miércoles, 1 de junio de 2016

EL VIEJO Y LOS NIÑOS


A LA ATENCION DE D. LUIS ALVAREZ SILVA
(EDITOR EN JEFE)
IPC , JAPAN


EL VIEJO Y LOS NIÑOS

                          El viejo era un hombre de unos setenta años. El pelo blanco y un bigote frondoso y bien recortado. En una habitación blanca, solitaria, se entretenía delante de una pantalla grande, formada por una de las paredes de la habitación. Allí leía, en extraños signos, las noticias del día.
                          Se abrió la puerta y unos cuantos chiquillos aparecieron, corriendo y alborotando.
                          - ¡Abuelo, abuelo! Aquí estamos, cuéntanos un cuento.
                          - ¿Un cuento? ¿Qué tipo de cuento quereís que os narre?
                          - Un cuento de los de antes, de los que te contaba tu abuelo cuando eras niño.
                          - De acuerdo, sentaros por ahí-. Se sentaron haciendo corro alrededor del viejo.
                          - Hace mucho tiempo- comenzó el abuelo-, en un país donde había muchos árboles....
                          - ¿Arboles? ¿Qué es eso? - interrumpió un rubiales, pequeñajo y gracioso.
                          - Eso..., pues... ¿Cómo podría explicártelo?-. Susurró el viejo mientras su corazón fruncía el ceño, retorcido de dolor. “Esa pregunta refleja muy bien su pobre situación actual”. Pensó el viejo. “¿En qué hemos convertido la vida?”- Pues eso era una cosa que salía de la tierra- continuó el hombre con gestos lo suficientemente  expresivos como para que lo entendieran-, ...y arriba tenía hojas verdes que...
                          -Abuelo, ese cuento parece muy aburrido. Cuéntanos otro, por favor- dijo una morenita simpática.
                          - Bien, veamos. Erase una vez un viejo y una vieja que no tenían hijos. Un día el viejo fue al bosque, cortó la rama de un árbol que necesitaba para hacerse un bastón y nació una preciosa niña...
                          - ¿Qué? ¡Una niña saliendo de la rama de un árbol! ¡Qué tontería! Los niños nunca salen de esas cosas tan raras. Se hacen en el laboratorio, en la probeta, con espermatozooides masculinos y óvulos femeninos. No, no, abuelo, ese cuento es mentira y muy aburrido. Cuéntanos otro...- insistió el mayor de los muchachos que tendría unos diez años.
                          El viejo forzó una sonrisa mientras sentía que la tristeza se le apoderaba del alma. El pobre hombre intentó mantener la sonrisa mientras miraba angustiado la cara de los niños. Con todo preguntó:
                          - Decidme, ¿qué tipo de cuento quereis que os cuente?
                          El más pequeño, con voz balbuceante, pero con tono firme, contestó:
                          - Queremos que nos cuentes alguna historia donde haya robots, rayos láser,bombas de neutrones, guerreros fuertes, computadoras...
                          - Sí, sí- asintieron todos al unísono.
                          El viejo, mientras contaba la historia que le habían pedido, pensaba en su niñez, en aquella época ingénua en la que comprar un libro era difícil, en la que la televisión era una cosa rara y en la que él aún creía que en la Luna había un conejito o un leñador y a los niños, cuando nacían, los traía un pájaro grandote en el pico.
                          Así, ingenuamente, había ido creciendo, había ido formándose una idea del mundo, descubriéndolo y ensanchándolo cada vez más. Los niños de ahora eran distintos, los tiempos eran distintos, el paisaje era distinto. No había árboles, ni ríos, ni se veía el Sol al levantarse. Las ciudades estaban hechas bajo tierra porque la contaminación, la radiación dejada por antiguos bombardeos aún era muy fuerte. No era necesario andar para llegar a los sitios, todo estaba automatizado y controlado por extaños artilúgios que él no comprendía. No quería pensar que lo de antes era mejor, no quería ponerse nostálgico, pero las cosas habían cambiado.
                          - ¡Qué bonito es ese cuento! Gracias, abuelo-, dijeron los chavales echando a correr.
                          El viejo miró la pared blanca. suspiró profundamente y... se fue. Los tiempos habían cambiado.

                          POSTDATA.- Escrito en 1982 y retocado para la ocasión, tiene una actualidad que aterroriza.



                                     ANTONIO DUQUE LARA   

                           

No hay comentarios:

Publicar un comentario