La
semana se levantó dramática. Las primeras imágenes noticieras eran
de una carrera de Maratón, muy lejos del lugar en donde vivía.
A
la llegada de los primeros corredores, de cerca de 30 mil, hubo dos
explosiones seguidas. Gritos histéricos por todas partes,
desvanecimientos, heridas que no se muestran porque es políticamente
incorrecto.
“¡Bombas!”
En principio las palabras oficiales no fueron bombas. fueron
explosiones. Exquisito uso del lenguaje para no levantar miedos
indebidos, tal vez.
Pero
aunque no había ninguna seguridad, ya se apuntaba hacia un acto
terrorista.
Desde
esta plataforma que es el buque Yamato habrá como doce horas de
diferencia hasta el lugar de los hechos. “¡Dioses! ¡Las noticias
vuelan!”.
Quizás
el subsconciente generalizado apunta siempre a la ecuación explosión
igual a terrorismo igual a islamismo radical.
No
se puede estar al tanto de todo porque ya sería mucho terrorismo
estomacal dejar el trabajo para conocer más.
En
el buque Yamato también se nota un cierto nerviosismo. En esas
aburridísimas, como en todo el mundo, reuniones del gobierno, para
determinar, discutir cosas : El Gran Jefe dio órdenes de extremar la
alerta. Y ciertamente se ha extremado.
Iba
uno a dirigirse a su lugar de luchar por los garbanzos. Ya dentro de
la estación, cuando iba a empezar a descender las escaleras para
acceder al andén, un tipo, - se intenta no descargar la ira a través
de las palabras-, se me acerca y en voz un poco ostentosa dijo algo
así como que era policía de no sé dónde, y que le enseñara no sé
qué porque últimamente últimamente indocumentada, creí escuchar
más que escuché.
Seguramente
me vería cara de pipiolo. La zona por la que uno habita es un
distrito especial educativo para chicos y chicas a los que por los
siglos de los siglos se les ha llamado “imbéciles”, como se
podría llamar rúbio, negro, gordo o flaco. La indiscriminación no
tiene nada en absoluto que ver con la realidad que se ve. A veces la
indiscriminación está escondida en las ocuras curvas del corazón y
no en las palabras. Son niños que acuden a las escuelas de la zona
porque desgraciadamente no pueden estar con los otros niños ya que
lo que harían es tirar hacia atrás de ellos. El tipo, en
definitiva, parecía uno de ellos.
No
mostró nada, sólo verborrea, y además iba vestido cual trabajador
de kiosko. Lo tenía todo menos facha de policía.
Mi
boca no se había abierto, no había dicho ni fu ni fa. El hombre,
ciertamente se disculpaba con un muelle flexible en la columna
vertebral pidiendo perdón.
Muy
contenido estaba yo pero, sin remedio, mirándolo a los ojos: “¿Quién
eres tú?”, le espeté en su lengua. Se le notó un repingo y una
frase, intento de expresar su sorpresa en voz baja: “¡Ah, habla
japonés!” El hombrecito, obediente sacó su placa policial, salvo
que fuera falsa. “¡Llevo 31 años en Japón!” “Oh, perdón,
perdón”.
El
hombre parecía perdido. Lo mismo era un verdadero pipiolo que
acababa de graduarse en la Academia de Policía y tenía que
responder al mal trato moral a que los someten las altas y
putrefactas- Lorca, Dalí, Buñuel, dixit- autoridades policiales.
La
policía anda nerviosa o tal vez se trata de una presión hacia el
foráneo. Se entiende que la policía tiene un deber que cumplir,
pero resulta muy desagradable que te vengan por la espalda y además
sin identificarse. Sólo los jefe politelevisivos vienen de frente
aunque con cara de tener algo malo en el estómago.
Seguro,
seguro que el Maratón de Bostón (je) está influyendo en cosas un
poco raras.
Le
enseñé el documento identificativo y pidiendo perdón se fue por
donde había venido.
En
los 31 años que llevo en Japón, tres veces me han pedido el
documento de identidad que deben llevar los foráneos.
En
las tres ocasiones, un día o dos días antes se había producido un
atentado terrorista llevado a cabo por grupos radicales islamistas.
¡Por todos los dioses habidos y por haber! ¡Será que mi rostro
parece más de islámico (único punto común de esa cultura) que de
la llamada Europa blanca! Todo podría ser.
En
el momento de terminar de escribir esto uno de los sospechosos está
criando margaritas y el otro está a punto de caramelo.
Kokubunji
20 de Abril de 2.013
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