Hará
unos dos años que me llegó por correo un gran sobre desde la ciudad
de Doña Mencía, provincia de Córdoba, en España. Venía con
remite de mi viejo amigo y conocido Jose María Zafra. Jose María
desarrolla su trabajo en Doña Mencía, aunque vive en la ciudad de
Baena.
Jose
María es, en palabras suyas, que hago mías sin reserva, un amigo
desde la época del pantalón corto y del correr juntos tras el balón
en la calle.
Entre
los materiales que mandaba, yo le había pedido cosas para hablar
sobre la aceituna y el aceite de oliva en Andalucía, venía un libro
de poemas de Manuel Luque Tapia, para mí perfectamente desconocido
poeta, que me recomendaba especialmente.
A
fuer de sinceros, aunque sienta uno un cierto rubor vergonzante en
las mejillas cuando lo recuerda, pensé: “Jose María, ¿qué me
mandas? ¿un libro de un poeta de pueblo pagado de las ínfulas de la
belleza campesina, de la bondad del campo?”. Más o menos fue esta
frase la que recorrió mi mente.
Aunque
no lo digo a modo de justificación, estar en Japón, donde hablar de
flores, la naturaleza, la belleza del paisaje está a la orden del
día en muchos quehaceres cotidianos, debió ejercer alguna
influencia negativa para que tal pensamiento tomara cuerpo antes de
la lectura del libro.
Pues
bien, esa idea se vio vapuleada y hecha trizas desde el primer verso
del proemio del libro “Angeles de la noche”: El mar es un
oceánico camposanto/ un cementerio de cadáveres flotando.
Al
terminar de leer el libro..... Manuel, me las diste todas juntas y me
lo merezco.
Hacía
tiempo que no leía un libro tan bello, profundo, hermosamente
doloroso. Un libro que además de hermoso en su palabra no deje
títere con cabeza en una sociedad que tiene mucho de hipócrita.
La
inmigración, yo también, a pesar de todo soy un inmigrante, la
prostitución, afortunadamente no he tenido que venderme a los
“machos”, aunque en mi profesión haya tenido que callar y haya
tenido que hacer lo que se me “sugiere”, sugerencias que son
órdenes del que paga si quería seguir en el trabajo....
Sí,
porque el tema de prostitución inmigrante está también en Japón a
la orden del día. Prostitución nacional, vestida de libertad y
prostitución procedente de Filipinas y el sudeste asiatico, de
Hispanoamérica o de alto nivel procedente de Rusia, Europa, EEUU.,
prostitución de aquí y de allá para aplacar las furias de
guerreros de alta producción de un país que se presenta como muy
moralista cuando en sus entrañas tiene mucho de podrido.
Inmigrantes
traidos a bajos precios, ellos y ellas, y explotados en la cama o en
las fábricas con la obligación inalienable de pagar los impuestos,
pero sin ningún derecho en la sociedad.
Afortunadamente
hay un sector de la sociedad que se preocupa por salvar a estos
naufragos del capitalismo salvaje o de los regímenes más o menos
despóticos de sus paises, pero las esferas oficiales y la mayoría
del pueblo..... No quiere enterarse. Todo esto, toda esta explotación
está en el libro de Manuel, en uno de los niveles más bajos del ser
humano en tanto en cuanto la explotación se realiza llevada por la
necesidad de poder comer y la degradación se lleva a cabo finalmente
acusando al explotado de ser la causa de ser explotado. Poderoso
caballero es Don Dinero, que dijera Quevedo.
Forma
libre, palabra precisa, que llega, golpea, que no perdona. Tendría
que repetir todo el libro para decir lo que me ha gustado. Sólo
recomiendo que el que lo encuentre entre sus manos.... lo lea.
AL-GARID
Al
caer en mis manos el libro de Manuel Luque Tapia AL-GARID, quizás
por aquello de la deformación profesional, la mente empezó a
funcionar.
Arabe,
suena a árabe, lo que no es extraño teniendo en cuenta que el autor
nació y vive en una de las zonas más civilizadamente arabizadas en
su tiempo de la Península Ibérica, la Subbética, en Doña Mencía.
El
segundo paso, AL-GARID, suena a guarida, ¿guarida de ladrones? En
una época por aquellos pagos Jose María y sus muchachos eran los
dueños de la serranía.
No.
Tampoco. No sé, no sé qué significa AL-GARID, pero aunque suene a
guarida es una guarida muy especial.
Manuel
nos dice que el aroma de la rosa no va más allá de su reino, que
escribe con tinta de un cerebro cansino de escudriñar e indagar la
parálisis de su cuerpo.... Si AL-GARID tiene algo que ver con la
guarida , esa guarida es la del propio yo, la de su propia esencia.
Manuel
se busca en su interior, en su tiempo, ya pasado, en la casa, en los
recuerdos de una vida que no se sabe muy bien si ha sido o no ha
sido.
Pienso.
Vago dentro de mis adentros
y
no me hallo.
No
me hallo, la vida es un laberinto, y busco al hombre y a mí mismo, y
no me hallo, y cuando encuentro algo, cuando parece que me he
encontrado no sé si estoy vivo o muerto.
“Yo
que estaba dormido
soñando
en mi lecho de muerte....”
¿Estaba
vivo, dormido, o el sueño era ya la muerte? Un poema lleva el título
38 AÑOS. Los 38 años, los 40 años es una edad ambivalente y
escurridiza. Esa edad en la que se empieza a notar que a pesar de las
apariencias, el cuerpo, como los coches, suelen tener sus primeras
fallas, que la persona, a diferencia de las de 15-20 está prisionera
en una red de responsabilidades de las que no puede salir tan
fácilmente.
Una
edad en la que una parte del yo dice: “Yo soy joven y fuerte”, y
otra te dice: “¿Hermano, dónde dejaste lo mejor de tu vida?”
A
partir de ahora estás cargado de la responsabilidad de ser aunque no
quieras, frente a ti mismo, frente al mundo.... Una edad llena de
interrogaciones , ¿las galerías del alma que presenta Manuel son
una interrogación sobre su propia vida o sobre la vida? Quizás son
las dos cosas al mismo tiempo, unas galerías a través de las que se
busca el retorno al origen. Pero volver al origen es ya imposible ,
sólo queda la salida hacia adelante, una salida hacia adelante que
sólo tiene un final, el cadáver..., el cadáver que quizás somos
cada uno de nosotros al no saber, al no haber podido encontrar
sentido a la vida.
Posiblemente
sea esa guarida, ese algarid poético de Manuel el laberinto como
respuesta a la pregunta que se suele hacer el hombre a cierta edad.
Una pregunta sin respuesta pero que la vida misma irá despejando de
las tinieblas del ser para desembocar en la luz o en una tiniebla aún
más oscura y ya imperecedera.
EN DEFENSA DEL
VERBO AMAR
Será
al menos la tercera vez que leo este “En defensa del verbo amar”,
otro libro de Manuel Luque.
No
sé si leerlo en un día como hoy, 14 de febrero, tiene un valor
especial. Realmente ha sido casualidad, si es que las casualidades
existen. Y la pregunta que surge es: “¿Qué es el amor?”
Manuel
recoge el amor en el libro con un lenguaje realmente penetrante. Un
lenguaje en el que se mezcla la dulzura de los 20 años con el
pragmatismo del adulto, lo ideal con la cotidianeidad. El amor es un
“todos los días” sin cambios, pero contínuamente cambiante, en
mis palabras como las olas que bañan la playa, siempre la misma
agua, siempre distinta. No es otra cosa el maravilloso poema nº VI:
Como todos los días: y es que es tan maravilloso estrenar amor/ que
hemos decidido no concretar día ni hora.
Un
amor que tiene mucho de “arcaico”, el amor no es contemporáneo.
No se escriben cartas de amor, se escriben mensajes por el móvil
que se borrarán cuando esté lleno, no quedando ni una letra de lo
que dijimos. Ya no hay cartas de amor. El amor de Manuel es
“antiguo”, pero de una antigüedad enraizada de tal forma que
durará durante miles de años, cual olivar eterno.
La
libertad del amor, ¿ o habría que decir del sexo? no parece haber
aportado nada a los sentimientos. Los sentimientos ahora parecen de
quita y pon. ¿Será que las personas se han convertido en animalitos
que cambian cada cierto tiempo de pareja? Amor desenraizado esto que
se ve, se siente, se palpa en estos tiempos, frente a ese amor raíz
que propone Manuel. Y no me refiero a las “cadenas” sociales.
Desencadenarse socialmente parece haber supuesto una erradicación
del sentimiento profundo en nombre de no se sabe muy bien qué
libertad.
Me
quedo con el amor que propone Manuel aunque no sea contemporáneo,
porque a mí también me gustan las raices de los olivos, amoroso
árbol del campo andaluz.
RASHID
Negar
que gracias a los medios de comunicación estamos unidos como por un
cordón umbilical al mundo sería absurdo. Ciertamente, gracias a los
medios de comunicación podemos ver, conocer infinidad de cosas,
pero.... Es como aquel enfermo al que la medicina cura pero al mismo
tiempo atonta dejándolo drogado, de droga, en el sentido primigenio
de la palabra.
Rashid
aparece en la televisión porque tiene hambre. Todos sabemos que
existe el hambre en el mundo, pero con la panza llena a la hora del
telediario, esa noticia es como si la estuviéramos contemplando en
una película de ciencia ficción. Con la panza llena quedan tan
lejos los problemas, menos para los verdaderos poetas, como Manuel.
Manuel
ve a Rashid y posiblemente se ve a si mismo en una época en la que
la escasez era lo imperante. Yo, lector, a miles de kilómetros del
poema, recuerdo aquellos años en que la leche americana era la mala
leche de cada día, porque todavía no había aquellas paellas ni
grandes filetes ni gambas al ajillo que nos presentan los libros de
recetas españolas para extranjeros.
El
hombre, básicamente, desapareció de nuestra tierra, hasta tal punto
que nos hemos olvidado de que existe en el mundo. Pero Rashid no
olvida, porque el crisol de alacranes de su estómago se lo recuerda
a cada momento. Rashid no olvida pero la sociedad en lugar de
convertirse en comunitaria se convierte en privada para proteger la
propiedad de la manzana o el tomate con el que arrambla Rashid, que
hace relativamente poco era Pepe o Juan , o era ese mismo Policía
Municipal que se lo lleva a la Comisaría para declarar. ¿Y qué
hace esa sociedad para que el hambre desaparezca?
Había
por ahí algún poema o canción en la que se decía que hay varios
tipos de trabajo que si desaparecieran la sociedad sería feliz:
Los
médicos: sería señal de que todo el mundo estaría sano.
Los
jueces y abogados: sería señal que no existirían los problemas
entre las personas.
La
policía y guardias municipales: sería señal de que las personas
habrían dejado de cometer fechorías.
Los
militares y los políticos..... pero no, desgraciadamente eso queda
todavía en el reino de la utopía, y mientras exista el hambre y
niños como Rashid que tienen que sustraer algo para comer habrá
poetas como Manuel que lo gritarán alto , bellemente, profundamente
hasta hacer daño en el centro de la conciencia para que las
adormideras de las noticias no nos dejen soñolientos.
PALABRAS DE MIS
MANOS
El
poeta declara una metafórica reclusión en el castillo de Harheim,
en Austria....
Creo
que con ésta es la tercera vez que leo este poemario. Leer tres
veces el mismo poemario sólo puede significar una cosa: que te ha
cogido, que te ha agarrado las tripas y no lo puedes soltar. Y hace
falta soltar lo que se siente para que el mismo poemario trascienda
el estado de obsesión para convertirse en carne de pluma, en
palabra, en comunicación.
La
primera vez que leí el libro fue en un tren abarrotado de gente,
lugar bastante difícil para concentrarse. Pero aún y así los
tentáculos del libro se fueron agarrando a las interioridades. Era
como si un imán interior llamara al imán que posee este poemario.
No
sé la causa directa que llevó a Manuel a escribir este libro, pero
tampoco es necesario. Me hizo volver sobre mis propios pasos para ver
que hay una época en mi propia vida en la que la pluma no escribe,
en la que la palabra no fluye, en la que la vida se va reconcentrando
en un pozo sin salida, en esos pozos de amargura de los que habla
Lorca en la Casa de Bernarda Alba. Pozos que acaban convirtiéndose
en odio.
Pero
aunque la palabra poética quede muda, que la vida quede muda es otra
cosa.
Llegué
a estas tierras, Japón, en 1982. Ya venía escribiendo , y durante
muchos años seguí escribiendo. Una escritura llena de tintes
negros, una escritura llena de muerte y podredumbre, de hastío, de
asco, de mucha mierda, y no me gusta hablar en estos términos, pero
era así.
Durante
un periodo de unos 10 años, entre 1990 y el 2000 la poesía escaseó.
Me dí cuenta de ello cuando puse en orden los poemas en el
ordenador, buena palabra. Durante esta época, el número de páginas
es escaso. Crisis, dolor, angustia, tener que trabajar para comer,
luchar en una sociedad que se regía por las formas, por el nombre de
la universidad en la que se había estudiado, por una jerarquía de
valores en la que tanto tienes tanto vales. ¿Quién dijo que los
orientales se rigen por los valores del corazón? En la España, en
la Europa de los años 60-70 nos engañaron como a chinos. Que si
materialistas, que si esto, que si aquello....Pues no fue
precisamente el corazón lo que yo vi en estas tierras. Llegaron los
90 y la burbuja económica se fue a tomar por los Cerros de Ubeda....
Desde entonces no baja de 30.000 el número de suicidios anuales, la
mayoría de ellos producidos por razones económicas, por depresión,
por no saber qué camino seguir, por haber perdido el puente de plata
de la buena economía...
Se
hablaba de buena educación, de buenas maneras, de corazón...., pero
yo no veía nada de eso. Lo que la persona piensa de si y lo que
realmente muestra no siempre coinciden.
¿Qué
me salvó de no caer en la “desesperación” de la que hablan los
clásicos, vulgar, suicidio? La palabra, la escritura. Seguir
escribiendo para nadie, seguir escribiendo como catarsis, como
purificación de ese pozo amargo que se llama vida me hizo superar el
gran trago de aquellos años, hasta que llegó el año 2001 en el que
la acumulación de distintas circunstancias llavaron a la
palabra-vida a ser vida-palabra que fluye como un río de aguas
límpias que nunca se seca. Creo que desde ese año hasta hoy he
escrito mucho más que en los 20 años anteriores.
¿Fue
un tiempo de introspección necesario para purificar las aguas
interiores de la poesía? Tal vez, y tal vez por eso este poemario,
Palabras de mis manos, me agarró desde el principio.
Este
año, en un curso de la universidad he utilizado mis propios poemas
como libro de texto. Varios chicos de 20 años, teniendo problemas
afectivos, de relaciones personales, gracias al acicate de la poesía.
gracias a escribir sus propios poemas superaron la situación en la
que se encontraban....
Actualmente
en Japón hay un problema de idioma, hay un problema de comunicación,
de no saber transmitir lo que se quiere decir. La palabra se escapa
de la pluma, la palabra no llega a los labios, cada vez más, ironías
de la vida en uno de los paises que produce más medios para
comunicarse, la persona sufre de depresión, de incomunicación....
Dos
chicos me dijeron que no podían asistir a la clase por causa de la
depresión , 20 años. Escribe, escribe, escribe y búscate a través
de la palabra y terminarás curado...., fue mi consejo.
En
el libro de Manuel la gramática, ausencia de puntuación, la
desarticulación de la frase magníficamente conseguida, nos lleva a
lo que es el significado en origen de “gramática”, forma del
corazón. Si el corazón no está en orden, la palabra no fluye, la
palabra es desorden, caos, desastre total del alma.
Manuel
va curándose con la palabra y acaba recuperando el estado de
serenidad necesario para vivir. La palabra vuelve a su sitio, el
poeta vuelve a la estabilidad pero crecido en su interior, madurado,
ha echado fuera los demonios innecesarios y se dispone a ir hacia ese
horizonte que el sol señala a través de la palabra, palabra que,
yo, desde este oriente del sol naciente le deseo próspera en frutos
maduros y eternos.
Antonio
Duque Lara