NO HAY QUINTO MALO...
Era
su cumpleaños. El había quedado en esperarla en casa a mediodía para el
almuerzo. Era viernes y era el último día de trabajo de la semana. Era el
encargado de hacer la comida ese día. Pero se lo pensó mejor. La esperaría a la
entrada del edicificio de su trabajo. Sería una sorpresa porque era algo que
casi nunca podía hacer. Los horarios no coincidían casi nunca.
Estaba,
como en las películas de cierta época, esperándola apoyado en una de las
barandas que había en la entrada del edificio.
Ella
salió. Iba como distraida, más bien un tanto cansada después de una semana de
lo más estresante.
Cuando
levantó el rostro y lo vio los ojos, las mejillas, todo se le iluminó. El
rictus severo con el que salió quedó relajado y se abrió en una hermosísima
sonrisa de amor.
-¡Hola!
¡Has venido!
-Pues,
a ver, toca aquí a la altura del corazón-. Ella con cara de cuchufleta y
sorpresa, lo hizo con fuerza.
-¡Ay!
-¡Ah,
perdón, te he hecho daño!. Soy una bruta.
-Ves....
soy de carne y hueso, no soy un fantasma.
-¡Tontoooooo!-,
dijo ella con un acento amoroso que parecía que se le iba a caer la baba, al
mismo tiempo que sentía su rostro sonrojado de alegría, amor y vergüenza
pública.
-¡Feliz
cumpleaños, cielo!
-¡Oh,
te has acordado! Con lo despistado que eres para estas cosas....
-¿Despistado
yo?
-Sí,
tuúúú
-Ummmmm,
si no hubiera tanta gente aquí te comería a besos.
-¿Y
por qué no lo haces?
-¿Puedo?
-¡¡¡¡Claro!!!!
lo estoy deseando.
La
besó con toda la dulzura que se pone en un niño pequeño al besarlo porque
parece que se va a romper. De pronto un aplauso sonó en torno a ellos. Eran los
jóvenes alumnos de la profe.
-¡Oh,
qué vergüenza!-. La chica más valiente saltó.
-Vergüenza
no, profe, ¡qué envidia! Con un novio tan guapo....
-¿Ves?
Hasta las jovencitas.....
-Madre
mía ¡qué he hecho yo para merecer esto! Gracias, bonita.
-Hasta
luego chicas....-, y se fueron agarrados de la mano como si de un par de
tórtolos se tratara.
-¿Dónde
me llevas? ¿No vamos a casa a comer?
-He
pensado, si no te importa, que podemos ir al Quinto Toro, comemos allí y
después volvemos a casa a descansar, Después de un rato de descanso podemos
pasear por la ciudad. Hay muchas cosas que aún no he visto, no me las has
enseñado.
-Olé
los niños guapos, mua. Vamos.
El
Quinto Toro era un bar restaurante con mucha solera en la ciudad. Llevaba
abierto desde los años cincuenta y era uno de los más reconocidos, no sólo en
el barrio, sino en la ciudad e incluso en la provincia.
El
había previamente reservado una mesa. Uno de los dueños, aunque en realidad se
podía decir que los dos, era amigo de ambos. Pidió una mesa en un rincón no muy
concurrido, aunque sabía que no podían estar completamente solos, al menos lo
más aislados posible,
El
restaurante estaba decorado con motivos taurinos. El padre de los dueños había
sido aficionado y había estado relacionado con el mundo del toro, de ahí el
nombre.
-Buenas,
señores. Vengan conmigo. Aquel rincón está bien.
-Gracias-,
dijeron a un tiempo. Se sentaron y miraron la carta.
-¡Y
bien! ¿Qué les pongo?
-En
principio un par de cerveza y alguna tapilla para hacer boca. Vamos a ver
despacio y después llamamos-, dijo ella muy decidida.
-Eso
está bien. Ahí en la barra estoy-. El camarero fue a por las cervezas y las
trajo con unas tapas de patatas a lo pobre con huevo. En todos sitios se
hablaba de que era lo mejor de lo mejor. Estuvieron echando un vistazo.
-Bueno,
comida...... Bien, entonces, varias raciones y después si hace falta algo,
añadimos.
-De
acuerdo. ¿Qué es eso del remojón de San Antón?
-Ah,
no sé, pero suena bueno. Uno de eso, otro de pulpo en ali-oli.
-Que
es bueno para la piel eso del ajo y el aceite.
-Eso,
que tengo que estar guapa, para comerte mejor que diría el lobo.
-¿Yo?
-¿Y
quién quieres que sea?
-Ola,
ola.... Ya te vas recuperando.
-Callos,
¿te gustan?
-Me
encantan, porque se parecen a tí.
-¡Tu
padre! ¡Pendejo! ¿Callo yo?
-Sí,
porque siempre me duele.
-Eso es
para que no me olvides.
-Ah,
pues ... sí, tal vez
Sin palabras, los dos reían en grande.
-Higaditos
de pollo al jerez....
-¿Y
si tomamos sólo el jerez!
-¡Borracho!
-Anda
ajumá que eres una ajumá, no de alcohol.
-Si
no es de alcohol, ¿de qué?
-De
los perfumes de mi persona.
-Oh,
lalá.... Como se lo tiene creido este niño de las narices....
-A
que me voy y no te invito....
-No,
porfa, que tienes que pagar, que hoy es mi cumple...
-Vale,
bueno, ¿más? Ensalada casera de bacalao.
-Mu
salá...
-Veamos-,
se mojó un dedo en saliva y se lo restregó por la cara a ella. Después se lo llevó
a la boca-. Como tú.
-Entonces
eso..... Pipirrana.
-Claro,
claro, pipi para la rana...
-¿Decías
algo?
-No,
no, nada.
-Vale,
me callo.
-¿Y
para beber con todo esto?
-Vino
de la casa, ¿qué tal?
-¿Aquí
qué bebeis normalmente?
-Vino
de Jumilla, vino de Ribera.... tinto.
-¡Ribera
del Duero! ¡Qué lujo! A saber cuanto vale una botella. Allí dónde vivía valía
500 euros.
-¡Ehhhhhh!
No, no vale tanto.
-Entonces
debe ser Ribera del Andarax. Tiene un precio más razonable. ¿Tinto o blanco?
-Parece
que para lo que vamos a comer es mejor el tinto ¿no?
-Vale,
una de tinto. Cabernet Sauvignon, Merlort, Sirah, Garnacha, Tempranillo, Pinot
noir....
-No
sé, me lo bebo pero no pregunto esas cosas.
-Entonces
tempranillo. ¿En tu pueblo hay vino?
-Sí,
me parece que sí.
-Entonces
debe ser éste.
-¡Jo,
y yo sin enterarme!
-¡Camarero!
Vino
el camarero . Cuando terminó de tomar el pedido, el camarero abrió los ojos....
-¿Llevais
mucho sin comer?
-No.
pero hoy es un día especial....
El
camarero fue trayendo poco a poco. Fueron echándolo en la andorga y lo iban
deglutiendo con el vino. Iba perfecto con lo que habían pedido.
Durante
una hora, boca, ojos, placer de dioses. Los platos quedaron límpios como para
comer otra vez en ellos.
-Ahora,
mi niño, saca la pasta....
-Espera,
que no sé si me podré levantar. Creo que he bebido demasiado.
-¡Jo!
Y yo más fresca que una rosa.
-¡Que
te lo crees tú eso!
Se
levantaron, pagaron y se fueron para casa. Iban cogidos de la cintura. No lo
dijeron pero sabían que iban mareados. Subieron a casa, abrieron la puerta, se
dirigieron al sofá, se sentaron y así, tal cual, se quedaron dormidos hasta la
caida de la tarde.
-Eh,
cachorrita...
-Ummmm,
déjame dormir que estoy muy cansada.
-Ya
son las ocho...
-¿Y?
-Que
mejor salimos a dar una vuelta para despejarnos...
-Déjalo
para mañana.
-Bueno,
¿y ahora qué hacemos?
-Amarnos
tiernamente....
-Oh,
a sus órdenes mi princesa...
La
levantó con dificultad y se la llevó hacia el dormitorio. No estaba ella para
darse el filete, ni él tampoco. La dejó en la ropa mínima y la metió en la
cama. El hizo lo mismo por el otro lado. Se tumbó a su lado, la abrazó y así
amanecieron a las nueve con los labios de uno y otro pegados. Por la ventana
entraba la luz del Mediterráneo.
-Buenos
días mi reina.
.Buenos
días, mi rey.
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