Las
respetables canas, las respetables curvaturas del cuerpo van en
aumento. A determinadas horas del día , en determinados lugares, son
personas de inveterada edad las que abundan. ¿De dónde ha salido
tanto viejo? , dijo aquella abuela sin darse cuenta que ella misma ya
estaba en una edad más que provecta
Cuando
uno sale a la calle y ve tanto anciano se hace la misma pregunta. ¿De
dónde ha salido tanto viejo? Pero uno mismo se queda boquiabierto
cuando ve un renacuajo o renacuaja que se la queda mirando le dice:
“Mira, abuelo” (Mite Ojichan).
Bueno,
para las criaturas estas reverendas canas y barbas no son otra cosa.
Es entonces cuando uno percibe que ya no es el pibe que siente
interiormente.
La
edad, la flecha de la edad va en dirección al sexto piso. ¡Pero si
interiormente uno se siente como cuando tenía 25 años! La siguiente
reflexión es si se habrá pasado el tiempo o si no habrá habido eso
que los mayores dicen maduración. Cualquiera sabe. Lo cierto es que
cuando se va a comprar a los amplios mercados que existen, la
cantidad de ancianos y ancianas es enorme.
Poder
de la gerontocracia. Respetable ancianidad que muestra las más
diversas caras. Al no poder caminar con agilidad hay que ir frenando
cada dos pasos. Tanto señores como señoras van a su aire. Ya no
están en esta sociedad. Están en su mundo. No miran ni a derecha ni
a izquierda. Por ello no es raro que los cochecitos de la compra
choquen y se aglomeren en ciertas zonas del super.
Hoy,
en las verduras, en los yogures y en el pescado. Todo el mundo quiere
ir primero, los venerables mayores son los primeros que no conocen el
código de urbanidad.
Muchas
veces uno llega a pensar que no tienen derecho a quejarse de los
jóvenes, de la poca urbanidad de los jóvenes. Ellos son los que han
“educado” a los jóvenes. Los jóvenes se han visto reflejados en
su espejo y han aprendido que lo que hacen se puede hacer. No se
puede dejar la educación urbana a la escuela y si hay algún
problema echarle la culpa a ésta. ¿Quién ha tenido a los hijos?
Vdes, pues ustedes deben ser responsables, no las instituciones.
Estas pueden más o menos ayudar pero no solucionar algo de lo que no
son responsables.
Los
caballeros van como si fueran tortugas, no les importa un comino
nada. Además, curiosamente, a partir de cierta edad son mucho más
torpes que las damas. Vamos, el rey de la carretera. Y las damas...
Cuando van solas se concentran en precios, fechas de caducidad y no
ven nada más. ¡El mundo es mío! Pero lo peor es cuando se
encuentran con alguna vecina o familiar. De dos en fondo y no hay
Dios que pase (A tapar la calle que no pase nadie...) Atolladeros que
ni Shibuya. Los demás no se pueden mover ni hacia adelante ni hacia
atrás. No miran, forman su mundillo y ¡Viva la Pepa!
Cuando
se les suelta la lengua, en medio de los estrechos pasillos llenos de
gente, la cháchara alcanza puntos inauditos. Estas damas ponen mala
cara cuando en el tren una joven (Viva la igualdad lingüística) se
pintorrea y va dejando pelos en el vagón. Estas damas son las
grandes madres deseosas únicamente de ser reconocidas, cuando no
tienen personalidad. sólo lengua bífida, destructora de honras.
Son
respetables nuestros ancianos y ancianas, para que no se enfaden. ¿O
es en la provecta edad cuando están mostrando relamente lo que son?
Esclavos lameculos sin responsabilidad que exigen sólo por ser
ancianos.
Vade
retro, Satanás de la vejez. Aprender y así no ser.
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