jueves, 12 de julio de 2018

LA POESIA DE MANUEL LUQUE TAPIA


Hará unos dos años que me llegó por correo un gran sobre desde la ciudad de Doña Mencía, provincia de Córdoba, en España. Venía con remite de mi viejo amigo y conocido Jose María Zafra. Jose María desarrolla su trabajo en Doña Mencía, aunque vive en la ciudad de Baena.
Jose María es, en palabras suyas, que hago mías sin reserva, un amigo desde la época del pantalón corto y del correr juntos tras el balón en la calle.
Entre los materiales que mandaba, yo le había pedido cosas para hablar sobre la aceituna y el aceite de oliva en Andalucía, venía un libro de poemas de Manuel Luque Tapia, para mí perfectamente desconocido poeta, que me recomendaba especialmente.
A fuer de sinceros, aunque sienta uno un cierto rubor vergonzante en las mejillas cuando lo recuerda, pensé: “Jose María, ¿qué me mandas? ¿un libro de un poeta de pueblo pagado de las ínfulas de la belleza campesina, de la bondad del campo?”. Más o menos fue esta frase la que recorrió mi mente.
Aunque no lo digo a modo de justificación, estar en Japón, donde hablar de flores, la naturaleza, la belleza del paisaje está a la orden del día en muchos quehaceres cotidianos, debió ejercer alguna influencia negativa para que tal pensamiento tomara cuerpo antes de la lectura del libro.
Pues bien, esa idea se vio vapuleada y hecha trizas desde el primer verso del proemio del libro “Angeles de la noche”: El mar es un oceánico camposanto/ un cementerio de cadáveres flotando.
Al terminar de leer el libro..... Manuel, me las diste todas juntas y me lo merezco.
Hacía tiempo que no leía un libro tan bello, profundo, hermosamente doloroso. Un libro que además de hermoso en su palabra no deje títere con cabeza en una sociedad que tiene mucho de hipócrita.
La inmigración, yo también, a pesar de todo soy un inmigrante, la prostitución, afortunadamente no he tenido que venderme a los “machos”, aunque en mi profesión haya tenido que callar y haya tenido que hacer lo que se me “sugiere”, sugerencias que son órdenes del que paga si quería seguir en el trabajo....
Sí, porque el tema de prostitución inmigrante está también en Japón a la orden del día. Prostitución nacional, vestida de libertad y prostitución procedente de Filipinas y el sudeste asiatico, de Hispanoamérica o de alto nivel procedente de Rusia, Europa, EEUU., prostitución de aquí y de allá para aplacar las furias de guerreros de alta producción de un país que se presenta como muy moralista cuando en sus entrañas tiene mucho de podrido.
Inmigrantes traidos a bajos precios, ellos y ellas, y explotados en la cama o en las fábricas con la obligación inalienable de pagar los impuestos, pero sin ningún derecho en la sociedad.
Afortunadamente hay un sector de la sociedad que se preocupa por salvar a estos naufragos del capitalismo salvaje o de los regímenes más o menos despóticos de sus paises, pero las esferas oficiales y la mayoría del pueblo..... No quiere enterarse. Todo esto, toda esta explotación está en el libro de Manuel, en uno de los niveles más bajos del ser humano en tanto en cuanto la explotación se realiza llevada por la necesidad de poder comer y la degradación se lleva a cabo finalmente acusando al explotado de ser la causa de ser explotado. Poderoso caballero es Don Dinero, que dijera Quevedo.
Forma libre, palabra precisa, que llega, golpea, que no perdona. Tendría que repetir todo el libro para decir lo que me ha gustado. Sólo recomiendo que el que lo encuentre entre sus manos.... lo lea.
AL-GARID

Al caer en mis manos el libro de Manuel Luque Tapia AL-GARID, quizás por aquello de la deformación profesional, la mente empezó a funcionar.
Arabe, suena a árabe, lo que no es extraño teniendo en cuenta que el autor nació y vive en una de las zonas más civilizadamente arabizadas en su tiempo de la Península Ibérica, la Subbética, en Doña Mencía.
El segundo paso, AL-GARID, suena a guarida, ¿guarida de ladrones? En una época por aquellos pagos Jose María y sus muchachos eran los dueños de la serranía.
No. Tampoco. No sé, no sé qué significa AL-GARID, pero aunque suene a guarida es una guarida muy especial.
Manuel nos dice que el aroma de la rosa no va más allá de su reino, que escribe con tinta de un cerebro cansino de escudriñar e indagar la parálisis de su cuerpo.... Si AL-GARID tiene algo que ver con la guarida , esa guarida es la del propio yo, la de su propia esencia.
Manuel se busca en su interior, en su tiempo, ya pasado, en la casa, en los recuerdos de una vida que no se sabe muy bien si ha sido o no ha sido.
Pienso. Vago dentro de mis adentros
y no me hallo.
No me hallo, la vida es un laberinto, y busco al hombre y a mí mismo, y no me hallo, y cuando encuentro algo, cuando parece que me he encontrado no sé si estoy vivo o muerto.
“Yo que estaba dormido
soñando en mi lecho de muerte....”
¿Estaba vivo, dormido, o el sueño era ya la muerte? Un poema lleva el título 38 AÑOS. Los 38 años, los 40 años es una edad ambivalente y escurridiza. Esa edad en la que se empieza a notar que a pesar de las apariencias, el cuerpo, como los coches, suelen tener sus primeras fallas, que la persona, a diferencia de las de 15-20 está prisionera en una red de responsabilidades de las que no puede salir tan fácilmente.
Una edad en la que una parte del yo dice: “Yo soy joven y fuerte”, y otra te dice: “¿Hermano, dónde dejaste lo mejor de tu vida?”
A partir de ahora estás cargado de la responsabilidad de ser aunque no quieras, frente a ti mismo, frente al mundo.... Una edad llena de interrogaciones , ¿las galerías del alma que presenta Manuel son una interrogación sobre su propia vida o sobre la vida? Quizás son las dos cosas al mismo tiempo, unas galerías a través de las que se busca el retorno al origen. Pero volver al origen es ya imposible , sólo queda la salida hacia adelante, una salida hacia adelante que sólo tiene un final, el cadáver..., el cadáver que quizás somos cada uno de nosotros al no saber, al no haber podido encontrar sentido a la vida.
Posiblemente sea esa guarida, ese algarid poético de Manuel el laberinto como respuesta a la pregunta que se suele hacer el hombre a cierta edad. Una pregunta sin respuesta pero que la vida misma irá despejando de las tinieblas del ser para desembocar en la luz o en una tiniebla aún más oscura y ya imperecedera.
EN DEFENSA DEL VERBO AMAR

Será al menos la tercera vez que leo este “En defensa del verbo amar”, otro libro de Manuel Luque.
No sé si leerlo en un día como hoy, 14 de febrero, tiene un valor especial. Realmente ha sido casualidad, si es que las casualidades existen. Y la pregunta que surge es: “¿Qué es el amor?”
Manuel recoge el amor en el libro con un lenguaje realmente penetrante. Un lenguaje en el que se mezcla la dulzura de los 20 años con el pragmatismo del adulto, lo ideal con la cotidianeidad. El amor es un “todos los días” sin cambios, pero contínuamente cambiante, en mis palabras como las olas que bañan la playa, siempre la misma agua, siempre distinta. No es otra cosa el maravilloso poema nº VI: Como todos los días: y es que es tan maravilloso estrenar amor/ que hemos decidido no concretar día ni hora.
Un amor que tiene mucho de “arcaico”, el amor no es contemporáneo. No se escriben cartas de amor, se escriben mensajes por el móvil que se borrarán cuando esté lleno, no quedando ni una letra de lo que dijimos. Ya no hay cartas de amor. El amor de Manuel es “antiguo”, pero de una antigüedad enraizada de tal forma que durará durante miles de años, cual olivar eterno.
La libertad del amor, ¿ o habría que decir del sexo? no parece haber aportado nada a los sentimientos. Los sentimientos ahora parecen de quita y pon. ¿Será que las personas se han convertido en animalitos que cambian cada cierto tiempo de pareja? Amor desenraizado esto que se ve, se siente, se palpa en estos tiempos, frente a ese amor raíz que propone Manuel. Y no me refiero a las “cadenas” sociales. Desencadenarse socialmente parece haber supuesto una erradicación del sentimiento profundo en nombre de no se sabe muy bien qué libertad.
Me quedo con el amor que propone Manuel aunque no sea contemporáneo, porque a mí también me gustan las raices de los olivos, amoroso árbol del campo andaluz.
RASHID

Negar que gracias a los medios de comunicación estamos unidos como por un cordón umbilical al mundo sería absurdo. Ciertamente, gracias a los medios de comunicación podemos ver, conocer infinidad de cosas, pero.... Es como aquel enfermo al que la medicina cura pero al mismo tiempo atonta dejándolo drogado, de droga, en el sentido primigenio de la palabra.
Rashid aparece en la televisión porque tiene hambre. Todos sabemos que existe el hambre en el mundo, pero con la panza llena a la hora del telediario, esa noticia es como si la estuviéramos contemplando en una película de ciencia ficción. Con la panza llena quedan tan lejos los problemas, menos para los verdaderos poetas, como Manuel.
Manuel ve a Rashid y posiblemente se ve a si mismo en una época en la que la escasez era lo imperante. Yo, lector, a miles de kilómetros del poema, recuerdo aquellos años en que la leche americana era la mala leche de cada día, porque todavía no había aquellas paellas ni grandes filetes ni gambas al ajillo que nos presentan los libros de recetas españolas para extranjeros.
El hombre, básicamente, desapareció de nuestra tierra, hasta tal punto que nos hemos olvidado de que existe en el mundo. Pero Rashid no olvida, porque el crisol de alacranes de su estómago se lo recuerda a cada momento. Rashid no olvida pero la sociedad en lugar de convertirse en comunitaria se convierte en privada para proteger la propiedad de la manzana o el tomate con el que arrambla Rashid, que hace relativamente poco era Pepe o Juan , o era ese mismo Policía Municipal que se lo lleva a la Comisaría para declarar. ¿Y qué hace esa sociedad para que el hambre desaparezca?
Había por ahí algún poema o canción en la que se decía que hay varios tipos de trabajo que si desaparecieran la sociedad sería feliz:
Los médicos: sería señal de que todo el mundo estaría sano.
Los jueces y abogados: sería señal que no existirían los problemas entre las personas.
La policía y guardias municipales: sería señal de que las personas habrían dejado de cometer fechorías.
Los militares y los políticos..... pero no, desgraciadamente eso queda todavía en el reino de la utopía, y mientras exista el hambre y niños como Rashid que tienen que sustraer algo para comer habrá poetas como Manuel que lo gritarán alto , bellemente, profundamente hasta hacer daño en el centro de la conciencia para que las adormideras de las noticias no nos dejen soñolientos.
PALABRAS DE MIS MANOS

El poeta declara una metafórica reclusión en el castillo de Harheim, en Austria....

Creo que con ésta es la tercera vez que leo este poemario. Leer tres veces el mismo poemario sólo puede significar una cosa: que te ha cogido, que te ha agarrado las tripas y no lo puedes soltar. Y hace falta soltar lo que se siente para que el mismo poemario trascienda el estado de obsesión para convertirse en carne de pluma, en palabra, en comunicación.
La primera vez que leí el libro fue en un tren abarrotado de gente, lugar bastante difícil para concentrarse. Pero aún y así los tentáculos del libro se fueron agarrando a las interioridades. Era como si un imán interior llamara al imán que posee este poemario.
No sé la causa directa que llevó a Manuel a escribir este libro, pero tampoco es necesario. Me hizo volver sobre mis propios pasos para ver que hay una época en mi propia vida en la que la pluma no escribe, en la que la palabra no fluye, en la que la vida se va reconcentrando en un pozo sin salida, en esos pozos de amargura de los que habla Lorca en la Casa de Bernarda Alba. Pozos que acaban convirtiéndose en odio.
Pero aunque la palabra poética quede muda, que la vida quede muda es otra cosa.
Llegué a estas tierras, Japón, en 1982. Ya venía escribiendo , y durante muchos años seguí escribiendo. Una escritura llena de tintes negros, una escritura llena de muerte y podredumbre, de hastío, de asco, de mucha mierda, y no me gusta hablar en estos términos, pero era así.
Durante un periodo de unos 10 años, entre 1990 y el 2000 la poesía escaseó. Me dí cuenta de ello cuando puse en orden los poemas en el ordenador, buena palabra. Durante esta época, el número de páginas es escaso. Crisis, dolor, angustia, tener que trabajar para comer, luchar en una sociedad que se regía por las formas, por el nombre de la universidad en la que se había estudiado, por una jerarquía de valores en la que tanto tienes tanto vales. ¿Quién dijo que los orientales se rigen por los valores del corazón? En la España, en la Europa de los años 60-70 nos engañaron como a chinos. Que si materialistas, que si esto, que si aquello....Pues no fue precisamente el corazón lo que yo vi en estas tierras. Llegaron los 90 y la burbuja económica se fue a tomar por los Cerros de Ubeda.... Desde entonces no baja de 30.000 el número de suicidios anuales, la mayoría de ellos producidos por razones económicas, por depresión, por no saber qué camino seguir, por haber perdido el puente de plata de la buena economía...
Se hablaba de buena educación, de buenas maneras, de corazón...., pero yo no veía nada de eso. Lo que la persona piensa de si y lo que realmente muestra no siempre coinciden.
¿Qué me salvó de no caer en la “desesperación” de la que hablan los clásicos, vulgar, suicidio? La palabra, la escritura. Seguir escribiendo para nadie, seguir escribiendo como catarsis, como purificación de ese pozo amargo que se llama vida me hizo superar el gran trago de aquellos años, hasta que llegó el año 2001 en el que la acumulación de distintas circunstancias llavaron a la palabra-vida a ser vida-palabra que fluye como un río de aguas límpias que nunca se seca. Creo que desde ese año hasta hoy he escrito mucho más que en los 20 años anteriores.
¿Fue un tiempo de introspección necesario para purificar las aguas interiores de la poesía? Tal vez, y tal vez por eso este poemario, Palabras de mis manos, me agarró desde el principio.
Este año, en un curso de la universidad he utilizado mis propios poemas como libro de texto. Varios chicos de 20 años, teniendo problemas afectivos, de relaciones personales, gracias al acicate de la poesía. gracias a escribir sus propios poemas superaron la situación en la que se encontraban....
Actualmente en Japón hay un problema de idioma, hay un problema de comunicación, de no saber transmitir lo que se quiere decir. La palabra se escapa de la pluma, la palabra no llega a los labios, cada vez más, ironías de la vida en uno de los paises que produce más medios para comunicarse, la persona sufre de depresión, de incomunicación....
Dos chicos me dijeron que no podían asistir a la clase por causa de la depresión , 20 años. Escribe, escribe, escribe y búscate a través de la palabra y terminarás curado...., fue mi consejo.
En el libro de Manuel la gramática, ausencia de puntuación, la desarticulación de la frase magníficamente conseguida, nos lleva a lo que es el significado en origen de “gramática”, forma del corazón. Si el corazón no está en orden, la palabra no fluye, la palabra es desorden, caos, desastre total del alma.
Manuel va curándose con la palabra y acaba recuperando el estado de serenidad necesario para vivir. La palabra vuelve a su sitio, el poeta vuelve a la estabilidad pero crecido en su interior, madurado, ha echado fuera los demonios innecesarios y se dispone a ir hacia ese horizonte que el sol señala a través de la palabra, palabra que, yo, desde este oriente del sol naciente le deseo próspera en frutos maduros y eternos.

Antonio Duque Lara

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