lunes, 22 de enero de 2018

¡SOY FELIZ!


El había regresado primero. Después de una larga ausencia por causa del trabajo, llegó a casa y colocó un hermoso ramo de rosas que había comprado para ella en un florero. Su fragancia llenaba la habitación de una manera suave, agradable.
-Debe de estar destrozaica la pobre cuando vuelva. No hay nada para comer. Bueno, a la cocina.
Como buen cocinero que era, preparó un plato en el que la verdura, un poco de carne cortada muy finita, algún que otro embutido, queso y al final fruta y un poco de helado de chocolate lo completaba.
Cuando estaba todo preparado le colocó unas tapas encima. Si bien sería difícil mantenerlo caliente, al menos no estaría chuchurrío, como solía decir.
En la puerta sonó la llave. Era ella que regresaba del trabajo.
-Hola, cielo-, dijo ella con un esfuerzo en el que se transparentaba el cansancio, pero algo más. Era una tristeza que no se sabía muy bien de dónde venía, de dónde emanaba. Unas veces ella decía que era la oscuridad del día, el mal tiempo, otras el exceso de trabajo, otras, cosas muy naturales en la fisiología femenina, en las que el estrés hacía estragos....
Sí, quizás, consideraba él, pero sentía que no era sólo eso. Era como si su alma, en algún momento hubiera dejado abierta una ventana a otras vidas anteriores que le pesaban como el plomo. ¿Sería la tristeza que aún le quedaba, especialmente en algunas fechas , por el fallecimiento de su padre, aunque había acontecido hacía ya bastante tiempo? ¿Era el dolor acumulado de experiencias negativas que no acababa de echar fuera cual si de un exorcismo se tratara?
Desde que se encontraron ella había mejorado mucho pero aún y así no se podía decir que se hubiese curado completamente de su “enfermedad”, le llamaba él. Enfermedad del alma terriblemente arraigada. Desterrada de sí misma, era como él, una inhabituada a lo que se diría la vida normal.
Físicamente no había especialmente problemas, era ese cajoncito del alma el que no acababa de deshacerse.
-¡Guau! ¡Qué flores tan bonitas!
-Sí, pero no son nada comparadas contigo, amor.
-No te rías de mí, fíjate que mustia estoy hoy. Estoy hecha un adefesio. Parece como si usted, caballero estuviera hoy dispuesto a conquistarme....
-Por supuesto. Eso, siempre.
- Pues hoy me parece que no va a ser fácil. La sombra negra está en plena efervescencia y el cuerpo no da para más.
-Bueno, primero vamos a deshacer esa sombra y después comemos.
-Pero hoy de excitación nada, ¿eh?
-Yo no estoy hablando de excitación, estoy hablando de descanso físico. Además, para echar un buen polvete nos queda la noche, bonita.
-Ya lo sé, pendejo...
-Veamos, primero un baño. Después un masaje, después comer y una buena siesta, que nos la merecemos.
-Oh, lalá, caballero está usted en todo.
-Siempre a su servicio, señora mía.
-Vamos, pon los bártulos por ahí y a bañarnos. Necesitas un buen masaje.
-¿Un buen masaje o un buen magreo?
-Bueno, un masagreo, jojojojo....
-¿Juntos?
- De no ser así el masagreo será difícil, ¿no? ¿No te apetece?
-Claro que sí, pero no estoy.... para mucho.....
-Ya te lo he dicho, te prometo, te juro , si lo prefieres, que no te voy a comer. Por el momento prefiero la comida que he hecho.
- ¿Qué has hecho comida?
-Sí, claro.
-Ay, Dios santo. Eres un Angel.
-Sí, tu Angel de la Guarda......
-Ja,ja,ja,ja....
Se metieron en el cuarto de baño y se fueron desnudando uno al otro, despacio, entre pieza y pieza que caía a la cesta de la ropa, más sudada que sucia, un beso de miel y una caricia en sus respectivos cuerpos echándose unas mirada llenas de complicidad, ausentes de palabras.
Quedaron cual Adán y Eva creciditos. Se abrazaron en toda profundidad, quedando piel con piel. Se magreaban, era el principio del masaje.
Taparon la bañera y él cogió la manguera de la ducha. Comprobó que el agua salía a la temperatura adecuada. Primero la puso frente a sí, cual Venus de ébano, lo que parecía la preciosidad de su piel.
Con la mano izquierda sujetaba la manguera de la ducha mientras con la derecha le iba friccionando suavemente. Empezó por el cuello, delante y también detrás. El agua se aceleraba abundosa por el pecho, por las colinas de sus manzanitas. El la iba masajeando de forma que la piel reaccionaba relajándose. No era en absoluto excitación. Llegó al vientre, siguió hacia el pubis. Le hizo abrir un poco las piernas. Con las manos cogía la carnosidad de su entrepierna. El sexo se lo dejó a ella para no caer en la tentación de la excitación. Cuando lo hacía ella no sentía nada especial, cuando lo hacía él, estallaban todas las alarmas. Se tensaba completamente pidiendo más.
El se puso de rodillas, en una hábil maniobra le besó el Monte de Venus. Ella le dió un coscorrón.... Se rieron. Ella cogío la ducha y se echaba agua desde la altura del vientre. El agua espumosa pasaba por el pubis y después por las dos piernas. El tomó los muslos con las dos manos y le daba un masaje alternativamente. Llegó hasta la punta de los pies. Le hizo abrir los dedos y también se los masajeaba. Ella parecía gozar con aquel toqueteo aunque no era tan excitante como en otras situaciones más a propósito para ello.
Las rodillas las cubrió con las dos manos. Sobre la parte superior del hueso de la rodilla hacía más hincapié en el masaje. Un como calorcillo agradable hacía que los nervios de la mujer se tensaran un tanto. Después bajó a la cuña del pie y especialmente a los dedos de los pies, con la yema de los dedos de sus manos friccionaba y apretaba los nervios , las venas del pie, también las uñas. Toda ella parecía una sirena cubierta de espuma marina.
El se levantó y con la ducha la limpió de espuma totalmente.
-Ahora la cara, pero eso lo haces tú, niña.
Se espumó ella las manos, se friccionó el rostro, las orejas y una vez hubo terminado la hizo ponerse de espaldas. El volvió a embadurnarla de espuma. Empezó por el cuello que le masajeaba con la menor presión posible, más tarde sería cuando le haría un masaje rey.
El se acercó por detrás. La ducha la dejó en su sitio y la abrió con la mayor dulzura
-Pimpollito, ¿cómo estás?
-En la gloria, amor, eres un artista.
-¿Te vas sintiendo mejor?
-Sí, mucho mejor. ¿No se te levanta?
-Un poquito sí, pero hoy, ahora te toca a ti, así que el nene anda tranquilo.
-Perdóname por ser tan egoista.
-¿Egoista? ¿Y lo bien que me lo estoy pasando?
-¡Eh!
-¡Estás estupenda, niña! Hay que repetirlo con más frecuencia. ¿Te he dicho que te quiero?
- ¡Eh! ¿Ah? ¿Me lo has dicho? No lo recuerdo. Dímelo, dímelo aquí, detrás de la orejita.
- T E Q U I E R O
-Ah, que gust....oooooo. ¡Que me voy!
-Quieta pichola, déjalo para más tarde.
-¿Más tarde?
-Sí, cuando llegue el masaje de verdad.
-¿Pero hay más?
-Por supuesto, te vas a quedar nueva.
-Ay, qué tesoro tengo y no lo sabía.
El jabón le cubría los hombros, le hizo abrir un poco las piernas y poner los brazos contra la pared de la ducha. Iba dándole jabón de arriba abajo pellizcándola con los dedos. Eran pellizquitos de masaje, de cierto dolor, pero cuando soltaba la piel de un gusto estremecedor.
Bajó por los costados, masajeaba los leves michelines que tenía y llegó al trasero.
-Ummmmm, que buen culo. Un auténtico melocotón. ¿Puedo besarlo?
-¿Tiene espuma?
- No, todavía no.
-Pues anda. ¡Ay! ¡Me has mordido!
-Delicioso. Así, así, así se acabó el dolor.
-¡Carnívoro!
-Sí, con la carne buena.
De cintura para abajo la estuvo magrefriccionando. Los músculos iban quedando en relajación total. Pasó por el trasero, bajó a los muslos por su parte trasera y repitió la misma operación que en la delantera.
Al llegar a las pantorrillas ella dio un suspiro de dolor. Todo el día, todos los días de pie hacían que la tensión de las pantorrillas fuera enorme.
-¡¡¡Ahhhh!!!! ¡Qué gusto!
-Levanta la planta de los pies.
El, arrodillado, puso primero un pie y luego otro sobre una de sus rodillas. Las lavaba y manoseaba. Una corriente eléctrica subió hasta la base del cerebro.
-Ohhhhh
-Bueno, terminada.
-Ah, ¡qué bien! Ala, la escopeta está cargada.
-Pues es verdad. Verás, con un buen zurriagazo de agua fría, desde el punto más alto de la cabeza se baja.....
-Os...tras.... ¿qué es eso, cielo?
-Magia-. La explosión de risa fue tremenda.
-Y ahora a secarse.
Con la manguera de la ducha limpiaron la bañera y salieron de la pila. Se secaban mútuamente.
-¿Y ahora? -, preguntó ella entre picarona e ingénua.
-Ahora al masaje sobre el sofá
-Desnuda...
- Sería estupendo, pero los dedos quedarían señalados por eso te pones algo que no sea muy grueso.
-El pijama rosa.
-Maravilloso, además va muy bien con la fragancia de las flores. .
-Ay, eres un cielo, mua....
-Pon la cabeza sobre la almohada, que el cuello salga hacia afuera para poder respirar. No te opongas a los dedos. Cuando yo presione, expulsas el aire, cuando suelte, respiras.
Tal vez sentirás dos tipos de dolor, uno que podemos llamar agradable y otro menos agradable. Si este segundo es muy fuerte, dilo, porfa....
Ella colocó la cabeza y él empezó el masaje comenzando por la base del cuello y por detrás de las orejas. Esto lo hizo con tal suavidad que ella tuvo un repelús. Era uno de sus puntos sensibles.
Presionó el cuello y ella sintió una corriente eléctrica que le bajaba hasta el codo y la punta de los dedos.
Le entraba hondo sobre los hombros pero nunca con dolor excesivo. Ella iba relajándose. Esa zona era de las más tensas. Bajó a la columna en la parte que baja desde el cuello. A un lado y otro de la columna presionaban los dedos con suavidad. Ella respiraba acompasadamente, lo que ayudaba a la relajación.
En la parte de la cintura, ya arriba, ya en los glúteos, en los huesos superiores de las caderas hizo una presión mayor, muy en profundidad.
-Ah, qué bien.
Hizo la misma operación un par de veces de abajo arriba y de arriba abajo. Hacia el centro de la columna seguía la presión, una corriente de placer hacía los órganos sexuales de ella se hizo más que visible.
-Ahhhhh, me voy, me voy, me fuí.... , y cayó en una especie de sopor de esas que acompañan a un buen orgasmo. El continuó como si no hubiera ocurrido nada.
Los glúteos, los muslos, las pantorrillas. La desaparición de la tensión era más que evidente.
Sintió cómo ella roncaba un poco. Se había quedado dormida. Terminó por apretar la planta de los pies, en aquellos puntos en que todo el sistema nervioso se juntaba.
-Ahhhhh .... parecía gemir. Le dió una palmadita en culo. ¡Se acabó!
El sudaba. Cogió una especie de toalla amplia y se la colocó por encima para que no se enfriara. Ella seguía entre dos mundos. Mientras dormía puso la mesa y colocó una botella de vino del mejor.
Cinco minutos después ella despertó.
-¿Dónde estoy? ¿Es esto el cielo?
-No sé, pero algo parecido.
-¡Oh, hasta la mesa puesta!
-¡Por supuesto!
Comenzaron a comer. Se relamían de gusto. El, un poquito cansado, pero encantado de ver que esa cara de pena que traía había desaparecido. Ella había cerrado la cloaca de los sentimientos negativos y abierto la ventana al perfume de la vida.
“Tengo que superar estos estados de melancolía y dolor. Yo sé de dónde vienen y soy yo quien debe eliminarlos. Es malo para mí y malo para los que me rodean que salga ese demonio tan feo. Decidido. Cuando me sienta así le pediré un masaje como el de hoy. ....”


 Terminaron de comer. Ella recogió todo porque lo vió más bien agotado. Sobre el sofá, que estaba abierto, tendió una toalla, puso una almohada doble y se tumbaron a echar la siesta. Ella muy arrimadita a él, empezó a soñar con un campo de flores variadas. De su cuerpo salía una especie de humo negro que iba ascendiendo hacia la nada. Quedó límpia de cuerpo y malos humores. El corazón se sentía tranquilo, feliz. Por vez primera en mucho tiempo usó el verbo ser: SOY FELIZ.

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