RAFAEL GUERRA
“GUERRITA”
Para Consuelo Sánchez
y José Mª. Zafra
La
ciudad de Córdoba también es conocida con el apelativo de “Ciudad
de los Califas”. Ciudad donde nacieron algunos de los grandes
toreros de la historia, porque Córdoba también ha sido una ciudad
importante en el planeta taurino. Califa, gran torero cordobés.
Hoy
vamos a presentar, aunque sea brevemente, a uno de ellos: Rafael
Guerra, “Guerrita”.
¿Dónde
podrá cualquier viajero o aficionado a los toros que se acerque a la
ciudad encontrar la huella de este Califa?
Sin
duda, el primer lugar será la plaza de toros. La puerta princial, en
otras plazas Puerta Grande, aquí es la Puerta de los Califas. Los
bustos de los cuatro, hasta ahora, Califas saludarán al viajero con
placer.
Otra
referencia la encontramos en el Museo Municipal Taurino, sito en el
Barrio de la Judería. Entre sus muchas salas encontramos una de
ellas dedicada a nuestro hombre.
Otra
referencia, el cementerio de la Salud. Un hermoso panteón familiar
da cuenta del lugar en que descansan los restos del diestro desde
1941.
Hablar
con los cordobeses y estar atento a la cantidad de anécdotas o
dichos populares que tienen al Guerra como centro: Sabe más que el
Guerra. Tiene más valor que el Guerra. Hay gente pa tó, como dijo
el Guerra.Son frases que en una u otra ocasión surgen en el
refranero cordobés.
Desde
hace mucho tiempo he tenido relaciones amistosas con los
descendientes, bisnietos del torero.
Nacido
en los estratos más humildes de la sociedad cordobesa, de una
inteligencia prodigiosa, supo subir en los toros y en la sociedad
hasta llegar a ser respetado y admirado, aunque también, a causa de
su carácter indomable, tuvo más de un detractor. Llegó a ser
caballero tocado, es decir podía mantenerse con el sombrero puesto
ante el rey AlfonsoXIII, que llegó también a ser su amigo.
La
última tarde que pasé con mis amigos estuvo cargada de anécdotas
sobre el antepasado, vivido de oidas, pero tan presente en el seno
familiar.
Hombre,
al parecer tacaño, pero de mujer expléndida y caritativa, no le
gustaba tirar el dinero. ¿O sería una actitud, como la de Juan
Belmonte, para espantar a golfos y vividores?
Pero
pasemos a dar un somero repaso a los datos biográficos de nuestro
torero, en un intento de hacernos una idea de su importancia en el
mundo del toreo.
Hijo
de José Guerra, el “Llavero”, conserje del Matadero Municipal de
Córdoba, y de Juana Bejarano, nació Rafael el día 6 de marzo de
1862, día de Santa Coleta, según el santoral católico.
Sus
primeros pasos como torero fueron algunas tientas en los alrededores
de la capital, y en el propio matadero, donde, en compañía de unos
amigos, se dedicaba a probar los toros que al día siguiente iban a
ser sacrificados.
Formó
parte de la cuadrilla los “Niños Cordobeses”, matando su primer
novillo en Andújar en junio de 1879.
En
1880 toreó con “Lavi”, y al año siguiente con “Bocanegra”.
Formó parte de la cuadrilla de Fernando Gómez “Gallo” hasta que
“Lagartijo”, primer Califa, lo incorporó a su cuadrilla en 1885.
Destacó
de tal manera que a “Lagartijo” le impusieron que llevara sin
falta a “Guerrita”. El mismo maestro sabía que el público
quería verlo a él porque llevaba aquel subalterno tan espléndido.
En
1886 contrató un buen número de corridas sin haber recibido la
alternativa. Toreaba con “Lagartijo” prácticamente en plano de
igualdad.
Fue
el propio “Lagartijo” quien le dio la alternativa en Madrid el 29
de septiembre de 1887, con un toro llamado “Arrecío”.
Por
estas fechas ya tenía un contrato para actuar en La Habana, Cuba. Un
contrato sustancioso que le aporto una buena cantidad de dinero y una
cornada en el cuello que estuvo a punto de costarle la vida.
En
1889 casó con Dolores Sánchez Molina, hija del novillero “Poleo”
y prima de “Lagartijo”. Ambiente completamente taurino en la
familia.
Durante
las doce temporadas que estuvo en activo actuó en 892 corridas,
según José Luis de Córdoba, y 889 según Luis Nieto Manjón.
Toreando 2577 toros, según el primero, y 2338 según el segundo.
Pero esto no es lo más importante. Lo destacable es que estuvo
siempre en cabeza en el escalafón, excepto en 1897 y que no le
mandaron vivo a los corrales ningún toro.
En
la temporada de 1895, el 19 de mayo, hizo la hombrada de torear tre
corridas en un solo día. San Fernando por la mañana, Jerez a
mediodía y Sevilla por la tarde. El color del traje estaba
irreconocible al llegar la noche. Tanto había sudado durante el día.
Aunque
tuvo una vida de triunfo, también tuvo su parte de amargura y dolor
por la incomprensión de un público papanatas, estúpidamente
exigente. Tal que en Madrid llegó a decir: “En Madrid que atoree
San Isidro”. Nunca se lo perdonaron.
El
15 de octubre de 1899 torearía la que sería su última corrida, en
Zaragoza. Dos días después se cortaría la coleta en su casa de
Córdoba rodeado de familiares y amigos.
Terminó
así la historia torera de un diestro modelo de tesón, firmeza,
caballerosidad y gallardía.
Dedicándose
a su familia, su club, su trabajo en el campo, viviría hasta el 21
de febrero de 1941, fecha en que dejó de existir.
BIBLIOGRAFIA
“CORDOBA
EN LA HISTORIA DEL TOREO” José Luis de Córdoba. Cajasur 1989.
“EL
TOREO EN CORDOBA” Idem Nebrija 1999.
“GUERRITA”
Antonio Peña y Goñi Cajasur 1987.
“TOROS
DE CORDOBA” Luis Nieto Manfón “El Día” de Córdoba 2001.
ANTONIO
DUQUE LARA
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