lunes, 22 de agosto de 2016

DULCE.....AMOR

DULCE.....AMOR

HOMBRE.-¡Je, je,je! Vamos a llamarla, seguro que se acaba de levantar y aún no ha desayunado...
¡RINGGGGGG!
MUJER.-¿Dígame?
H.-Hola, bonita...
M.-¿Eh? ¿Quién? Por favor, si es una broma...
H.-Vaya, parece que no recuerdas la dulzura de mi voz.
M.- ¿Eh? ¡Ah! No puede ser. ¿Dónde estás?
H.- Cerca, muy cerquita de tu casa.
M.-¿Dónde?
H.- En la puerta de la dulcería.
M.- Maldito, con el hambre que me he levantado.
H.- Pues nada, te espero. Tengo todo el tiempo del mundo, así que no te precipites. No pierdas las llaves. Aquí estoy.
M.- Voy en unos minutos.
H.- Tranquila, cielo...
Loco correcaminos, llegó en quince minutos. El la esperaba en la puerta de la dulcería-cafetería-chocolatería.
Se lanzó a sus brazos y el beso fue largo como de película de amor.
M.-¡Maldito! ¡Cuánto tiempo!
H.- Ummmm, se me quitaron las ganas de comer.
M.- ¿Cómo?
H.- Con besos tan dulces, comer más dulces puede ser empachoso.
M.- Oh, ni mil años que pasaran, cambiarás.
H.- ¿Tú quieres que cambie?
M.- En absoluto. Vamos pa drentro.
H.- Se te pegan mis decires¿eh?
M.- Eres sangre de mi sangre, ladrón de corazones.
H.- ¡Y yo sin enterarme!
M.- Bueno, vamos allí, al rincón, por aquí pasa mucha gente del trabajo.
H.- De acuerdo. Allí....
Se fueron a un rincón, al fondo, en el que las figuras quedaban discretamente cubiertas de miradas indiscretas.
H.-¿Qué me recomiendas? Yo no tengo ni idea. En mis investigaciones he visto que hay opiniones encontradas.
M.- ¿Investigaciones? ¿Cómo?
H.- Querida mía, en el mundo interespacial las informaciones abundan. Y en el Banco Noticiero Internacional, con un clic de máquina, rápidamente tienes la información que quieras.
M.- A propósito, ¿dónde andabas esta vez?
H.- En las Pléyades, cerca.
M.- Pero se tardan años luz. ¿Cómo has venido?
H.- Bueno, todo llegará. Primero vamos a tomar fuerzas, porque si no...
M.- Una tostada.
H.- Al parecer son geniales.
M.- Sí, aunque hay gente a las que no les gusta.
H.- Los malafollá abundan en todos sitios. Lo importante es tener gusto propio y no dejarse llevar.
M.- El café es excelente, aunque a estas horas prefiero una leche manchada. Es más suave para el estómago.
H.-¿Hay leche merengada?
M.- Sí, y muy rica.
H.- Pues yo leche merengada y también tostada.
M.- Y después dulcería.
H.- ¿Pero no estabas a dieta?
M.- Como decía una amiga: Cuando siento a mi dulce amor, me entra hambre feroz....
H.- Muchas gracias por lo que me toca.
M.- De nada amorsito, jujujjuuu
H.- Bollería. Esas ricas palmeras de chocolate. No sé como se llama eso que por arriba lleva chocolate y dentro crema de merengue....
M.- Yo tampoco, pues eso.
H.- Pues eso.... , y rosquillas y petisú... y después seguimos.
M.- Uy, los michelines.
H.- Maravilloso...
M.- ¿Cómo?
H.- Después succión a distancia mientras trabajas. Jijijiji.
M.- ¿Y esta noche?
H.- No te suelto. La cena, michelines con aceite de oliva y salsa agridulce.
M.- ¿Yo también?
H.- Por supuesto.
M.- Pues bien, a pedir.
Ella llamó a la camarera que, sorprendida por la cantidad pedida, sonrió como diciendo algo sobre los michelines. Ella le devolvió la sonrisa... Diálogo femenino en silencio.Mientras tanto alguien entró en el local.
M.- Maldición, a quien menos me gustaría que me viera, me lo tengo que encontrar aquí.
H.- Tranquila, ve al servicio y te lavas las manos.
M.- ¿Qué?
H.- Eso, que vayas al servicio y te laves las manos.
Así lo hizo. Conforme el agua iba enfriándole las manos el rostro volvió a los años juveniles. Rostro más afilado, apropiado para la edad, pelo largo y ojos aún más profundos y matadores. Ella misma quedó sorprendida. Nadie podría reconocerla.
M.- ¿Qué me has hecho?
H.- No pasa nada, cuando se vaya volverás a tu ser.
La camarera vino pero no notó nada. Cuando las personas sin peligro se acercaban veían el aspecto primero. Sólo los peligrosos o no deseados no veían la realidad.
Empezaron a comer. Se sentían con la mirada y cada bocado al pan, al dulce, era un beso a la otra persona. Del cuello al trasero una corriente eléctrica los recorría con cada bocado. Los ojos se transponían. Era un claro orgasmo producido por el placer de la comida y la imaginación sensual.
Cuando terminaron de tomarse la bebida soltaron un magnífico suspiro. El orgasmo se había producido sin que nadie se diera cuenta.
M.- ¿Y esto?
H.- Allí, en Pléyades hay avances que serían increibles en la Tierra.
M.- Pues viva Pléyades porque ha sido magnífico.
La tostada, medio bollo con aceite y jamón muy picadito. Placer de dioses. Se miraban y se relamían. El rostro decía que eran felices. Terminado el pan y la bebida, los dulces chocolateros los degustaron con el mayor placer. El chocolate y la crema entraban tan ricamente, dejando su rastro de sabor en el retrogusto y llegando al estómago donde caía como bocado de Cardenal. Y la bebida calentita
calentando el cuerpo y mucho más allá. Incluso sudaron con los calores que iban sintiendo con lo que tomaban.
H.- ¿Qué tal? En el mundo interestelar no hay estas cosas. Hay pastillas más que sofisticadas para la alimentación pero no estos sabores.
M.- Has hecho bien en llamarme para que viniera aquí. Oh, ya se va el tipo que no quería que me viera.
H.- Bien, entonces ve de nuevo al baño y te vuelves a lavar las manos. Volverás al principio pero más rejuvenecida.
M.- Eso, eso que tengo que seducirte.
H.- No creo que haga mucha falta, pero siempre está bien....
Ella así lo hizo. Entró, cerró, le dio al agua y empezó a lavarse las manos. El rostro fue volviendo poco a poco a la edad actual. Era sorprendente porque seguía conservando el aspecto juvenil de siempre.
H.- ¡Qué bonita eres!
M.- Gracias, amor, pero eres un mentirosillo....
H.- No te lo crees ni tú misma...Bueno, ¿por qué el nombre de esta pastelería?
M.- Ni idea. ¿No me vas a decir que lo sabes?
H.- Bueno, a finales del siglo XIX se fundó una pastelería en el norte con ese nombre. La pareja que la fundó se casó, fue tremendamente feliz y el negocio duró 103 años.
M.- ¿De ahí procede?
H.- Tal vez no, pero es un nombre muy de época. La dulzura que une los corazones. Completamente romántico.
M.- Pues sí que sabes tú....
H.- Banco Noticiero Internacional, jajajajaja.
M.- ¿Por qué no me has avisado que venías?
H.- Quería darte una sorpresa.
M.- Pues sí que lo has conseguido, sí. ¿Cómo has venido desde Pléyades? Eso está a años luz....
H.- Seguramente habrás visto películas en las que las máquinas contraen el tiempo y el espacio. Hay un sistema paralelo al normal en el que se entra en un tunel espacial que va a una velocidad más allá de la de la luz. Se llama Washa o Washap o algo así, yo le llamo guasa jajajajajaja. Un año luz se recorre en unos minutos. Quería verte...
M.- Vamos que no puedes pasar sin mí.
H.- Bueno, y al revés....
Ambos rieron de lo lindo.
M.- Nos pasa lo mismo. Ay, tanto recorrido para una horita.
H.- No en absoluto. Pienso estar todo el rato a tu lado.
M.- Pero tengo trabajo y las preguntas sobre tí no me van a dejar trabajar, aunque no importa.
H.- ¿No sabes que me vuelvo invisible?
M.- ¿Eh? ¿Cómo es eso?
H.- Me sentirás muy cercano, pero no me verás. Además podré acariciarte, y darte ánimos.
M.- Uy, qué peligroso...
H.- Tranquila, no molestaré. De vez en cuando te acariciaré el culete.
M.- ¡Qué rico! Vamos...
Se levantaron, el sacó un billete grande y pagó, la sobra se la pasó a ella.
Ese día el trabajo era de papeleos. Ministerios, oficinas. El, a su lado, en realidad se metía en las palabras de ella y daba soluciones que los representantes legales no habían alcanzado.
Como le tocaba el trasero, no estallaba de risa, pero la sonrisa maravillaba a los mandamases. Todo fue perfecto. Cuando terminó el trabajo, todavía sin aparecer, la acompaño a casa. Entraron y él se sentó en el sofá mientras ella fue a cambiarse de ropa y ponerse cómoda. Cuando volvió él ya había vuelto a su estado primero. Se sentó a su lado, los besos sirvieron de almuerzo. En el sofá se quedaron profundamente dormidos.


 Cuando se dieron cuenta andaban por el espacio interestelar, ligeros de ropa danzando la danza de “La Dulce Alianza” de las estrellas, del dulce amor que debiera ser siempre la vida.

jueves, 11 de agosto de 2016

ENCUENTRO Y DESENCUENTRO (LA ESTACION)

ENCUENTRO Y DESENCUENTRO
(LA ESTACION)

Volvía a casa en el medio de transporte usual, el tren. Acababa de terminar el trabajo y, transbordo tras transbordo, había llegado a la estación central de la Megalópolis.
Por la tarde había tenido un encuentro casual con una antigua compañera de trabajo. Tomaron un café y charlaron de aquellos tiempos en que eran compañeros de mesa en la oficina.
El encuentro se había producido en una estación de metro. En la entrada de una estación de metro se habían despedido deseándose suerte.
Después, sentado por casualidad, dada la cantidad de gente que poblaba el andén, se enfrascó en la lectura de un libro sobre arte moderno. No estaba muy concentrado. La figura de su ex-compañera se entrecruzaba por entre las líneas del libro.
El encuentro y el desecuentro. Y como una cereza llama a otra, desde el fondo de su memoria surgió una estación de tren perdida allá en la raya entre España y Portugal.
La estación tenía un nombre que no recordaba. Había llegado a ella en taxi desde el pueblo más cercano, Jabugo, tierra del buen jamón.
Su ex-compañera también estaba como un jamón. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, y una chispa de deseo se fulgorizó en sus ojos.
Siempre eros y tánatos, fuerzas inherentes al cotidiano discurrir. Intentó concentrarse de nuevo en el libro.
En aquella vieja y destartalada estación había un árbol. No conocía su nombre, pero lo bautizó como Arbol de los encuentros y desencuentros.
Era un árbol curioso. Lleno de fotografías. Unas eran de soldados vestidos y preparados para partir hacia su cuartel de destino.
Había recién casados despidiéndose de sus familias. Encuentro en un huevo hogar, separación, salida del nido familiar.
Coronaba el árbol una urna con la imagen peregrina de una virgen. Pero lo más sorprendente era la fotografía de un hombre mayor, cadáver, clavada en el árbol con una chincheta.
Era como si la gente de aquella comarca tuviera el árbol, semental hacia el cielo, como icono de la vida que viene, de la vida que se va.
Intentó borrar aquella curiosa imagen de su mente. Paró el tren en una de las numerosas que le esperaban hasta su casa. De pronto, por los altavoces interiores del vagón decían que en una de las estaciones más populosas de la línea había ocurrido un accidente, muerto incluido. Pedían disculpas por el posible retraso.


 De nuevo sintió la terrible realidad de lo que es una estación de trenes. Lugar de encuentro, lugar de desencuentros. Camino hacia la felicidad, camino hacia la nebulosa soledad de la nada.

lunes, 1 de agosto de 2016

CIUDAD APOLINEA

CIUDAD APOLINEA

La muchacha sacó los trebejos que suelen llevar las mujeres cuando quieren afianzarse la máscara de la belleza.
Eso forma parte del ritual femenino y no tenía nada de particular.
Había gente que lo veía normal y prefería una máscara a la naturalidad del rostro límpido.
Pero para él siempre resultaba extraño el maquillaje. No sabía si la mujer era un animal enmascarado o era un ser natural en sus reacciones.
Todo aquello lo retrotraía al tiempo en que llegó a la ciudad. Desde un lugar y desde otro era bombardeado con recriminaciones: No se puede mirar a los ojos, no se puede hacer esto, no se puede hacer aquello, ni lo de más allá. No se podía hacer nada, todo estaba mal.
El lugar del que venía estaba situado en las antípodas del mundo y en las antípodas de la civilización. Era un lugar al que le faltaba mucho, un lugar inculto en el que la gente no se sabía comportar en público.
El lugar al que había llegado era todo lo contrario. Un lugar refinado en el que la gente sabía comportarse con refinamiento y educación.
Como novato en la ciudad, tenía que comerse todos los sapos y culebras que intentaban salirle por la boca.
Se sentía como un niño al que los mayores, en nombre de la buena educación, quisieran aniquilar totalmente.
Cuando él hacía algo, siempre estaba irremediablemente mal, pero cuando los lugareños hacían exactamente lo mismo, si era un error, todo terminaba en risas de disculpas ¡Estoy chocheando!, y todo el mundo se reía como un imbécil de nacimiento.
La situación le recordaba aquella copla que decía que si el señorito bebía, iba alegre el hombre. Pero si quien bebía era el pobre, era un borracho y un inmoral.....
Acababa de ver en el metro a una mujer en los treinta, sentada, a veces se sonreía, lo que no tenía nada de especial. Tal vez se estuviera acordando de algo divertido. Pero de vez en cuando se llevaba las dos manos a la boca intentando reprimir una carcajada, o se lanzaba el pelo, largo, hacia adelante, en un intento de no mostrar un rostro gozoso de risa sorda.
¿Qué sería? Un buen recuerdo, un momento de total alegría o placer..
O lo mismo era esa cuerda floja de las prohibiciones que acaban por volver
estúpido al más cuerdo.
Todo era muy extraño. Parecía una ciudad llena de señorío, que miraba a todos y a todo por encima del hombro, despreciando al mundo.
Teóricamente era un pueblo laborioso, pero al que se le veían los zancajos destrozados de su pereza.
Machacados por las máquinas eran auténticas máquinas trabajando. Cuando algún tornillo saltaba, fallaba absolutamente todo.
Durante años esa buena forma de hacer había consistido en anunciarse dejando información en el buzón.Ahora,descaradamente tocaban
al timbre de la casa y no se iban hasta que no salía alguien. Intentaban la venta de lo invendible.
Era un pueblo muy unido que no se empujaba cuando bajaba del tren, por debajo, y sin que casi nadie se apercibiera, se pegaban patadas puras y duras y si había que dejar de respetar a los mayores se hacía con la mayor inconsideración.
Había visto como un señor de mediana edad empujaba a una anciana que se interponía en su camino a la hora de dirigirse él a tomar el tren. Una anciana que podía ser su madre. Uno de los días de descanso nacional se llama el día de mostrar respeto a los mayores. ¡Vivie para ver!, pensaba.
Sentía los golpes de moral vacua haciéndole daño en los testículos. La máscara de la hipocresía era lo importante. La amabilidad se reservaba para aquel del que se podía obtener algún beneficio, a los demás, máscara, maquillaje o pistoletazo al canto.
Cuántas veces habría dicho al ver algo o a alguien en televisión: Tiene cara de mafioso. El mundillo de este deporte parece corrupto. Esa asociación es peligrosa.
Se le habían echado encima. El no entendía porque era foráneo. Con el tiempo, todo aquello que había intuido, lamentablemente se iba haciendo realidad. Pero esa verdad no se la podía restregar a nadie por la cara porque seguía siendo foráneo y no entendía.
Piedad, conmiseración.... Todo lo que de bueno podía tener el ser humano para con los demás no tenía ningún sentido para con esa vacuidad en la que un orgulloo negro imperaba.
La poesía estaba llena de flores porque hablar de las personas daba asco.


11 de septiembre de 2011