombra posible, y con un simple vistazo sobre su aspecto exterior permite reconocer que se ha buscado obtener en el interior la mejor disposición posible a la luz. Si el techo japones es una sombrilla, el occidental no es mas que un bonete. Más aún, como en un casquete, los bordes son reducidos tan a la nada que los rayos del sol pueden llegar directamente hasta ras del techo.
Si en la casa japonesa la marquesina del tejado sobresale tanto es debido al clima, a los materiales de construcción y a otros diversos factores, sin duda alguna.A falta, por ejempio, de ladrillos, cristal y cemento, fue preciso, con el fin de protegerlas paredes contra las rafagas de lluvia laterales, proteger el techo avanzandolo, aunque los japoneses hubieran preferido también unas habitaciones claras a oscuras, se han visto de tal suerte impelidos a hacer de la necesidad virtud. Así, eso que se llama belleza no es de ordinario más que una sublimación de las realidades de la vida, y es así como nuestros antepasados, constreñidos a vivir mal de su grado en habitaciones oscuras, descubrieron un día la belleza en el seno de la sombra y, girando sobre si mismos, se dispusieron a servirse de ella con intención de obtener efectos estéticos.
Efectivamente, la belleza de cualquier estancia japonesa, producida únicamente por un juego en los grados de intensidad de la sombra, no necesita de ningún accesorio.
El occidental, al ver esto, se ve golpeado por el despojamiento de ornamentación y no cree tener ante si más que unos muros grises, desprovistos de todo adorno, interpretación perfectamente legítima desde su punto de vista, pero que prueba que no ha percibido en absolute el enigma de la sombra.
En cuanto a nosotros, no contentos con ello, en el exterior de las salas,
donde ya de por si los rayos del sol no entran sino con dificultad, nos protegemos con una marquesina, establecemos una galeria, para alejar, más aun la luz solar.
Y para completarlo, en el interior de la estancia, los SHOJI no dejan entrar la luz que se proyecta desde el jardín sino con un tamizado reflejo.Así pues, es precisamente esta luz indirecta y difusa la que constituye el factor primordial de la belleza de nuestros hogares. Y para que esta luz agotada precaria, impregne a fondo los muros de la habitación, estos muros sucios los adornamos de colores oscuros intencionadamente. Se utilizan, en efecto, pinturas brillantes para las habitaciones "blindadas" donde guardamos los objetos de valor, las cocinas o los pasillos, pero los muros de una sala de estar están siempre sucios y sólo de muy tarde en tarde lucen , pues, si estuvieran siempre relucientes, todo el hechizo sutil y discreto de esta luz indigente se evaporaría.
Nos complacemos en esta claridad tenue, hecha de una luz exterior de incierta apariencia, agarrada a la superficie de los muros de color crepuscular y que conserva a duras penas una hálito de vida. Para nosotros, esa claridad sobre un muro, o mejor dicho, esa penumbra, vale más que todos los ornamentos del mundo, siendo algo de cuya vista jamás nos cansamos en absoluto. En tales condiciones, huelga decirlo, los muros deben tener un color uniforme para no perturbar dicha claridad; sí, de un cuarto a otro el color de fondo puede variar un tanto, pero la diferencia, en todo caso, no será sino ínfima. No será una diferencia de tinte, sino más bien una variación de intensidad, apenas un cambio de humor en el que está mirando. Así, gracias a una imperceptible diferencia en el color de los muros, la sombra de cada sala se distingue por un matiz de tono.
Tenemos, en fin, en las salas de estar, ese fondo llamado TOKO NO MA, que adornamos con una pintura, un ramo floral , pero que cuya función esencial no es decorativa en si misma, pues se trata de añadir a la sombra, más que nada, una dimensión de profundidad. En la misma elección de la pintura que colgamos allí lo que buscamos en primer lugar es la armonía entre los muros del TOKO NO MA y la pintura o TOKO UTSURI. Por la misma razón, siempre damos al montaje una importancia igual a la del valor del gráfico, del caligrama o del dibujo, pues un TOKO NO MA cuyo TOKO UTSURI estuviera en desarmonía destruiría el interés de la obra maestra más indiscutible.
Puede ocurrir , sin embargo, que una caligrafía o una pintura sin ningún valor intrínseco,colgada en el TOKO NO MA de un salón, forme un conjunto perfecto con la sala, de cuyo hecho se desprendería que la estancia misma se vería considerablemente valorizada.
Pero os preguntaréis, ¿en qué consiste esa concordancia cuando se trata de una obra en si misma insignificante? Reside habitualmente en el aspecto antiguo del papel, el color de la tinta o en las resquebrajaduras de la montura. Un equilibrio perfecto se establece en tal momento entre aspecto, antiguo y la oscuridad del TOKO NO MA .
Cuando se visitan los monasterios famosos de Kyoto o Nara le enseñan a uno normalmente, suspendido en el TOKO NO MA de una gran sala, allá en el fondo, alguna pintura, de la que se nos dice que es la obra maestra del monasterio, aunque, en este fondo, por lo general tenebroso incluso en pleno dia, es imposible distinguir el dibujo.
Se ve pues uno inducido, escuchando las explicaciones del guía, a buscar, a adivinar los trazos de una tinta evanescente, y a imaginar que hay, sin duda, una obra espléndida. A pesar de todo, uno siente que hay una perfecta armonía entre esta pintura marchita y el oscuro TOKO NO MA, que considerándolo bien , no tiene importancia que el dibujo esté difuminado, sino más bien que esa imprecisión es, precisamente, lo que conviene.
En un caso así la pintura no es, en suma, sino una superficie destinada a recoger una luz débil e imprecisa, exactamente igual que un muro sucio, y es por ello que damos tanta importancia, en la elección de un pintura, a la edad y a la patina,pues una pintura nueva, sea en tinta diluida o en colores pálidos. tiene el peligro,si no se le presta la atención debida, de destruir la sombra del TOKO NO MA.

*
Si se compara una sala de estar japonesa con un dibujo a tinta china, los SHOJI corresponderían a la parte en que la tinta es más diluida y el TOKO NO MA al lugar donde está más espesa. Cada vez que contemplo un TOKO NO MA, esa obra del refinamiento, me maravilla constatar hasta qué punto los japoneses han penetrado los misterios de la sombra, y con qué ingeniosidad han sabido utilizar los juegos de sombras y luces. Todo sin intención alguna de buscar un efecto preciso. En una palabra, sin otro medio que madera sin preparar y unos muros desnudos, se ha preparado un espacio escondido donde los rayos de luz que se dejan penetrar generan por aquí, por allí, rincones vagamente oscuros. Y como consecuencia, contemplando las tinieblas arrebujadas tras la viga superior, alrededor de un florero, bajo un estante, aún sabiendo que no son más que sombras insignificantes, sentimos que el aire del entorno encierra un espeso silencio, que una serenidad eternamente inalterable reina en esta oscuridad. Con todo, cuando los occidentales hablan de "los misterios de oriente",es muy posible que entiendan con estas palabras esa calma un poco inquietante que secretea la sombra cuando posee tal cualidad.
Yo mismo, en mi infancia, cuando arriesgaba una mirada hacia el fondo de un TOKO NO MA de cualquier salón o "biblioteca", lugares jamás mancillados por el sol, no podía deshacerme de un indefinible sentimiento aprensivo, ni evitar un escalofrío recorriendo todo el cuerpo. Entonces, ¿dónde esta la clave del misterio? Bien, desentrañaré el secreto: bien considerado no consiste más que en la magia de la sombra; observad atentamente la sombra producida por todos los recodos y el TOKO NO MA enseguida volverá a ser lo que es, simple y llanamente un espacio vacío y desnudo. Es ahi donde nuestros antepasados se mostraron geniales: al universo de sombras deliberadamente creado al delimitar un espacio rigurosamente vacío le han sabido conferir una calidad estética superior a la de cualquier fresco o decoración. Aparentemente no es más que un puro artificio, si bien , de hecho, las cosas no son tan simples.
Se imaginará sin problema, por ejemplo, que la abertura de la ventana al lado del TOKO NO MA, que la profundidad de las hornacinas, que la altura de los pilares, han exigido, cada uno, una investigacion difícil que escapa a la vista, y para mí, en todo caso, cuando estoy sumergido en el resplandor pálido de los SHOJI de una "biblioteca", olvido que el tiempo pasa. Este término de "biblioteca" viene dado porque desde antiguo uno se metía allí para leer, razón de que exista la ventana que luego se ha convertido en una simple toma de luz para el TOKO NO MA. Frecuentemente no es más que eso, pero con un dispositivo destinado a reducirla al nivel deseado, filtrándola a través del papel de los SHOJI. La luz exterior que se introduce por allí, a decir verdad, la luz que aclara el envés de los SHOJI, toma un color frío y empanado, como si los rayos del sol, llegados a duras penas desde el jardín hasta allí, después de haberse deslizado bajo la marquesina y atravesado el corredor, hubieran perdido su capacidad de iluminación, como si estuvieran tan anémicos que no pudieran más que subrayar la blancura del papel.
Me ocurre con frecuencia pararme ante unos SHOJI para contemplar la superficie del papel iluminada, pero no por ello deslumbrante. En las salas inmensas de los monasterios, por ejemplo, la claridad esta atenuada, en razón de la distancia que las separa del jardín, hasta tal punto que su pálida penumbra es sensiblemente la misma en verano que en invierno, en tiempo bueno que en tiempo cubierto, mañana, mediodía o tarde.
Los rincones sombreados que se forman en cada compartimiento de los cuadros de los SHOJI, de armadura cerrada, semejando otros tantos regueros polvorientos que harían pensar en una impregnación del papel , inmutable a toda eternidad. En esos momentos llego a dudar de la realidad de esta luz de ensueño y parpadeo, pues me produce el efecto de una bruma ligera que amortigua mis facultades visuales.

Los reflejos blancuzcos del papel, como si fuesen impotentes a rasgar las tinieblas espesas del TOKO NO MA, rebotan de alguna forma sobre la tiniebla, revelando un universo ambiguo donde la luz y la sombra se confunden. ¿No habéis sentido nunca,los que me leéis, en el momento de penetrar en una de estas salas, que la claridad que flota, difusa, en la estancia, no es una claridad normal, que posee una extraña cualidad, una pesadez particular? ¿No habéis experimentado esa especie de aprehensión que se siente frente a la eternidad, como si de morar en este espacio hiciese perder la noción del tiempo, como si los años corriesen sin que uno se de cuenta, creyendo que en el instante de salir saldrá convertido en un viejo canoso?

martes, 2 de junio de 2015

KENJI MIYAZAWA

POEMA

VACIO  DISOLVENTE
                        Eine Phantasie in Morgen

El cobre fundido de la mañana aún no deslumbra,
el nevado halo solar aún no arde,
solamente la línea del horizonte,
teñida de índigo cobrizo,
desde mucho antes se balancea
aclarándose ahora,
oscureciéndose después,
medio escondida,
medio turbia.
Yo voy caminando por entre dos
nuevas y frescas hileras de gingkos.
En una de las ramas hay colgado
un maravilloso muchacho cristalino
convertido ya casi en triángulo
a cuyo través pasa el cielo.
Como esto no es nada extraño
yo voy, como siempre, silvando
y andando a zancajadas.
Las verdes hojas de los árboles
tiemblan límpidamente.
El mundo es un paisaje
dentro de una botella de alcohol puro.
El eterno azul del cielo
asoma acá y allá
por entre las resquebrajadas
cortinas de brillantes nubes,
y al poco me llega el olor puro
del cohombro celeste.
A proposito, he andado demasiado,
los árboles han desaparecido súbitamente
y se ha abierto el camino
a un ámplio y feraz prado.

deslumbrantemente verde.
Eso es, las alamedas
quedaron dos millas atrás.
En medio de las estrías verdinosas
parecen soldados en una mañana de instrucción.
La alegría borbollonea en la mañana,
se escucha el canto de la alondra cristalina,
y esas transparentes ondas de alegría
se expanden por el cielo
fundiendo las nubes en azul,
dejándolas convertidas en redondas albóndigas
de parafina,
flotando dulcemente en el firmamento.
El horizonte tiembla contínuamente,
a lo lejos se distingue con claridad
venir andando un caballero de gris,
rojinarigudo,
acompañado por un perro blanco
del tamaño de un caballo.
        (¡Hola, buenos días!)
        (Hola, buen día, ¿eh?)
        (¿A dónde se dirige? ¿De paseo?
        ¡Sin duda! A propósito, al parecer el otro día
        murió Zannentaru.
        ¿Lo sabía?)
        (No, en absoluto.
        ¿Zannentaru?)
        (Dicen que se intoxicó con una manzana)
        (¿Con una manzana? ¡Ah...!
        Eso que se ve allí, ¿verdad?)
De esta esplendorosa tierra azulada
se elevan silenciosos los manzanos
de dorada fruta.
        (Se la comió con la piel dorada y todo)
        (¡Qué pena de hombre!
        Debieran haberle dado nitrato
        mezclado con agua)
        (¡Nitrato! Echándole en la boca
        a la fuerza... Pues no está mal)
        (No, no, eso no es posible.
        No puede ser.
        Lo mejor ha sido que se muriera.
        El destino, que se dice.
        Un deseo de la Providencia.
        ¿Era, por casualidad, pariente suyo?)
        (Sí, sí, bastante, bastante alejado...)
¿Con qué leche estará jugueteando?
Miren aquel caballo de perro blanco
lo lejos que se ha ido.
Parece un ratoncillo de lo lejos que está.
        (¡Ah! Mi perro se ha escapado...)
        (Aunque lo persiga no lo alcanzará)
        (No puede ser, vale mucho el bicho.
        Tengo que pillarlo.
        ¡Condiós!)
Aumentaron las manzanas
y además crecieron.
Yo no soy más que una hormiguita
bajo el gigantesco lepidodendro
del carbonífero.
Sí que han corrido aquel caballero y su perro.
Por el Este el firmamento
tiñe de ámbar los troncos del manzanal
flotando en el ambiente un tenue olor
a almendras amargas.
El tiempo, en un instante, puso cara de tormenta.
¡Qué lejano está el cielo!
¡Qué inmensa profundidad!
La alegre alondra ya hace tiempo
que se la tragó el firmamento.
Seguramente tiemblan sus delgaditas alas,
pobrecita,
derrumbada sobre el frío suelo
de berilo celestial.
Pero bien mirado, aquí tampoco está
la situación para bromas.
Los tremendos espíritus de los pintores
cruzan velozmente por todos sitios,
tiñéndose las nubes del rojo intenso del litio,
yendo y viniendo la luz agudamente.
La hierba parece transformarse
en castañizas algas marinas
y alrededor todo es un prado de nubes
arrasado por el fuego.
El bambolear del viento es un remolino amarillo,
el firmamento cambio constante.
                        ¡Hiriente soledad!
        (¿Qué le ha ocurrido, Reverendo?)
El hombre es demasiado alto.
        (¿Se encuentra enfermo?
        Tiene su Reverencia mal aspecto)
        (Nada, gracias.
        No ha pasado nada.
        ¿Con quién hablo?)
        (Con el guarda forestal)
¡Qué extraña mochila, tan cuadrada!
Estará llena de estomacales, ácido bórico
y otras cosas por el estilo...
        (Ah, sí...
        En un día como éste su trabajo debe ser bastante árduo)
        (Gracias.
        A medio camino me encontré con un
        caminante indispuesto)
        (¿De quién se trata?
        (Un gran señor)
        (¿Con la nariz roja?)
        (Así es)

        (¿Atrapó al perro?)
        (Eso dijo al expirar,
        pero el perro estará ya a quince leguas.
        Ciertamente era un buen perro.)
        (Entonces, ¿ya murió?)
        (No, se curará con el rocío.
        Lo que se dice un tiempo amarillo
        de asfixia.
        ¡Uff, qué viento!)
El viento es terrible.
En cualquier momento se puede uno derrumbar.
Parece como si un huevo de avestruz
se hubiera podrido en el desierto.
Contiene cloruro de hidrógeno
y también
anhídrido sulfídrico.
En una palabra, que son corrientes atmosféricas
que vienen del cielo
que al chocar producen un remolino
de olor sulfuroso...
Dos corrientes atmosféricas
que producen olor sulfuroso...
Dos corrientes atmoféricas
que producen olor sulfuroso...
        (¡Animo! ¡Oiga! ¡Animo...!
        ¡Oiga! ¡Oiga! ¡Animo...!
        ¡Al final se desmayó!
        Eso es, se desmayó...
        Entonces, cogeremos su reloj)
¿Cómo puede decirse guarda
metiendo la mano en mi bolsillo?
¿De qué sirve un guarda como tú?
¡Se lo suelto!
              ¡Se lo suelto!
                          ¡Se lo suelto!
                                       ¡Se lo...!
Llueve.
Gracias, gracias.
¡Alabado sea Dios!
¡Lluvia!
¡Gases malditos, desapareced!
        (¡Animo! ¡Animo!
        Ya ha pasado todo)
¿Qué dices? Ahora verás cuando me levante .
        (¡Cállate, salteador de caminos
        de las horas amarillas!
        Eres un sargento Tenaldi errabundo
        tú.
        ¿Cómo te atreves a reirte de la gente?
        ¿Qué guarda eres tú, eh, dí?)
Te lo has merecido.
Se ha encogido,
ha empequeñecido,
se ha secado.
Sólo ha quedado la mochila.
Se ha convertido en un pedazo de turba.
Ese es tu destino, turba desagradable.
¿Qué tendrá en la mochila?
El guarda es un pobre desgraciado.
Sólo tiene una lata de cangrejos Kamchatka,
una bolsa de arroz,
un único zapato mojado
y la cadena de oro del caballero rojinarigudo.
¡Bah! ¡Una estupidez! ¡Qué buen vientecillo!
Verdaderamente un maravilloso vientecillo
líquido.
        (¡Hu....y! ¡Alabado sea Dios!
        ¡Alabado sea por siempre!
        ¡Hu...y! ¡Qué rico vientecillo!)
El cielo está tan claro
después de la limpieza de toda la basura
que la luz no para en ningún sitio,
por eso se ve tan negro.
A pesar de que el Sol se ha ido
estoy viendo el cielo luciente de estrellas.
Especialmente la nebulosa Magallanes.
La hierba ha recuperado su color verde.
El líquido de la luna, rico en dextrosa,
palpita en las venas.
El pedazo de turba parece murmurar algo.
        (Oiga, Reverendo,
        mire aquella nube tan veloz.
        Parece un caballo de carreras celestes)
        (¡Hummm! ¡Qué hermoso!
        ¡Una nube! ¡Una carrera de caballos!
        ¡Eso es! ¡Un caballo de carreras celestes!
        ¡Una nube!
Cambia a todos los colores habidos y por haber.
...No da tiempo ni para admirarla.
Los colores del arco iris se difuminan.
Ahora se convierten en una masa de ligero vapor.
Y en el vacío disolvente,
a dos mil grados bajo cero,
todo desaparece en un instante.
No es momento de pensar en eso...
¿Dónde estará mi bastón?
También ha desaparecido la chaqueta.
El chaleco acaba de desaparecer.
El terrible y tristísimo vacío disolvente
ahora me trabaja a mí.
Se diría el estómago de un oso
Pero las reglas dicen que nada
disminuye ni cambia ni se transforma.
Por eso todo sigue igual.
Sin embargo sí que es triste,
manteniéndose en plenas facultades
mentales,
yo, de oficio Pastor,
ver como todo se borra sin cesar
de mi mente.
        (¡Hola! ¡Qué casualidad!)
        (¡Hombre! ¡El señor rojinarigudo!
        ¿Encontró por fin el perro?)
        (Gracias, pero ¿qué le ha ocurrido?)
        (He perdido mi chaqueta y tengo mucho frío)
        (Ah, ¿sí? Pero
        ¿no es esa su chaqueta?)
        (¿Cuál?)
        (La que tiene usted puesta)
        (¡Pues es verdad! ¡Ajá!
        Un truco del vacío....)
        (Sin duda. A propósito, esto es muy
        extraño.
        Esa es mi cadena de oro
        (Exacto. Es obra de ese pedazo
de turba del guarda)
        (¡Ah! Un maravilloso truco
        de la turba)
        (Efectivamente.
        El perro estornuda mucho, ¿está bien?)
        (No pasa nada.... Siempre está así)
        (¡Qué grande!)
        (Es un perro polar)
        (¿Se puede usar como caballo?)
        (¡Por supuesto! ¿Quiere probarlo?)
        (Muchas gracias. Vamos a probarlo)
        (Por favor)
Efectivamente, monto en el perro polar
y echo a andar hacia el Este
como el dios de los perros.
La hierba deslumbra,
la sombra es la de los viajeros
por un desierto verde.
Al poco aparecen las hileras de los gingkos
y en sus delicadas y rectas ramas
sigue colgado un hermoso muchacho
de cristal triangulado.


Un poema realmente muy especial en un hombre que se suele considerar escritor para niños pero que no tiene nada de eso.
Educador, enseñante de agricultura, tremendo creyente que absorbió buena parte de la cultura y ciencia occidental, un hombre único a caballo del siglo
xix y xx en Japón.