jueves, 22 de junio de 2017

DESCANSO

DESCANSO

El día había sido ajetreado para ambos. Por el tipo de quehaceres, era un ajetreo más mental que físico. El cansancio físico dejaba en cierto momento una sensación agradable. Los músculos hormigueaban pero la mente se encontraba relativamente tranquila. El otro, el ajetreo mental, llevaba a la rigidez del músculo y al bloqueo del ordenador mental. El primero se curaba con descanso del cuerpo, el segundo ni con eso conseguía desaparecer rápidamente.
La persona hacía un esfuerzo diario por aparecer en buen estado pero en su interior se iba acumulando un no sé qué oscuro que cuando no era ya soportable podía estallar de la peor manera.
La mujer, en ropa de noche, como pedía la temperatura de la habitación , se acurrucó al lado de su amado. Se miraban de frente. La altura de la almohada permitía que él pasara un brazo bajo su cuello y la mano podía acariciarle la espalda como se acaricia a un niño para que se relaje y se duerma.
Ella cruzaba su pierna derecha sobre el cuerpo amado, muy pegadita, y su brazo derecho a la altura del hombro. El brazo izquierdo de él le rodeaba la cintura. Las bocas, los labios quedaban a una altura adecuada para poder besarse con ternura.
    Fue un beso largo. Más que el ardor del beso hacia el otro, fue un beso en el que se concentraba todo el sentimiento de amor, de dulzura, de deseo de protección, de deseo de transfusión de sangre mútua. Ella, sus sentimientos, a través de los besos, estaba amando tiernamente a su niño. Se transmitían también a ella los de él, tan tiernos y dulces como la brisa del mar. Los besos iban eliminando el cansancio, limpiando todas las partículas del sentir, de los pensamientos negativos que por ella habían pasado aquel día.
    El trabajo, las diferentes relaciones con las personas, con compañeros y amigos, las preocupaciones externas, ante las que, por mucho que lo deseara, no podía huir, Toda la caja de negrura del corazón iba desapareciendo.
    En lo más profundo de su alma una luz de felicidad , una especie de rosado amanecer, empezó a hacerse paso. Se diría una luz celestial que invitaba a la limpieza del alma como el agua turbia se purifica depositándose los detritos en el fondo del recipiente.
    Ella, debido al cansancio, cayó más rápido en el sueño. El lo notó por su respiración acompasada, a veces sostenida rítmicamente con unos leves ronquidos, más bien gruñidos de gatita feliz.
    El la contemplaba con un sentimiento de felicidad infinito. No tardó mucho en caer también en los brazos de Morfeo, que bien pudiera llamarse Morfea......, si bien la palabra no existía. Quedó completamente dormido en brazos de ella.
    Cuando la luz del sol empezó a filtrarse por la ventana y los pajarillos, siempre alborotadores, a cantar, abrieron los ojos al mismo tiempo. ¿Estarían en el cielo?, se preguntaron al unísono. Tal era la sensación de placer que sentían después de haber dormido profundamente.
  • Buenos días, amor, dijo ella.
  • Buenos días, cielo, dijo él.
  • -¿Qué tal?
  • ¡De maravilla!
  • Hay que levantarse
  • Desgraciadamente sí.
  • ¿Queda tiempo para un beso?
  • Y para dos, pero no me excites que si no no tendremos tiempo para salir a pasear.
  • Bueno, el desayuno en la ducha.
  • ¡Hecho! Primero yo que quiero lavarme estos pelos de loca que tengo.....

    Beso largo,dulce, tierno que, a pesar de todo, levantó las pajarillas de la pasión y del deseo.
    DESAYUNO
    Lo quiero todo
    el cañón levantó
    a la caza del conejo
    el fusil salió
    Lo quiero todo
    todo se lo comió
    Cuando él entró en la ducha, a ella el agua le corría desde el punto más alto de la cabeza. Ya se enjuagaba después de lavarse el pelo.
    Entró con ella bajo la ducha. Se echó jabón para el cuerpo en la mano derecha y empezó a enjabonarla desde la base del cuello, por detrás de las orejas la friccionaba dulcemente. Un gemido se le escapó. Ya había terminado de enjuagarse el pelo. La mano derecha se escurría el cabello y con la izquierda lo buscaba a él. El se acercó a la parte izquierda de ella mientras con la mano derecha la friccionaba con el jabón.
    El también sentía que algo le subía desde las planta de los pies. Del cuello a la parte derecha del melocotón que parecía su culete la friccionaba con dulzura. El centro de la espalda era un reguero de agua cálida y de espuma mezclada con una sensación de sensualidad pocas veces conseguida. La espuma pasaba por el canalillo del melocotón. Ahí el metió la mano, limpiando. Una especie de rugido salía de la garganta de ella.
    El se pasó a la parte derecha. Esta vez no empezó en el cuello. La mano izquierda pasó al pecho y lo masajeaba con la espuma. Las caricias producían placenteros gruñidos de gatita. Le cogió la mano izquierda y se la llevó hacia la cintura y el bajo vientre. Un poco más y ya rozaba el pubis, mientras con la mano derecha la sujetaba con fuerza. Ella le acompaño la mano hasta que le rozó el clítoris. Como conocía su sensibilidad lo rozaba con la yema de los dedos. Ella sacudía la cabeza. Llevó su mano izquierda y lo agarró por su berenjena. Se agachó un poco y se abrió de piernas.
    -Entra, por favor. Hasta lo más hondo.
    Casi con la postura de un perrillo, le friccionaba la parte delantera, ella hacía como que huía lo que ayudaba a que el pene entrara hasta el fondo. .
    El se movía, ella tenía la mano derecha sobre la pared de la ducha, también lo hacía, pero con menos fuerza. Se ajustaron perfectamente y se iban intercambiando los ritmos. Ella puso las dos manos sobre la pared. Las manos de él se alzaron a los pechos, los pellizcaba levemente, especialmente las aureolas. Ella retrocedía y él entraba a su placer, sin dificultad ninguna.
    -Sigue, sigue, cariño, no te pares, eran palabras que con dificultad salían de la boca de ella. El jadeaba.
    - Que me corro, que me voy, que no aguanto más .
    Ella tiró de su cuerpo. Volvió a darle al chorro del agua que había cerrado con antelación . Le quitó la espuma a él, se despumó y se puso de rodillas frente a la picha inflamada. Se la introdujo dulcemente entre los labios hasta donde pudo. Una convulsión los recorrió. Ella quedó llena de otro tipo de espuma que le corría golosa por la fisura de los labios. El la levantó , la abrió de piernas y le introdujo la lengua hasta donde pudo.....
    Habían desayunado bajo la ducha, él conejo caliente y ella un vaso de leche de garañón cachondo.
    Se dieron el último roción de agua, se secaron el uno al otro, se vistieron y se prepararon para salir. 

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