JUSTIFICACION
El
amor en su nacimiento es un torrente
que
todo lo arrastra.
El
amor en su nacimiento es posesivo,
todo
lo arrasa.
No se
da cuenta que va destruyéndose a si
mismo
, que va destruyendo aquello que ama.
Amar
para querer.
Amor
que se da y en dar no repara.
Amor
para el encierro en la cárcel de la pasión.
Amor
que abre la jaula,
que
en el respeto encierra su fuerza.
Con
el paso del tiempo se remansa.
Pasan
los furores, llega la calma.
La
calma de la creación que fortifica el alma.
POEMILLAS
I
I
Un rayo de esperanza
entre las nubes
Un rayo de esperanza
para el corazón
Un rayo de luz
Una ilusión
Amor.
II
El ama se serena
con la luz de tus ojos
cuando amaneces
III
Las rosas de tu jardín
para mí las quiero yo
Las rosas de tu jardín
van cantando el corazón.
IV
La sonrisa de tus labios
dulzura de amor son
La dulzura de tus labios
del dolor el extintor.
V
Lágrimas de amor
nunca son malas
Lágrimas de rencor
matan el alma.
VI
La flor de tu cuerpo
lo que yo quiero
La flor de tu cuerpo
y el corazón dentro.
VII
Nebuloso,
brumoso cielo
de verano abrasador
Amor, dáme la mano
Abrasémonos.
VIII
¡Ay qué dolor!
Qué lejos la distancia
Qué cercano el corazón.
IX
¡Qué bonito está el día
mi grande amor!
Cantaba la niña
de corazón
¡Qué bonito....
Oh, el sol se nubló!
¡Qué pasaría
mi grande amor!
X
Demonios andan sueltos
mi lindo amor
Al Demonio de la envidia
no le gustó
nuestro lindo y gran amor.
XI
La noche se hizo
la niña lloró
La noche se hizo
el niño sufrió
Al venir el día
todo sonrió.
XII
Tristeza y dolor
oscuridad oscura
pero la esperanza
no se murió.
XIII
Calma total
El alma respira
tranquilidad
Tormentas de la vida
vienen y van
calma total
en el atardecer de la vida
serenidad.
TRANSICION
XIV
D.Quijote:
Cuando nace el ideal de Dulcinea
Don Quijote empieza a ser activo
Cuando descubre la realidad
de Aldonza Lorenzo
D. Quijote toma el camino de la muerte.
XV
Añil
ojo del cielo
rescata
las fuerzas del amor.
En las nieblas
del olvido
queda prendida
la travesía del desierto.
XVI
La flor del loto
crece en los fangales
de la vida.
En las aguas pútridas
y estancadas..
Decantación de la cara
oculta del alma humana
muestra todo su esplandor
cuando se abre al sol.
Tú y yo
que hemos visto la cara
al oscuro infierno
de la existencia,
florecemos como el loto
para devolver al mundo
lo mejor de nuestras almas.
Cicatrices que se cierran.
Cimentación del futuro.
XVII
Nos encontramos allá en el sur
Un sur radiante de luz y espuma
Y nos vimos
Y nos miramos
Y nos amamos
Y nos fundimos
En un ardiente dolor
Ay, amor
Ay, amor
Tú y yo
TEXTOS EN PROSA
XVIII
LA
MUERTE DE MARTIN
Clavada en los espejos,tú,perfecta imagen de la belleza.Martín se encontraba
mal. Estaba acostado en la pobre cama que tenía en la celda del convento. Era
ya un hombre mayor, enjuto, de pelo muy blanco. Sabía que iba
a morir, que se estaba muriendo. Le había
llegado su hora. Hacía un repaso de su vida, de lo que habia hecho,de sus deseos,
de sus ilusiones, de sus frustraciones.
Todo lo aceptaba, sin
renunciar a nada. Había sido un hombre normal, incluso vulgar, sin ninguna
característica especial, aunque lo hubieran elevado a superior del convento. El
sabía que no había sido el hombre adecuado para tales menesteres, por mucho que
lo consideraran santo.
En un ramalazo de claridad
de su conciencia se le apareció la figura de una mujer. Una mujer menuda,
bella,límpida como el sol y perfumada como las flores. Era Maria, la bella y no
siempre bien comprendida Maria.De pronto sintió temor y vergüenza al recordar
aquella figura.En su vida era la única vez que habia sufridola tentación de la
carne y no había podido,sabido o querido vencerla. María le habia vencido a él.
El la había amado, apretado entre sus brazos. Se había, en definitiva,
comportado como un hombre frente a una mujer.
Recordar aquello le parecía poner una mancha negra en el gris de su vida.La
figura de la mujer negó con la cabeza. Era el espíritu de María. Ella se había
marchado al otro mundo hacía mucho tiempo.Y ahora venía a recoger su alma y
llevársela a las altas esferas.
- No. Martin, no debes
sentir vergüenza de nada. Lo que hiciste lo necesitabas, como lo necesitaba yo.
Nos amamos como deben amarse un hombre y una mujer, sin conciencia de pecado.
El pecado mata el amor.Sí, para el mundo, para la oficialidad del mundo es algo
malo y negativo lo que hicimos. Pero no para la vida, no para el verdadero
desarrollo de las personas. No hicimos daño a nadie porque nadie se enteró,
nosotros nos perdonamos
hace
ya tiempo la cicatriz que quedó de aquel encuentro.Nos amamos como nos seguimos
amando en espiritu, aunque tú no te des cuenta. Si tienes miedo yo te perdono y
te libero de la culpabilidad que sientas.
María sonrió con la mejor,
con la más maravillosa de las sonrisas posibles. Martín, liberado de todo el
peso de su conciencia cerró lo ojos. Su cuerpo se aflojó y exhaló su último
suspiro. Con él el alma se le salía por la boca y se fue a encontrar con la de
María.
-¡Qué ligereza!. Pobre Martín,lo que sufrió, pensó su alma.
Se cogieron de la mano y entraron por un tunel luminoso,se dirigieron hacia
la luz,hacia las altas esferas.
XIX
ALMA RECUPERADA
Las escaleras del sentimiento descendían. Arriba iba desapareciendo el leve
rayo de luz mientras la oscuridad se hacía más oscura, más profunda, más negra,
conforme se iba bajando.
No era sólo la más completa
de las ocuridades lo que le asolaba. El corazón lo sentía como rasgado. Era
como si un cuchillo puntiagudo se le hubiera clavado y le fuera rasgando al
tiempo que el dolor aumentaba y aumentaba
Las sensaciones y las
imágenes que le producía eran tormentosas. La respiración le flaqueaba. La
cabeza parecía una caldera a punto de estallar. Tenía el cuerpo paralizado. Ya
empezaba a dejar de sentir. La agudeza del
dolor era tal que acabaron por aflojársele
los nervios y llegó a tener la sensacion
de que había perdido el sentido.
El cuerpo cayó en redondo.
No era consciente.Algo se le escapó por la punta de los dedos. El cuerpo acabó
por desinflarse y quedó lacio. La inmovilidad era total.
El alma escapada del cuerpo
lo miraba. A la altura del corazón tenía una señal, parecía la señal de una cuchillada.
Amor era la palabra que formaba aquella extraña señal. No sólo el cuerpo. Hasta
el alma la tenía herida.
Como un Orfeo en busca de
Euridice,la insustancial esencia del hombre comenzó a moverse, buscaba algo. Se
buscaba a sí misma. Había perdido su propia sombra.Al conocer a aquella
muchacha, todos los ejes se le
habían
trastocado. Siempre había pensado que el Amor debería ir enlazado al eje
cuerpo-espíritu-sociedad.
Si los tres elementos no estaban
enlazados en cadena el equilibrio se perdería y todo se vendría abajo.Su cuerpo
le había pedido una cosa, el espíritu se le rebelaba y no podía controlarlo
porque tiraba en dirección contraria al cuerpo, lo que hacía que sintiera en el
eje fisico crisma, corazón, estomago, testiculos,planta de los pies, la
sensacion de ser una foto desen-
focada.
Algo más profundo le llevaba
al silencio y a intentar desde ese silencio la reconstrucción de su propio yo.
El cuerpo tiraba hacia el
ser recondito que encerraba ella, cálida piel de primavera. El espíritu le decía
que todo aquello iba contra toda norma establecida, no ya por la sociedad, sino
por su propio yo. Tenía que romper la cadena y rehacerse en el punto en el que
el cuerpo y el espíritu pudieran integrarse con el de ella.
La vida que había llevado
hasta ese momento había estado llena de dificultades y contrariedades. Quería pegarle
una patada, le decia su yo consciente, pero bajo él, otra parte, quizás la más
oculta de su verdadero yo,
le decía que él había elegido aquella
vida, que las circunstancias, bonita palabra tras la que se escondían sus temores,
sus odios, sus venganzas, y que el sentido del deber hasta el final le exigía
seguir ese camino hasta la consumación, llevada a cabo únicamente por la
muerte.
Por otra parte, los gatos
estampados en los billetes de banco le gritaban hacíendole ver la cobardía y la
falta de espíritu aventurero que tenía. También que,como hombre, el eje de la
sociedad le iba a pedir, le iba a exigir mucho más de lo que él mismo estaba
dispuesto a dar.
El inmaterial ser que se
había escapado del cuerpo volvió a entrar por la nariz. El cuerpo desinflado,
desplomado en la habitacion despertó. ¿Había sido un sueño? Una sensación de
ánimo le invadió. Había recuperado su alma.
XX
REENCUENTRO
Al revolver la esquina
chocaron. Los dos llevaban los libros de la escuela en la mano. Rodaron por el
suelo.
Mútuamente se pedían perdón
mientras se afanaban en recoger cada uno sus pertenencias. Cuando terminaron se
levantaron y se ... miraron.
Las palabras habían quedado
atrancadas en la garganta. No salían a flor de labios, aunque estos hacían un esfuerzo
por moverse.
Terminaron por reir. Era esa risa juvenil que esconde tantos secretos
y tantos misterios. Una tercera persona
no sabría decir si era una risa llena de vergüenza o de alegría, de nerviosismo
o la risa típica de la edad del pavo.
Ellos se dieron cuenta de que era algo más.Era la risa del reencuentro. No
se conocían,pero era la risa del placer de volverse a encontrar después de
años, tal vez de siglos, sin haberse visto.
- Perdona. Yo soy...-, iba a decir él.
- No te preocupes.Sé quién eres. Ahora eres Martín. el compartidor, pero
antes fuiste José, Venancio,Lúculo, Adonis... Yo soy....
-No, calla. Tú,ahora, eres la mujer,María, pero fuiste Rosa, Marcela,
Laura, Aurora. . .
-¡Sí! - , gritaron ambos. De
nuevo la risa.Se habían reconocido. En lo más profundo de sus ojos habían visto
que en los repliegues del corazón yacían como dormidas vidas y vidas anteriores
en las que ambos habían coexistido y habían andado juntos.
Era el reencuentro. Era su destino.
En sus respectivas,por separado y juntos,vidas pasadas .Habían sido
desgraciados y felices. Habían llegado al abismo de la desesperación y al
culmen de la felicidad.
Un nuevo encuentro. Sin decir más se besaron,lenta, dulcemente.
-Bienvenido, mi amor.
-Bienvenida, mi cielo.
Se dieron la mano y emprendieron el camino . El mundo, la vida. se abría
ante ellos llena de esperanza.
XXI
TOMANDO
CAFE
¡Cuánto
tiempo sin vernos!
¡Sí!
¿Cuántas vidas?
Pues
ni se sabe. Todas las que caben en diez reencarnaciones.
¡Oh,
lalá! Me verás hecha una viejita chuchurría...
¡Qué
dices! Pero si está aún mejor que entonces.
¿De
verdad?
¡De
verdad!
¡Tan
adulador como siempre!
¡Tan
poco creyente en mí como siempre!
Eso
no es verdad....
Pues
créeme y ya está.
Está bien..... ¿por dónde
has andado?
Por
las estrellas.
¿Qué?
¿Por las estrellas? ¿Conquistando estrellas de cine?
¡Oh,
a pesar de las reencarnaciones no cambias! Sigues igual de celosilla.
No
te digo que no, pero no es muy fuerte, creo que he
mejorado.
Me
gustaría comprobarlo. ¿Sigues sóla y sin compromiso?
Maldita
sea tu estampa, llevo siglos esperándote.
Entonces
¿tenemos aún posibilidades de cumplir lo hasta ahora incumplido.
Depende
de como te portes.
Como
siempre, como un angelito...
¡Tu
abuela que te crea!
¡Oh,
mujer dura y cruel....!
Se
me endureció el corazón con la ausencia.
¿Me
dejas ablandártelo?
Estoy
esperando.
Bien,
¿dónde nos vamos a vivir?
¿Tu
casa es muy grande?
Me
temo que no...
Pues
vente ya hoy a la mía.....
Bien,
pasamos por mi cuartucho y recojo lo impresicindible. La semana próxima como no
hay obligaciones
podemos arreglar todo.
De
acuerdo......
Y
se marcharon a la casa de él.
Cenaron
opíparamente, se bañaron, se relajaron y se dirigieron a dormir, en realidad el
reencuentro los había dejado muy cansados síquicamente. Sin duda necesitaban un
descanso. Cuando estaban muy pegaditos uno al lado del otro ella empezó a
contarle una historia:
XXII
EN TUS SUEÑOS
¿Quién
eres?, preguntó un poco molesto por las cosquillas que sentía entre el ombligo
y el bajo vientre.
¿No
me reconoces, zancudo milenario? ¿No reconoces la dulzura de mis manos
acariciando tu cuerpo encantado?
¡No!
¿Es posible? ¿Eres tú? Mi milenario amor escondido en lo más recóndito de mi
ser y ahora de sopetón aparecido. ¿En dónde estuviste tanto tiempo que no te
encontré?
No
digas sandeces. Si lo único que te interesaba era tener un nombre y su sombra.
Nunca te fijaste en mí.
No
digas eso cariñito. También a los hombres nos da reparo muchas veces decir lo
que sentimos directamente a la amada. Es como si con el silencio y la adustez
ganáramos en importancia.
Ya lo
sé, amado mío. Sólo era una broma de esta bruja brujita que estoy hecha.
Apasionado
espíritu que sólo desea jugar contigo y pasar un ratito. ¿Sabes? A veces se
siente una tan sola y tan poca cosa.
Dímelo
a mí , que pierdo la confianza cada dos por tres.
Anda,
anda, no te rebajes, manojito de luz que ilumina mi camino. Deja que mi
espíritu penetre en tu ser y se llene de ese alimento que tanto me ayuda a
sobrevivir.
Todo
tuyo soy. Si quieres puedes coger una cucharita e ir comiéndome deleitándote
como si comieras un flan, porque un flan soy cuando estoy entre tus brazos.
Allá
voy. Sé bienvenida.
El
alma de la bella iba besando las fibras sensibles del joven y temblaba en su
corazón enamorado, se iba inflando de placer la boca, los besos eran tan
tiernos que se dirían los labios de un bebé acariciando el rostro de la madre.
Temblaba
ella, temblaba él. La luz de las estrellas reflejaban la noche de sus ojos.
Allá en el fondo la aurora de la felicidad se veía como cuando el rosicler de
la mañana empieza a adivinarse por las altas montañas de Sierra Nevada.
Se
quedaron dormidos, exhaustos de amor y venturanza. Miles de kilómetros los
separaban, pero el hálito de sus almas había salido de paseo para encontrarse
en los espacios infinitos.
Ahora,
las dos almas, al cuerpo retornadas, una sonrisa de felicidad esbozaban. Eran
felices a pesar de la distancia. No era su amor el amor exigente que el corazón
del otro robaba. Era un amor que se daba, sin exigencias....
amado y amada.
XXIII
AMOR DE LA ESTRELLAS
星の愛 (Hoshi no Ai)
La
mañana. Manos acariciantes se introducían por entre los cabellos. La exarcebada
sensibilidad del pelo hizo que el cuerpo se tensara. Poco a poco se fue
relajando y esa dulce sensación se fue extendiendo por toda la musculatura.
Hierro,
rocas, hielo interiorizado por la lucha o el estrés fueron fundiéndose como se
funde el queso o la manteca en la sartén. Poco a poco una sensación más que
agradable le fue recorriendo toda. Los dedos pasaron a la frente, a los ojos,
eran unas yemas tan volátiles como la brisa del mar. Esa brisa que se siente,
que hace sentir bien pero que no se puede detener entre los dedos porque se
escurre como el agua. Los dedos pasaron a los labios. Los labios como un
resorte incontrolable besaron las yemas de los dedos. Una corriente eléctrica,
suave, tierna, indescriptiblemente agradable recorrió los dos cuerpos,
La
barbilla, el cuello, rasgueados por la punta de las uñas, reaccionaban
tensándose como las cuerdas de una guitarra. Cuando las uñas se alejaban la rigidez
y la tensión desaparecían como por arte de magia.
Las
manos siguieron acariciando con suavidad el pecho como la brisa acaricia la
hierba de los campos, de los prados. Subieron a las colinas de las manzanas
donde los dedos palpaban dulcemente las manzanas en erección.
Un
suave temblor de tierra sacudió la tierra, el cuerpo todo. Todo se apaciguó y
las manzanas buscaron su refugio entre la palma de las manos.
Un
giro del tronco enfrentó las miradas derretidas como miel en la leche. Los
labios comenzaron su rito de besos mientras las manos bajaban a la falda del
tronco.
Seguían
buscándose, seguían descubriéndose. Las lenguas, juguetonas, se escondían y
aparecían en fruición por el rostro del otro. Lameteo de perro chiquitico
agradecido.
La
tierra, agujereada por la pasión, buscaba un árbol que la sembrara sin
aspavientos. El tronco del árbol penetró en el hueco que la tierra aspiraba a
rellenar. La savia del árbol, lluvia fresca de primavera se fue deslizando
hacia las profundidades de la tierra. Esta, satisfecha, derretida por las
sacudidas del árbol, quedó sin fuerzas. Se había cumplido el rito. La tierra
quedó sembrada del amor de las estrellas.
Rasgueo
de guitarra
Pasión
en la mañana
Amor
de las estrellas
Fundido
en una pasión sin medida.
XXIV
EL PASEO
Preciosa mañana llena de luz que
invita a pasear
con el ser que se ama. (M.B.)
El
día era espléndido, otoñal. pero con esa calidez que concede el sol a la vida
para que madure. La brisa marina aliviaba el calorcillo que el cuerpo empezaba
a sentir.
Salieron
de la casa, cogidos de la mano, dándose calor, transmitiéndose energía. No
hablaban, no era necesario hablar, miraban hacia el frente. La calle los
llevaba hacia el mar, hacia la playa. De vez en cuando se miraban y con los
ojos se contaban todo lo que querían contarse, todo lo que necesitan contarse.
Amor,
pasión, sentimientos que se transmiten con las manos. A veces él, o ella, se
sonreía y el otro rápidamente reaccionaba . Parecían decirse mútuamente que
eran unos pillos por decirse tales cosas, pero eran conversaciones íntimas,
privadas, conversaciones del corazón que nadie tenía derecho a escuchar. Si
alguien los hubiera escuchado se hubiera sonreido o estallado en una
carcajada:¡Qué tontos! Pero el amor es así, como vino a decir D. Quijote. El
amor los había vuelto a su pristino sentir de niños conservado en un cuerpo ya
grande .
Llegaron
a la playa, playa blanca, de arena fina, blanca como la luz del día,
resplandeciente, invitadora al paseo, a salir con la persona amada. Hacía tiempo
que querían ahacerlo pero las distintas circunstancias mútuas se lo habían
impedido. ¡Por fin!
Desnudos
de pies, entraron en la arena . Una arena cálida a pesar de las olitas que la
humedecían constantemente. Fueron hacia el oeste, allá a lo lejos se veía un
acantilado de paredes blancas con un faro en lo alto recortado en el azul del
cielo, cielo profundo como mar límpio sin medida.
Caminaban
despaciosamente, la palabra no era necesaria, los ojos eran más que suficientes
para decirse lo que tenían que decir, eran más que suficientes para el diálogo.
Eso les permitia hablar y sentir al mismo tiempo la brisa el sol la calidez de
las manos, del cuerpo del otro cuando iban muy juntos.
Decidieron
cuando estaban cerca del acantilado, con su altivo faro preparándose para su
trabajo nocturno, sentarse a descansar. Todo era tan agradable que acabaron
durmiéndose mecido el espíritu por el rumor de las olas marinas y la brisa que
se acercaba desde el otro lado del mar.
Cuando
se dieron cuenta ya el sol iba hacia su
puesta. Un sol rojo , como de vergonzoso sentimiento subido al rostro.
Precioso, cálido, invitador al amor sin medida. Ella le miró a los ojos ,
ciérralos, parecía decirle.
El
obedeció. En un periquete, no había nadie, ella se desvistió y se metió en el
agua , un agua cálida , más que apetecible. Entro en el mar hasta que el agua
le cubrió medianamente el pecho. Abre los ojos, le dijo a él con el
pensamiento. Sorprendido por tal reacción de la mujer le pidió que saliera del
mar, que se iba a resfriar.
El
sol estaba en la esquina del acantilado. La muchacha iba saliendo del mar con
el sol de fondo recortándola sobre el rosicler de la tarde. Era la sirena, la
bella sirena que siempre había deseado contemplar saliendo de las profundidades
marinas.
El
también se quedó en traje de Adán y se metió en el mar. Se encontraron en el
punto justo en que el agua les llegaba a la cintura. Se abrazaron, en un abrazo
largo como toda la felicidad que se deseaban.
Se
hizo la noche y las estrellas empezaron a sonreir
ante la belleza del amor que allí se mostraba.
Todas
las dificultades habían terminado. Aunque lo habían pasado mal en sus contínuas
ausencias, tras las palabras, a veces duras, a veces agrías, afortunada mente
se había mantenido la esperanza, esa esperanza fue la que logró unirlos para
siempre. Con ella, el dolor se esfumó como la niebla con la salida del sol.
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