sábado, 12 de septiembre de 2015

LA HORA DEL TE

                                 LA HORA DEL TE


“Bajo los coros zarzueleros de la Bohemia...” No hace falta estar en París para ser bohemio-, pensaba Joaquín.
        Un pobre chico de provincia, impulsado por la necesidad, sale de su país. ¡Qué cosas pasan! ¿Quién me iba a decir a mí que alguna vez me iba a ver en una situación semejante? ¿Y qué es esto sino una vida bohemia? A altas horas de la noche, con el cuerpo hecho polvo por el cambio de ambiente. Una gente distinta, y tomando té en una ciudad cualquiera en vasos de cerámica de Nagoya. ¡Si esto me lo hubieran dicho antes no me lo hubiera creido! Pero es así. Si la gente que vivía hace un siglo hubiera pensado en esto, si se levantara de sus tumbas..., volvería a morirse.
        Y es que hoy no se puede pensar en el chovinismo propio de la patria chica. Yo, Joaquín, hablando de literatura rusa, con un ruso en cielo alemán. ¡Divertido! Y es que hay que ir rompiendo tópicos. Los españoles  no son tan vagos, ni los ingleses tan caballerosos. ¿Por qué tenemos que tomar el té a las cinco de la tarde? ¿No se puede hacer a las cuatro de la mañana, como ahora?
        El mundo está loco, comprobado. Se montan los tíos sus tingladitos patrioteros y ¡zas!, la comunicación entre la gente se rompe. ¿Tendrá razón Mafalda al pensar que si doscientos millones de americanos duermen y seiscientos millones de chinos trabajan lo que divide al mundo no son las ideas sino la cama? En fín, ¿qué le vamos a hacer?
        Héteme aquí, perdido en un futón, en Japón, viviendo con otros tipos, entendiéndonos perfectamente, comiendo cómo y cuándo podemos, enseñando idiomas, leyendo en distintas lenguas...Pero bueno, leche, que es posible ser ciudadano del mundo. ¡Que un país no es mejor que otro por tener más sol o más tecnología punta! Sencillamente, cada cual tiene lo suyo, bueno y malo, interesante o no. ¿Pero qué nos diferencia a unos de los otros? ¿El color, el sexo, la religión? Al fín y al cabo el corazón del hombre siente igual en inglés, japonés, español o bantú.
        Lo que no se puede es ser tan cerrado de mollera que tenga uno que vivir como una máquina. A las siete te levantas, desayunas mal y deprisa, la oficina, las máquinas, encadenado a un horario. Cada vez que recuerdo que los niños entran a la escuela a golpe de sirena... ¿Qué tipo de borregos serán estos niños cuando crezcan?
        Pobre humanidad, la mitad del mundo se muere de hambre y la otra tira las cosas porque tiene el cuerpo y la casa saturada. Mundo loco,¿dónde vas?. Si “dios” existe , cuando hizo el mundo debería de estar borracho o hasta las trancas de L.S.D.  Y encima decir que el ser humano es el ser supremo de la creación. Locos. ¿O es que alguien tiene intereses en este tinglado? Seguro, porque desde que uno oyó que Pablo VI tenía acciones en fábrica de armas y de anticonceptivos, pues..., ¿hacen falta más palabras?
Pero aunque la religión vaya perdiendo puntos, quedan los políticos. El público no se entera. Todo este público no siente la religión como se siente en otros sitios, pero cree en sus políticos, cree que hay que trabajar para el país, para el estado y en compensación el estado trabaja y piensa por ellos. ¿Pero dónde está la imaginación, el poder creativo del hombre?. “Money,
money, money”, dice la canción. Nietzsche anda suelto por el mundo. Y luego dicen que estaba loco. ¿Loco? Al cuerdo lo llaman loco y al loco lo forran de millones.
        Helena, qué razón tenías al escribir “La pesadilla”: “El mundo es una pesadilla que no sabe cómo va a terminar”. Locas noches estas, llenas de sensaciones desembocadas sobre el papel. Si no hay tanta diferencia. 
Con lo bonito que sería llegar a un círculo de gente y poder compartir su pan sin tener que pedir permiso. Si es verdad lo que alguien dijo, que somos hermanos, ¿por qué no lo somos?



                      Escrito “para-realista”  K. 23-1-1982

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