EL
“NEGOCIO” CONTINUA....
I
Aquello
era una tierra verde, fértil, productiva en su apariencia. El viajero, que
llegaba de un mundo distinto, de tierra árida, sin agua, sin árboles, sin
nada..., quedó atónito ante tan esplendoroso paisaje.
Siguió
su camino abservando a un lado y otro de la vereda que llevaba. Verdes árboles,
rojas manzanas, frutas de todo tipo, espléndidos prados... Sin embargo, algo,
una sensación extraña le arañaba el corazón. Todavía no había visto figura
humana ni animal por los aledaños de tan espléndido paraje.
Era
algo que le extrañaba ya que los prados y arbolados parecían cuidados por mano
humana.
Aunque
la sospecha se apoderó de su espíritu, ante lo nuevo del lugar, solazó
ampliamente sus cinco sentidos. Llevaba media hora caminando cuando empezó
realmente a preguntarse por qué sería que nadie se veía en los alrededores. A
lo lejos divisó lo que parecía ser un pueblo o una ciudad más o menos grande.
¿Cuál
no sería su sorpresa al ver en medio del camino una serie de animales muertos?
¿Qué era aquello? No era uno, que pudiera casualmente haber sido atropellado
por cualquier máquina mal conducida. No, eran diez, doce, veinte... Perros,
gatos, burros... Siguió caminando y ya no era un animal. Una niñita de seis a
siete años se encontraba tumbada al borde del camino...
Intentó
acercarse a ella, pero las señales de la muerte habían hecho tal estrago en su
rostro que apartó los ojos y continuó su marcha.
El
corazón turbado, la mente nada clara... No sabía, no podía pensar. Cincuenta
metros más adelante era otra chica, veinte, veintidos años, la que,como
agarrándose a la vida, estaba abrazada al tronco de un árbol. Ojos
desencajados, arrancándole a un punto concreto del espacio una respuesta que no
alcanzó a comprender.
Sorpendido,
aterrado, no supo hacer otra cosa que echar a correr, pero no hacia atrás, sino
hacia adelante. A un lado y otro del camino, en medio, colgados sobre el
alfeizar de las ventanas de las casas, como queriendo escapar a una sorpresa
que no se sabía por dónde había venido, se veían los cuerpos derrumbados como
troncos de árbol, de mujeres, hombres, niños..., en posturas inconcebibles, con
rostro y bocas contorsionados por un dolor sin sentido.
Siguió,
siguió, siguió corriendo, hasta que le faltó el aliento o tropezó con algo, un
cadáver boca abajo, en un lugar que parecía la plaza central del pueblo o
ciudad en que se encontraba.
Se
quedó parado, helado, petrificado. Tanto,que cerró los ojos para no ver lo que
tenía ante ellos. Respiró profundamente, intentando recuperar el aliento y los
abrió.
¡Un
sueño! Carlos se quedó largo rato en la cama, sorprendido por lo que acababa de
soñar. La tarde anterior, en una conferencia, había escuchado hablar de los
peligros de las armas biológicas, de la bomba de neutrones, de hidrógeno, de no
sé qué cuántas bombas , algunas de ellas tan inteligentes que eliminaban a
personas y animales y dejaban el resto intacto.
La
tarde anterior había oido hablar del fabuloso negocio de la muerte, llevado a
cabo en algunos paises “atrasados”, aunque claramente auspiciado por paises
“avanzados”. Sintió calor y se dirigió a la ventana. Al abrirla, los ojos se le
querían salir de las órbitas. Delante de sí tenía el resultado de las ventajas
de la civilización moderna.
(Julio 1986)
II
El
otro día, cuando me disponía a hacer limpieza entre mis viejos papeles, me
encontré con esta historia, escrita hace casi veinte años.
Desgraciadamente
el tema sigue siendo actual. La imagen que uno tiene de las guerras antiguas es
la de devastación, pero al cabo de cierto tiempo los campos volvían a
regenerarse. ¿Qué ocurrirá con las guerras modernas? ¿Tendrá el planeta
capacidad de regeneración?.
El
negocio de la muerte continua. Pero aunque la guerra es lo que más rebela
nuestra conciencia, hay otros “negocios” particulares, privados, que por
privados no parecen interesar a nadie. Que forman parte del devenir cotidiano,
tan trivializado que son “cosas que pasan”, sin más.
El
“negocio” privado del suicidio, el “negocio” privado de la locura en carretera,
del aborto del hijo no deseado, las palizas diarias en el reducto familiar.
Quien bien te quiere te hará llorar. La negación a la maternidad en nombre de
la libertad, la trata de blancas, la inmigración y explotación ilegal, la drogal
legal y la otra. Vista gorda de negocio redondo. El trasplante de órganos,
muerte de uno para vivir otro. Algunos le llaman ciencia, otros asesinato. La
cría de niños raptados, como si de cerdos se tratara, para aprovechar sus
órganos con fines científicos. Grito a voces silenciadas. Venta de niños, a
medio camino entre la clandestinidad y la legalidad...
Todos
estos “negocios” particulares son noticia de un día, a veces ni eso, pasan por
nuestras narices y a la semana ya ni nos acordamos y sin embargo van dejando en
nuestro espíritu una “caries moral” de la que no nos damos cuenta.
Sólo
la guerra nos rebela, hipócritamente, porque en el fondo de nosotros sabemos
que vivimos mejor gracias a la guerra.
Bajo
un cerezo en flor, mi amigo Carlos me contaba esta historia, mientras tomábamos
unas cervezas. Nuestras acciones en el banco seguían su camino. (Año Dos mil y pico...)
ANTONIO
DUQUE LARA
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