¡GORDO!
¡GORDO!
Llegó
con cara de pocos amigos, aunque los ojos, no podría disimularlo del
todo, le brillaban.
Ella
le abrió la puerta con una sonrisa tan encantadora que estuvo a
punto de descubrirse desde el principio. Fue a echarle los brazos al
cuello.
-¡Déjame!-,
casi le gritó.
-¡Ostrasssss!
¿Qué es esto? ¿Te pasa algo, cielo?
-Síiiiiii,
me han dicho gordo.
-¿Ehhhhh?
¿Quién?
-En
el trabajo....
-¿Pero
cómo es eso si no has cambiado nada desde que vivimos juntos?
-Ya
lo sé, pero lo parece, que si la curva de la felicidad...
-Y
si estás gordo, ¿qué? Te como los michelines que te sobren....
-
No tiene gracia. Yo me divorcio.
-¿Qué,
cómo?
-Sí,
me tratas demasiado bien. Así que no me extraña.
-Ajajajajá,
pues hoy no comes-, ella puso una cara muy seria, pero por dentro
estaba para explotar de risa.
-
¡Eh!, no, no porfa, si era una broma....
-¿Una
broma? Vaya susto que me has dado....
-Condéname
a cualquier cosa menos a no comer.... gua,gua-, imitaba el llanto de
un niño.
Empezaron
a reirse de lo lindo. Era un juego constante a la hora de comerse.
-Bueno,
tio bueno, ¿qué quiere comer hoy?
-Primero
pan de hijo.
-¿Por
ahí vas a empezar? ¡Vaya tío! Empieza por este quesito de tetilla
de Pontevedra que tengo a la izquierda, y lo vas comiendo con
trocitos de manzanitas de la derecha.
-Ummmmmm,
¡qué rico!-, se relamía. - ¿Y tú?
-
Pues yo, de primero chorizo con huevo duro y el otro azucarado de
postre. Todo entreverado con un plátano hermoso y largo, muy duro
para poder morderlo a mi placer.
-Después
unas magras de cachete de cerdita jovencita, así, así.... ufff qué
ternita, con su grasita a la miel por encima. Qué rico te lamo y me
relamo.
-Yo
también muerdo este lomito que tienes por aquí, tiene un poco de
grasa pero es de lo más apetecible.
-Y
ahora sí, ahora un poco de pan de higo para cambiar el sabor de la
boca. A propósito, ¿el conejo no quiere comer zanahoria?
-Sí,
sí, está echando baba. Veamos, así. Uy, ¡cómo se la introduce!
¡De un golpe! Glotón que te vas a atragantar.
Así
continuaron un buen rato. El chorizo entró en el mollete lentito y
calentito y él se comía el queso de tetilla y la manzana. Al final
un buen chorreón de una materia blanca que se diría yogurt lo llenó
todo. Los dos se lo morreaban mútuamente, en un morreo de aquí te
espero... y cayeron durmiendo sin dilación. El cabreo había
desaparecido.
Sonó
el timbre
la
hora se acercaba
del
fin del año
las
palabras volaban
como
jugando
Por
las puertas del placer
del
cuerpo humano
timbre
a timbre se van corriendo
las
manos entrando
chorizo
comiendo
Hermosos
como Apolo
y
Venus en su momento
los
minutos pasan
el
cuerpo lleno
hasta
la médula del alma
se
siente pleno
el
placer que les corre
por
todo el cuerpo
Las
doce dieron
maravillosa
entrada de año
y
ellos corriendo.
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