jueves, 22 de febrero de 2018

¡GORDO!

¡GORDO!

¡GORDO!

Llegó con cara de pocos amigos, aunque los ojos, no podría disimularlo del todo, le brillaban.
Ella le abrió la puerta con una sonrisa tan encantadora que estuvo a punto de descubrirse desde el principio. Fue a echarle los brazos al cuello.
-¡Déjame!-, casi le gritó.
-¡Ostrasssss! ¿Qué es esto? ¿Te pasa algo, cielo?
-Síiiiiii, me han dicho gordo.
-¿Ehhhhh? ¿Quién?
-En el trabajo....
-¿Pero cómo es eso si no has cambiado nada desde que vivimos juntos?
-Ya lo sé, pero lo parece, que si la curva de la felicidad...
-Y si estás gordo, ¿qué? Te como los michelines que te sobren....
- No tiene gracia. Yo me divorcio.
-¿Qué, cómo?
-Sí, me tratas demasiado bien. Así que no me extraña.
-Ajajajajá, pues hoy no comes-, ella puso una cara muy seria, pero por dentro estaba para explotar de risa.
- ¡Eh!, no, no porfa, si era una broma....
-¿Una broma? Vaya susto que me has dado....
-Condéname a cualquier cosa menos a no comer.... gua,gua-, imitaba el llanto de un niño.
Empezaron a reirse de lo lindo. Era un juego constante a la hora de comerse.
-Bueno, tio bueno, ¿qué quiere comer hoy?
-Primero pan de hijo.
-¿Por ahí vas a empezar? ¡Vaya tío! Empieza por este quesito de tetilla de Pontevedra que tengo a la izquierda, y lo vas comiendo con trocitos de manzanitas de la derecha.
-Ummmmmm, ¡qué rico!-, se relamía. - ¿Y tú?
- Pues yo, de primero chorizo con huevo duro y el otro azucarado de postre. Todo entreverado con un plátano hermoso y largo, muy duro para poder morderlo a mi placer.
-Después unas magras de cachete de cerdita jovencita, así, así.... ufff qué ternita, con su grasita a la miel por encima. Qué rico te lamo y me relamo.
-Yo también muerdo este lomito que tienes por aquí, tiene un poco de grasa pero es de lo más apetecible.
-Y ahora sí, ahora un poco de pan de higo para cambiar el sabor de la boca. A propósito, ¿el conejo no quiere comer zanahoria?
-Sí, sí, está echando baba. Veamos, así. Uy, ¡cómo se la introduce! ¡De un golpe! Glotón que te vas a atragantar.
Así continuaron un buen rato. El chorizo entró en el mollete lentito y calentito y él se comía el queso de tetilla y la manzana. Al final un buen chorreón de una materia blanca que se diría yogurt lo llenó todo. Los dos se lo morreaban mútuamente, en un morreo de aquí te espero... y cayeron durmiendo sin dilación. El cabreo había desaparecido.
Sonó el timbre
la hora se acercaba
del fin del año
las palabras volaban
como jugando
Por las puertas del placer
del cuerpo humano
timbre a timbre se van corriendo
las manos entrando
chorizo comiendo
Hermosos como Apolo
y Venus en su momento
los minutos pasan
el cuerpo lleno
hasta la médula del alma
se siente pleno
el placer que les corre
por todo el cuerpo
Las doce dieron
maravillosa entrada de año
y ellos corriendo. 

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