sábado, 2 de junio de 2018

LA LLUVIA


La lluvia recorría su cuerpo. A pesar de todas las protecciones , el agua penetraba hasta los más ocultos rincones de sus formas.
Desde el cuello, un hilo de suave lluvia, o de sudor, era difícil saber la diferencia, iba hacia abajo, cruzaba la espalda y llegaba a los intersticios de los glúteos, para perderse en las profundidades del cuerpo. No era en absoluto una sensación desagradable.
Recibía la caricia del agua recorriendo su columna como si de unos dedos amados se trataran. Era la enervación que llegaba hacia el interior buscando otros centros.
Desde el rostro, de maquillaje inalterable, el agua sudorosa descendía por los pómulos y se concentraba a la altura de la garganta, mano seductora acariciando la respiración de la amada.
Las aletas de la nariz comenzaban a mostrar una aceleración en su actividad. El agua recorría, descendía por las laderas del pomoroso cuerpo, y por el valle entre montañas. La yema de los dedos acariciaba y se dejaba llevar.
Se le concentró un alto grado de placer. Agarró el paraguas como si estuviera agarrando una zanahoria apetitosa. Quería morderla, sacarle el zumo que tanto le gustaba y tanta vitalidad le daba.
Deleitándose en su sabor, el agua recorrió el pecho y llegó al ombligo. Placer de dioses y seguía corriendo cuesta abajo.
Terminó aproximándose al bosque que precedía las puertas del alma. Los interiores estaban húmedos, secrecciones de su más profundo ser invadían la oscuridad. El agua llegó hasta ellas. Una explosión de placer contrajo el rostro. Después cayó en un profundo sopor y se quedó dormida.

22-6-2012

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