martes, 22 de septiembre de 2015

LA COCINA JAPONESA

LA COCINA JAPONESA


        Hoy, como otra verdad perogrullesca cualquiera, uno de los problemas del Hombre es el de la comida, y lo es a muchos niveles: desde el alimenticio y calorífico, pasando por el de los precios, presentación etc.
        Cuando nuestros padres y abuelos salían de su tierra hace 30-50 años, para ir al servivio militar o a la guerra, uno de los problemas que se presentaba a la familia era el de qué comerían por esas tierras desconocidas e inhóspitas, calidad y abundancia de alimentos etc... Hoy, afortunadamente, si bien el problema se sigue planteando en la cabeza de nuestros progenitores, con el desarrollo de la técnica y la ciencia, así como de los medios de comunicación de masas, en España, como en todo el mundo. Se conocen mejor las tradiciones y costumbres de regiones cercanas y con las costumbres se conocen los alimentos, contenido, calidad etc.
        Si esto ocurre dentro de España, si un español sale de su país y marcha al extranjero para un tiempo indefinido, el problema parece que se sigue planteando de la misma forma que hace 30/50 años. Lo que, por otra parte, parece muy lógico dado el general desconocimiento que existe sobre el mundo exterior. Y si se trata de los paises europeos, todavía. Aunque con deficiencias, el tema de la comida entra dentro del mismo complejo socio-cultural que el de España, aunque cada país tenga sus  propias características.
        ¿Qué ocurre cuando se trata de un país del Extremo Oriente, como es Japón?
        El gran desconocimiento que existe en España todavía sobre Extremo Oriente y, en especial ,sobre Japón, cuando el tema surge hace vibrar las cabezas y salir a flor de pensamiento toda una serie de supersticiones y tópicos enfrentados, por otra parte, a las ideas propias. Con el desarrollo de estas líneas creemos quedará claro lo que queremos decir.
        Es por ello que, en la medida en que podamos, intentaremos cubrir una deficiencia y decir lo que por estas tierras ocurre en el tema de la alimentación, con su tradición y sus problemas.
        Japón, por sus características propias de país isla, al otro lado del continente asiático, por su gran escasez de recursos naturales y las circunstancias geográfico naturales en que se encuentra, es un país que se ve obligado a estar en contacto con el exterior contínuamente. Este hecho se traduce en una contínua salida del país por negocios, viajes de placer y otras circunstancias, hacia el extranjero. El tiempo pasado en el extranjero obliga a los japoneses a adaptarse a las comidas y costumbres de esos paises. A la vuelta, poco o mucho, la influencia ejercida sobre los japoneses se pone en evidencia. Hoy se puede decir que en Japón se puede saborear cualquier comida del mundo: China, Rusia, Francia, España... y muchos y buenos restaurantes de diferentes paises se encuentran esparcidos por todo el territorio japonés.
        Existe otra realidad palpable: en Japón hay seis canales de TV. que a lo largo de toda la jornada, desde las seis de la mañana, están emitiendo, y entre cuyos programas abundan los dedicados a dar a conocer la comida propia, de la estación del año, así como la comida de los distintos paises. Al mismo tiempo no son pocas las revistas que están especializadas en dar a conocer comida extranjera.
        Haciendo un poco de Historia, diremos que lo que diferencia, fundamentalmente, una comida tradicional japonesa de otras comidas es la casi total ausencia de carne, en contraposición a la abundancia de vegetales o productos marinos.
        Remontándose en la Historia, se sabe que, hasta el años 800 aproximadamente, en Japón como en muchos otros lugares del planeta, la carne no estaba exenta de la dieta del pueblo, pero es la entrada del Budismo, entre otras cosas, lo que trae consigo un sentimiento de piedad hacia los animales que hace que se prohiba dar muerte a estos y consiguientemente su posterior ingestión. Con ello desaparece la carne de la alimentación del pueblo. Recuérdense todas las zonas del mundo en las que comer un tipo de carne u otra forma parte del tabú social.
        Por este motivo ,pescado y verduras van a formar durante un largo periodo de la Historia de Japón la base de la alimentación, y conformar, en parte, un carácter peculiar de cocina. La conclusión es clara: la alimentación forma parte de ese conglomerado complejo que se llama cultura o ideología.
        La señora Tanaka es una señora de unos cincuenta años, de un metro sesenta de altura, delgada, pero de constitución fuerte. Es una mujer muy tradicional que nos recibe en el comedor de su casa, donde nos hace sentar ante una mesita baja. Ella, entre tanto, se va a la cocina de donde va sacando una gran canastilla de palillos ya preparados y que se puede decir típicamente japoneses. Este es el menú del día:
        Desayuno: sopa de  miso, arroz blanco, cocido, tortilla japonesa, tsukemono, kobu,  ensalada de col, tomate...
        Almuerzo: Arroz blanco, sopa de shoyu , pescado asado, algas, tsukeawase.
        Cena: Arroz blanco, sopa de miso, pescado frito, shushi, tempura...
Y toda una infinidad de salsas y platillos con verduras y otros productos.
Los ingredientes de la sopa son : miso, agua, tofu  y cebolletas, entre otros. Esta puede ser la sopa básica, aunque la misma sopa puede tener muchas variantes.
        El miso es una pasta para sopa elaborada a partir de la semilla de la soja. Vamos a prescindir, por supuesto, de la elaboración de la pasta, ya que sería demasiado largo y prolijo.
         El tofu es, también, un producto sacado de la soja. Si imaginamos una especie de queso blanco, muy blando, casi como recién hecho, pero a base de soja fermentada, podemos tener una idea de lo que estamos comiendo. No tiene sabor especial, pero las salsas y los diversos condimentos serán los que hagan de este producto algo exquisito y gran coadyuvante de la comida japonesa.
        El shoyu es una salsa, casi puro líquido, extraida también de las semillas de la soja, pudiéndose decir que es uno de los condimentos más eficaces de la cocina nipona.
        Otra de las cosas que puede llamar la atención en este pequeño menú confeccionado por la señora Tanaka es la presencia de las algas. Productos, llamémosle hierbas marinas, con un gran valor nutritivo. Y si al averiguar su significado en español de palabras como wakame, kobu, nori etc. no se encuentra diferencia, ya que todo está traducido como algas marinas, para los japoneses los distintos nombres van asociados a distintas formas de preparar los alimentos, y podemos asegurar que depende de la comida uno siempre viene mejor que otro.
        Quizá la tercera característica de nuestro menú de hoy se encuentre en la presencia del arroz blanco. El arroz, lo mismo que en Europa o América el trigo o el maíz, forma parte fundamental de la alimentación, bien sea cocido solamente o en bolas de oniguiri, que llevan en su interior pescado u otros productos, envuelto, claro está, en algas marinas y que se utiliza para el obento o comida que se lleva a la escuela, al trabajo, o simplemente cuando se va de viaje o de excursión, equivalente, podríamos decir, a la “talega” con la clásica tortilla.
        Pues bien, el arroz blanco, además de ser la parte central de la comida, tiene una función importante en cuanto al orden de ingestión de los alimentos. En la comida japonesa no se puede decir que existan primeros, segundos platos y postre. La parte central es lo que se llama shushoku, que haciendo un esfuerzo podríamos traducir por “plato fuerte”, y lo demás son fukushoku o “complementos”, “ayudantes” del plato fuerte. Esto no implica un orden a la europea en la comida. Todos los platos se ponen en la mesa y, a cada trozo de pescado, lechuga, verdura, alga, etc., siempre ha de seguir una, no diremos cucharada, ya que en Japón se como con palillos, de arroz, un “bocado”.
        ¿Por qué se debe hacer así? La respuesta es muy sencilla: el arroz está caliente, pero es casi insípido, y los productos que forman la comida mantienen su sabor particular. El arroz anula el sabor del bocado ingerido y prepara el paladar para recibir otro bocado o sorbo de sopa al que seguirá otro bocado de arroz, hasta dar cuenta de todos los alimentos.
       De esto se deduce que el japonés, más que llenar el estómago, que no se debe llenar, se dice que para mantener la salud se ha de quedar al 80 por ciento de su capacidad, tiene mucha importancia el saborear lo que tiene delante de sí, el contemplar la exquisita presentación de los platos. Se dice, como tópico, que la comida china es para comerla, la japonesa para mirarla. Para ello existen también una compleja cantidad de platos, tazones etc. que no vamos a enumerar aquí.
        En cuanto al pescado, son tantas y tan variadas las formas de prepararlo, y tantas y tan variadas las clases de pescados que comiendo dos clases diarias un año no es suficiente para probarlas todas, es por ello que nos abstendremos de mencionarlas no antes sin mencionar el salmón, el besugo, la merluza, lo calamares etc. como invitados habituales a la mesa.
        Como complemento diremos que pepinos, rábanos y una gran variedad de raices que los europeos no conocen o no han incorporado a su yantar, forman parte de la alimentación japonesa.
        Como plato excepcional, y que quizá el europeo y americano no acaban de “tragar” del todo, está el sushi , una bolita de arroz sobre la que se pone un poquito de wasabi, una especie de mostaza verde, y sobre ella, normalmente, un trozo de pescado crudo, es lo que forma tan delicioso bocado.
        Decir pescado crudo quizá resulte un poco fuerte, pero lo cierto es que se trata de pescado crudo, pero cortado tan artísticamente que, empapado con el arroz y con la salsa de shoyu , cuando entra en la boca, la misma imagen de lo crudo desaparece. Es un bocado que especialmente recomendamos al novato en comida japonesa.
        Llevar a cabo la confección de tan sencillos, y a la vez complicados,platos es una labor que exige tiempo, paciencia, amor, cultura y todo el buen hacer de un profesional. Afortunadamentenla señora Tanaka reune en sí todas estas cualidades.
        Por la gama de productos que hemos visto que forman parte de estos platos, podemos comprobar que los productos marinos y vegetales se llevan la palma. Pero como no todo el monte es orégano, diremos que la obtención de tales productos viene acompañada, a veces, de graves problemas de índole ambiental y de orden político internacional.
        Ya hemos dicho que Japón es un país falto de recursos naturales. País montañoso donde no queda mucho espacio para la agricultura, y donde el espacio existente ha de ser aprovechado al máximo. Pero también hoy día país industrializado y por ende polucionado y sucio, si bien ya muy arreglado con respecto a lo que se dice fue hace unos años, con un alto grado de riesgo de contaminación de los productos de la tierra que han de ser tratados con gran cantidad de insecticidas y otros productos químicos para evitar plagas u enfermedades.
        Las aguas, asímismo, con un alto grado de contaminación en los mares que rodean Japón, lo que exige de los pescadores el desplazamiento a otras latitudes, lo que exige tratados de pesca, lo que lleva acaparado la crítica hacia los “vaciadores del mar”, hacia los “asesinos de ballenas”, que en Japón se comen, además de utilizar sus aceites para cosméticos, única función a la que están destinadas en Europa y América, etc. Todo ello trae consigo el desembolsamiento de una gran cantidad de dinero que después ha de salir de algún sitio: el bolsillo de los consumidores. Ello, unido a la escala de precios que supone la importación masiva de alimentos y verduras del extranjero, hace que el mercado, la cesta nuestra de cada día esté, de principio, por las nubes. Como ejemplo diremos que a veces un tomate en Japón puede equivaler en precio a un par de kilos en España.
        Y si decimos que la Sra. Tanaka es excepcional, no todo el mundo en Japón es como ella. Pero hablemos antes del profundo cambio operado en estos ciento y pico de años que van desde la Restauración de Meiji.
        Japón, un país isla, cerrado al mundo durante siglos, se abre a 1860 a ese mundo del que empieza a tomar la industria, la nueva técnica, el arte, las palabras, las formas y comportamientos y también la alimentación. Todo ello, poco a poco, va cambiando la fisonomía del país. Pero es a partir del final de la 2ª Guerra Mundial que Japón se ve obligado a abrirse del todo. Y es a partir de los años 50 que Japón empieza una carrera desenfrenada en pos del levantamiento del país y construye en el tiempo record de una generación un país entre los de cabeza del mundo.
        Antes lo hemos dicho: contaminación es uno de los precios que se pagan por levantar el país. Pero también al abrirse las ideas y las mentes entran indiscrinadamente las formas de vida europea y americana, en su versión más mala, y con ello un nuevo tipo de alimentación. Se empieza a cambiar el arroz por el pan, se consume la hamburguesa y el perrito caliente más la cocacola americana, todos los galipuches de las comidas enlatadas. La gente empieza a ganar dinero, a viajar, a cambiar de vida y el hombre sencillo del pueblo se convierte en vertiginoso señor de oficina con cuello duro y camisa blanca. La reposada paz de la comida en familia se sustituye por la comida instantánea y deprisa. ¡Hay que trabajar! Creemos sinceramente que si el país ha ganado, el japonés como individuo ha perdido.
        Si bien con la ingestión de carne el japonés ha subido de estatura y no es ese pequeñito de las películas americanas de la 2ª Guerra Mundial, las señoras japonesas, y también ,los señores, al ver a su país rico, al meterse en el camino del consumismo, han dejado de ser como la Sra. Tanaka, que preparan con todo esmero la comida tradicional de su país. Palabras que tal vez no se puedan hacer extensivas a todos los japoneses, pero que es bastante general
        La industria de la comida en tres minutos está ganando la partida, pero como este tipo de alimentación  nunca podrá sustituir a una alimentación equilibrada y sana, la avitamisosis de los productos ha de ser compensada de alguna forma, y asusta ver la gran industria de los productos farmacéuticos, a base de vitaminas, minerales etc. que marginalmente se ha formado como complemento de la alimentación diaria. Todo ello porque los productos naturales lo son todo menos naturales.
        Quizás nuestras últimas palabras puedan parecer un poco pesimistas, pero pregunten ustedes por la cantidad de enfermos en este país del estómago o muertos por estrés en su versión ataque de nervios, asesinato, suicidio o cáncer... Si no directamente por causa de la alimentación, sí ayudado, creemos, en parte, por una alimentación no tan sana como hace cincuenta años. En España, en su día, el mismo problema se planteará.
        Hemos intentado exponer a lo largo de estas páginas, complejas, y tal vez difíciles, todo lo que significa la cocina, la comida en Japón, con el sencillo criterio de que no sólo es importante lo que tenemos en la mesa, sino que ese alimento es producto de una Historia, de una ideología, de una industria, de unas relaciones hombre-naturaleza, de unas relaciones internacionales etc., y que como algo que incumbe no sólo a un estómago, sino a toda la salud de un pueblo, conviene siempre recordar. Sore dewa, itadakimasho.  ¡Vamos a comer!


                                     K. Tokyo  Febrero, 1984



sábado, 12 de septiembre de 2015

LA HORA DEL TE

                                 LA HORA DEL TE


“Bajo los coros zarzueleros de la Bohemia...” No hace falta estar en París para ser bohemio-, pensaba Joaquín.
        Un pobre chico de provincia, impulsado por la necesidad, sale de su país. ¡Qué cosas pasan! ¿Quién me iba a decir a mí que alguna vez me iba a ver en una situación semejante? ¿Y qué es esto sino una vida bohemia? A altas horas de la noche, con el cuerpo hecho polvo por el cambio de ambiente. Una gente distinta, y tomando té en una ciudad cualquiera en vasos de cerámica de Nagoya. ¡Si esto me lo hubieran dicho antes no me lo hubiera creido! Pero es así. Si la gente que vivía hace un siglo hubiera pensado en esto, si se levantara de sus tumbas..., volvería a morirse.
        Y es que hoy no se puede pensar en el chovinismo propio de la patria chica. Yo, Joaquín, hablando de literatura rusa, con un ruso en cielo alemán. ¡Divertido! Y es que hay que ir rompiendo tópicos. Los españoles  no son tan vagos, ni los ingleses tan caballerosos. ¿Por qué tenemos que tomar el té a las cinco de la tarde? ¿No se puede hacer a las cuatro de la mañana, como ahora?
        El mundo está loco, comprobado. Se montan los tíos sus tingladitos patrioteros y ¡zas!, la comunicación entre la gente se rompe. ¿Tendrá razón Mafalda al pensar que si doscientos millones de americanos duermen y seiscientos millones de chinos trabajan lo que divide al mundo no son las ideas sino la cama? En fín, ¿qué le vamos a hacer?
        Héteme aquí, perdido en un futón, en Japón, viviendo con otros tipos, entendiéndonos perfectamente, comiendo cómo y cuándo podemos, enseñando idiomas, leyendo en distintas lenguas...Pero bueno, leche, que es posible ser ciudadano del mundo. ¡Que un país no es mejor que otro por tener más sol o más tecnología punta! Sencillamente, cada cual tiene lo suyo, bueno y malo, interesante o no. ¿Pero qué nos diferencia a unos de los otros? ¿El color, el sexo, la religión? Al fín y al cabo el corazón del hombre siente igual en inglés, japonés, español o bantú.
        Lo que no se puede es ser tan cerrado de mollera que tenga uno que vivir como una máquina. A las siete te levantas, desayunas mal y deprisa, la oficina, las máquinas, encadenado a un horario. Cada vez que recuerdo que los niños entran a la escuela a golpe de sirena... ¿Qué tipo de borregos serán estos niños cuando crezcan?
        Pobre humanidad, la mitad del mundo se muere de hambre y la otra tira las cosas porque tiene el cuerpo y la casa saturada. Mundo loco,¿dónde vas?. Si “dios” existe , cuando hizo el mundo debería de estar borracho o hasta las trancas de L.S.D.  Y encima decir que el ser humano es el ser supremo de la creación. Locos. ¿O es que alguien tiene intereses en este tinglado? Seguro, porque desde que uno oyó que Pablo VI tenía acciones en fábrica de armas y de anticonceptivos, pues..., ¿hacen falta más palabras?
Pero aunque la religión vaya perdiendo puntos, quedan los políticos. El público no se entera. Todo este público no siente la religión como se siente en otros sitios, pero cree en sus políticos, cree que hay que trabajar para el país, para el estado y en compensación el estado trabaja y piensa por ellos. ¿Pero dónde está la imaginación, el poder creativo del hombre?. “Money,
money, money”, dice la canción. Nietzsche anda suelto por el mundo. Y luego dicen que estaba loco. ¿Loco? Al cuerdo lo llaman loco y al loco lo forran de millones.
        Helena, qué razón tenías al escribir “La pesadilla”: “El mundo es una pesadilla que no sabe cómo va a terminar”. Locas noches estas, llenas de sensaciones desembocadas sobre el papel. Si no hay tanta diferencia. 
Con lo bonito que sería llegar a un círculo de gente y poder compartir su pan sin tener que pedir permiso. Si es verdad lo que alguien dijo, que somos hermanos, ¿por qué no lo somos?



                      Escrito “para-realista”  K. 23-1-1982

martes, 1 de septiembre de 2015

Sabor a mar

 SABOR A MAR
(La Ola)

         La noche. La cena era de microondas. Todo el día trabajando no dejaba fuerzas ni ganas para ponerse a preparar platos de elaboración cuidadosa.
         Encendió la televisión. Aunque ya hacía tiempo que la gran ola producida por el maremoto había dejado su rastro de muertos y desgracia, en tiempo de noticias seguía coleando como si del día anterior se tratara. Ayuda internacional, distribución, nuevas formas de alerta...

-     La ola, el mar. Así estoy yo. Destruido y sin saber nada desde aquel día. Aunque tampoco aquel día supe demasiado.

Efectivamente, la primera noticia tenía sabor a mar destructor. Una cara, un micrófono, un nombre sobreimpreso.

-  ¡Flor de Té! ¡María! – gritó.

 Boquiabierto, con el tenedor a medio camino entre el plato y
la boca, miraba la pantalla con los ojos desencajados.

-  ¡Es ella! ¡Patacolachika! ¡Vaya nombrecito! Pero sí, es ella.
-     ¿Cuándo volvió usted del extranjero? – le preguntaban.
-     En cuanto pude. Las comunicaciones por avión estaban cortadas. Tardé diez días en encontrar billete. Aparte de otros problemas. Y cuando volví me encontré con este paisaje.
-     Ud., tenemos entendido, es especialista en la cultura del país en que vivía. ¿Qué hacía concretamente?
-     Bueno, supongo que ya no importa mucho decirlo claramente. Me obligaron a ser señorita de compañía en un club de alterne.
-     Pero...
-     Sí, pero.... No tuve escapatoria. Pero eso ya no importa.
-     Disculpe si le hemos hecho recordar cosas desagradables.
-     No, no se preocupe. De aquello salí viva. Peor suerte corrieron los que quedaron aquí....
-     ¡Era eso! Ahora comprendo tanto secreto.

Sí, la había conocido el veinticinco de diciembre. Navidad. Aunque
la navidad, en el país que residía, no era más que una excusa para el gasto incontrolado.
         Aquella tarde tenía tiempo. Pensó echar un vistazo a una de las grandes librerías del centro de la ciudad. Miraba los clásicos. A su lado una chica morena, piel canela, ojos grandes y negros como la noche, echaba olor a paraiso de los mares del sur. Era un perfume que emanaba de su ser, no era artificial.
         Fue la nariz la que le alertó de su presencia. Ella también miraba los clásicos. A un tiempo movieron las manos y las dirigieron al mismo libro: Flor de Té, un clásico entre los clásicos.
         El llegó primero al libro y la mano de ella se posó sobre la suya. Si una descarga eléctrica hubiera recorrido su brazo, no hubiera sido tan fulminante.
        
          _ ¡Esta es!- gritó para sus adentros. Ella retiró su mano con la velocidad del rayo.
-  Perdone, perdón...., perdón.
-     No, no se preocupe. ¿Vd. también quería comprar este libro?
-     Sí, hace tiempo que lo estoy buscando.
-     Tome, es suyo
-     Pero Vd. lo cogió primero.
-     No, no. Yo iba a verlo un poco, pero no sé si lo compraré. Permitame un momento.... Vamos a ver si tienen otro.

Preguntó al librero . No tenían otro ejemplar. El librero llamó a la
editorial. Estaba agotado.

-  Señorita, es suyo.
-     Pero...
-     Sin peros que valgan. Y además yo se lo regalo. – La muchacha
no sabía cómo reaccionar.
-     Gracias, muchas gracias. ¿Cómo podría pagarle este favor que me hace?
-     ¿Qué tal invitándome a un café?

La franqueza de la sonrisa de ambos hizo que la tensión en que se
había desarrollado la escena desapareciera como por encanto. Entraron en una cafetería relativamente silenciosa. Pidieron la consumisión y se sentaron.
        
         _  ¿Cómo se llama usted? – preguntó él primero.
-     Bueno, creo que lo mejor es no hacer muchas preguntas de tipo pesonal.

La miró a los ojos y vio que una sombra de tristeza cruzaba el fondo de su vida.

_  De acuerdo, pero de alguna forma tendré que llamarla.
_  Llámeme Flor de Té. O María que es el nombre de mujer más internacional que conozco.
_  María. Mar. Amar. Amargura. Como el té amargo.
-     Eso es. ¿Y el caballero?
-     Pues en esa tesitura, llámeme Juan o cualquiera de sus variantes mundiales.
-     Bien, pues entonces María, Flor de Té y Juan.
-     De acuerdo, María. ¿A qué te dedicas?
-     Soy especialista en la cultura de este país, especialmente en literatura.
-     Vaya, vaya. Yo soy profesor de mi idioma. También me atrae la literatura porque a veces escribo....

La tarde se cerró en palabras. Era la noche.

_  Bueno, María. Me parece que ya es hora de volver a casa. Encantado de....
-     ¿Puedo ir contigo, si no te importa? Me gustaría ver tu biblioteca.
-     ¿Conmigo? Bueno, yo no tengo inconveniente. Pero ¿no te espera nadie en casa?
-     Me lo prometiste, sin preguntas.
-     Bien, de acuerdo. ¿Comemos en mi casa?
-     ¿Sabes cocinar?
-     Mujer, algo se hará.

En el camino de regreso compraron aquello que creían podría hacer
falta. Llegaron al bloque de pisos en que vivía Juan. Subieron en el ascensor hasta la sexta planta. Mientras subían no dejaron de mirarse a los ojos. El, sorprendido, intrigado por aquella faz, aquella mirada, tierna, triste, infeliz.... No sabía qué pensar. ¿O sería una trampa? Se abrió el ascensor. Sacó las llaves del piso. Abrió. La dejó pasar primero. Cerró la puerta.

-     Un momento. Voy a encender la luz. Ya está. Por favor, pasa.

         Pasaron hasta la salón-comedor. Era bastante amplio. Había un sofá-cama, una mesa y varias sillas. En un rincón la tv. y el vídeo junto al aparato de música. El resto eran estanterías con libros más o menos clasificados. Puso la calefacción. La navidad estaba siendo muy dura, aunque no había nevado todavía.

-     ¿Quieres tomar algo?
-     No, ahora no. Gracias.
-     Ah, perdona. Ven, mira. Aquí está el cuarto de baño y aquí el servicio. Todo está recogido, así que puedes mirar si quieres.
-     Bueno, ir al servicio sí.
-     Aquí está la luz. Después ponte cómoda. Aquí tienes una percha
              para el abrigo.
               
                Se despojó del abrigo y dejó ver una figura bien proporcionada a la que arropaba una falda de tela gruesa, propia de invierno, con una cremallera en un costado bajando desde la cadera.
         La parte superior era un jersey de lana bellamente tejido en azul con algunos ramilletes de flores distribuidos por todo el conjunto.

-     Elegante, pensó Juan.

          Mientras iba al servicio, él entró en la cocina y se dispuso preparar la cena. Ensalada, filete de ternera bien hecho, patatas fritas , fruta y algún dulce típico del país. Si hacía falta algo rebuscaría en el frigorífico. Ella volvió al salón y se entretuvo en sacar libros. A veces leía una página. Otras sólo veía los títulos. Su rostro parecía decir que estaba disfrutando en aquel ambiente.

-     Bueno, señorita. A comer.
-     ¡Qué buen aspecto tiene!
-     Sí, cuando me echen del trabajo me dedicaré a la cocina.

Vió como la cara de la chica tomaba un aspecto serio que no sabía a
qué achacar.

-  ¿Echarte?
-     Como están las cosas. O como dicen que están las cosas... Todo es posible. Al fin y al cabo sólo somos puros saltimbanquis para hacer reir.

Ella sonrió amargamente, pero no dijo nada.

-  Bueno, no pensemos en esas cosas y vamos a comer que estoy que me caigo.
         _   ¡Venga!
        
         Sin televisión, sín música. Comieron y se tomaron despaciosamente una botella de vino de primera. De ese que no emborracha pero templa al cuerpo. Al final tomaron un café. Estaba claro que con aquella comida no iba bien el té.
          
         _  ¡Quiero quedarme aquí esta noche!- soltó ella de pronto.
         _  ¿Quedarte conmigo? Bueno.... Esto sí que no me lo esperaba. Bien, vamos a dejar una cosa en claro.
         _  Calla, ya lo sé. Tú accediste a que viniera porque a los dos nos gusta la literatura. Ya lo sé. Y sé que no tenías, ni tienes intención de seducirme, ni nada por el estilo. Ya lo sé... Pero, por favor. Déjame quedarme aquí contigo esta noche. Teniendo aunque sea una manta en el suelo no me importa.
-     Es que tampoco tengo pijamas de mujer...
-     No importa, con uno de los tuyos...
-     Te estará grande...
-     Más grande es el mundo y a veces nos queda pequeño.
-     Bien, si insistes. Espero que comprendas mi sorpresa.
-     Lo comprendo. Pero esta noche quiero quedarme aquí contigo, pero sin preguntas.
-     Sin preguntas. De acuerdo. Bien, vamos a ver. Voy a poner el baño. Tú te bañas primero. Mientras tanto yo preparo los cuartos. Al lado de mi dormitorio hay otro sólo con libros y vídeos. Mi material de trabajo. Ahí te prepararé la cama. En el cuarto de baño, sobre la silla, te dejaré el pijama y las toallas.
-     De acuerdo.

         Después de calentar el baño ella entró y cerró la antesala. Mientras se desnudaba él fue preparando las habitaciones en las que dormirían. Una vez terminado entró en la antesala del baño. En la silla ella había colocado su ropa muy bien doblada. La salíta desprendía un peligroso perfume de mujer. Era un lugar femenino y delicado como las flores en primavera.

-     ¿María?
-     ¿Qué?
-     Aquí en el respaldar de la silla te dejo las toallas y el pijama. Tal vez te esté un poco grande.
-     De acuerdo, no te preocupes.

         Salió en silencio. Esperó que terminara mientras veía las noticias en televisión. Ella apareció esplendorosa. Aunque el pijama le quedaba, ciertamente, un poco grande, tampoco era tanto. Traía su ropa doblada en la mano.

-     ¿Dónde puedo poner esto?
-     Ven conmigo.

         Y la llevó a la habitación en que ella dormiría aquella noche.

-     Aquí dormirás. Si no tienes sueño, hay muchos libros...
-     De acuerdo.
-     Bueno, yo me voy a duchar.
-     Como quieras.

         El terminó su aseo. Límpio y fresco como una lechuga se dirigió al salón. Todavía estuvieron una hora charlando sobre todo lo divino y humano, pero no sobre cosas de su vida privada.

         _  ¡Flor de Té! Creo que ya va siendo hora de dormir, aunque mañana no haya que trabajar.

-     Sí, ya es hora.
-     Buenas noches. Si tienes frío puedes aumentar la temperatura de la calefacción eléctrica.
-     Gracias-... y lo besó en la mejilla.

         El se metió en la cama intrigado. ¿Quién era ella? ¿Qué era aquella sombra de tristeza en sus ojos? ¿Por qué no quería preguntas?
         Leía algo cuando sintió que ella se levantaba, abría la puerta de su habitación, golpeaba con los nudillos en la que él se encontraba....

-     ¿Sí?
-     ¿Puedo pasar?
-     Sí, pasa. ¿Qué te ocurre?
-     Tengo frío.
-     ¿No te he explicado cómo se sube la temperatura.
-     No. Tengo frío en el alma.
-     ¿En el alma?
-     Sí. ¿Puedo dormir contigo?
-     Bueno, pero....
-     Calla, por favor.

         Se metió en su cama y se abrazó a él. Cuando pasaron unos minutos en esa postura, por las mejillas de la muchacha comenzó a rodar un arroyo de lágrimas y sinsabores.
         El buscó un pañuelo y se las secaba. Le besaba los ojos, le decía palabras dulces, de consuelo..... Y sus labios se encontraron.
        La sinfonía rompió su curso con los primeros compases. Subidas y bajadas de tono, gritos y susurros. La habitación se convirtió en un Edén de colores y perfumes. Adán y Eva en su primigenia presencia. Un cóctel de fruta fueron sus cuerpos. Suave melocotón de la piel, pomorosas redondeces del pecho. Néctar que los pájaros liban sin descanso, abejas cargadas del polen de la vida.
         Todo lo que había sido dolor, pavor, temor, terror, desconfianza, presión, represión, se esfumó como el humo que se lleva el viento. Sólo el goce de vivir recorría las costuras del alma, sólo el deseo de ser frente al mundo, cuando el mundo les había hecho tanto daño.
         Llegó la mañana y aún seguían embarcados en el vapor del placer. Hiedra que cubre las paredes, enramadas cubriendo los portales, enroscamiento de un ser en otro ser sin saber dónde empieza uno y dónde termina otro....
         Cuando la extenuación hizo mella en ambos la noche se hizo sobre sus mentes. Durmieron hasta media tarde....
        
-     Tengo que irme, dijo ella.

         Salió de la habitación. Se vistió en silencio. El también. Fueron al salón. Comieron algo.

-     Te acompaño a la estación.
-     No, por favor. Y sin preguntas.
-     De acuerdo, pero dame tu número de teléfono.

         Ella sonrió suavemente. Estaba claro que era una negativa.

        La acompañó a la puerta. Antes de abrir juntaron sus labios en un beso que les supo a mar. Caricia de olas tíbias pero que al separarse dejaron un rastro de desesperanza, desolación y muerte.