DIEZ AÑOS DESPUÉS
Un día de mediados de enero
del año 1982 aterrizaba un avión de las líneas aéreas rusas en el Aeropuerto
Internacional de Narita,provincia de Chiba, Japón.
Eso no hubiera tenido tal vez
ninguna importancia para mí si yo no hubiera sido uno de los pasajeros de dicho
avión. Sí, enero de 1982. Ya hace diez años que ocurrió aquello.
Tal vez diez años en la vida
de un país de larga tradición no supongan nada, pero en la vida de cualquier
persona suponen muchísimo, y aún más cuando se está a mediados de la veintena y
un aterrizaje como aquel puede significar un giro de ciento ochenta grados en
la vida de cualquiera.
En los dos, tres últimos años,
el profesor Tominaga me ha brindado su amabilidad pidiéndome alguna
colaboración para la revista que tan certeramente dirige. Yo he intentado
responder a esa amabilidad con mis impresiones sobre lecturas de lo que yo
considero, no por decisión propia, sino porque ya está más que acreditado en
Japón, como autores y obras clásicas.
En esta ocasión, si el profesor
Tominaga tiene a bien, me gustaría dejar a un lado, momentáneamente, a los
clásicos y dedicarme a escribir unas páginas,
llamémosle artículo, ensayo, confesiones, reflexiones o como mejor
cuadre al potencial lector de las mismas, sobre estos diez años vividos hasta
ahora en Japón.
Vaya por adelantado, porque no
me gusta ocultarlo, que si una cosa así la hubiera hecho en los dos o tres
primeros años de mi estancia en Japón, el despotricamiento hubiera sido
colosal, pero ya no, no se preocupen. Seguro que serán páginas escritas con
sentimiento, es posible que en algún momento con calor, incluso ironía, pero
sin el resquemor que me produjeron los primeros tiempos.
Esto no quiere decir sino que
la primera etapa fue dura, durísima, en muchos aspectos. Momentos en los que
tuve que tragarme mi propia rabia para aprender a superarme y a superar las
adversidades y todo lo que se me vino encima, que era totalmente nuevo.
Aprender a valorar al otro y a
sí mismo, a situar las cosas en su sitio, a juzgar con la mayor equidad
posible, sin dejarse llevar por sentimentalismos histéricos no es tan fácil, y
me parece que en este mundo nuestro hace falta mucho de esa equidad para poder
entenderse.
¿Qué es lo primero que choca a
cualquier foráneo al llegar a Japón?
Digamos primero que el que
escribe es español y que, aunque siempre hay experiencias comunes, la
experiencia personal es única e irrepetible por lo que todas las opiniones que
vierta en estas páginas serán en base a esa experiencia personal e
intransferible, como el D.N.I. Por eso no pienso erigirme en portavoz de todos
los extranjeros que viven en Japón.
Repitamos la pregunta: ¿qué es
lo primero que me sorprendió al llegar a Japón?
La cara, el rostro de los
japoneses. Todas me parecían exactamente iguales. Caras de chinos, como aún se
sigue denominando, en principio a cualquier oriental, en España al menos.
Hasta llegar a Japón yo no había visto directamente muchas caras orientales,
sí a través del cine, TV. etc., por lo que eso de “cara de chino” tenía su lógica.
Tras diez años de estancia uno sabe que hay otros elementos, a parte del rostro
para identificar a la gente y su posible nacionalidad.
Y la segunda sorpresa vino
aparejada a la primera. Me sorprendió el histerismo con que muchas personas
acogían la identificación binómica chino-japonés.
Yo les pediría a esas personas
que fueran más humildes y pensaran desde el punto de vista contrario: todo
blanco no es americano, ni todo negro africano, ni todo aquel de aspecto más o
menos islámico tiene que ser necesariamente árabe ni iraní.
Puestos así yo tendría que
estar ya en el manicomio.Desde americano, por supuesto, pasando por inglés,
francés, israelí, irakí, ruso y un largo eccétera. Nadie me ha preguntado, sólo
viendo mi rostro,si era español.
Las cosas entran por los ojos
y muchas veces también el conocimiento, y todavía en algunos sitios chino es
sinónimo de oriental, lo mismo que americano tiene dos sememas, americano, como
tal y hombre de raza blanca.
Una de las cosas que se
desprenden de tales histéricas reacciones, afortunadamente parece que cada vez
menos frecuentes, es que en el fondo del alma del japonés existe, llamémosle
“desprecio”, hacia la nación china y hacia sus habitantes.
Yo no conozco el por qué. He
pensado en muchas posibles causas, pero ninguna me convence, aunque el corazón
humano es tan complicado y misterioso que todas podrían ser perfectamente
válidas.
Y esas actitudes de desprecio,
complejos de superioridad o inferioridad no son buenas en absoluto.
Los tiempos que se avecinan no
son tiempos de aislamiento ni de aborrecimientos, ese KOKUSAIJIN, o dicho de
otra forma, hombre internacional, cosmopolita, no es nada si mantiene tales
actitudes.
Ni que decir tiene que éste no
es un problema exclusivo de los japoneses, no, lo es de mucha gente, quizás
demasiada, tal vez mío personal también, pero ahora estamos intentando delinear
los rasgos de mi retrato sobre Japón y sus habitantes.
Otra cuestión que me llamó
rápidamente la atención fue ver a algunas personas que en España serían
calificadas como POBRES leyendo el periódico o alguna revista. ¿Cómo? ¿Qué?
Imposible de los imposibles.
Evidentemente esto nos lleva a
un tema que se puede desdoblar en muchos puntos, implicados entre si:
Educación, Información, o como quiera que le llamemos.
Hace diez años en España no
había más que dos cadenas de TV., periódicos que no leía mucha gente, producción
de libros que se quedaban en los almacenes sin vender etc. etc. En definitiva,
el español, en general, no mostraba mucho interés por su formación, información,
existiendo aún graves deficiencias de escolarización. (No nos metamos ahora a
investigar las causas, ya que sería largo y prolijo)
Ver a esos “pobres” leyendo
fue una sorpresa de órdago. Saber la cantidad de universidades, escuelas que
hay y que prácticamente el 100% de los japoneses sabe leer y escribir no supuso
sino pensar que este país debería ser algo así como un paraíso educativo.
La primera pregunta que surge
ante este hecho es ¿qué es educación?
Si entendemos por educación el
proceso seguido por la persona en su adaptación, integración formación física y
moral, social, religiosa etc. hasta su entrada en las responsabilidades
sociales con plena capacidad para tomarlas sin coacción y con suficiente
equidad hacia sí mismo y hacia el ser social, si entendemos por educación la
puesta en práctica de todas las potencialidades intelectuales, morales y
físicas del ser humano en la sociedad, triste es decirlo, pero categóricamente
tengo que afirmar que en el Japón actual no hay educación, no existe.
Se podrá aducir que se pueden
tener distintos conceptos de educación. Es posible, por eso me voy a limitar,
no a elegir entre diversos modelos el mejor, me voy a limitar a decir lo que yo
he visto en estos 10 años.
El primer problema es ya el propio
nacimiento de los hijos. ¿Por qué se tienen hijos en Japón? Muchas veces me he
encontrado con esta respuesta: “Para seguir la casa, el apellido”... Esta
respuesta, desde los mismos presupuestos del pensamiento de los japoneses, me
parece, supone un encadenamiento de la persona. La respuesta implica una
obligación externa en nombre de la familia del “nombre”, llamémosle honor
familiar en un sentido amplio, y no en base a un acto voluntario y reponsable
basado en el ejercicio pleno de la libertad humana. El ser social encadena al
ser personal.
Evidentemente esto tiene
muchas ventajas, pero también muchos inconvenientes, y éstos afluyen en este
siglo en esa fuerte corriente emigratoria producida hacia los grandes núcleos
de población. Si todo fuera perfecto y satisfactorio en ese seguir la casa, en
la familia, no habría necesidad de emigrar. No valen sólo los argumentos de
tipo económico. La gente joven parece huir de sus pueblos porque les pesa el nombre,
la vigilancia a que se encuentra sometida en los estrechos límites de su patria
chica. La ciudad es un escondite para su propia individualidad, a veces más
bien egoísmo.
Si partimos de este
presupuesto ya tenemos que el ser del hijo va cargado desde su nacimiento de
obligaciones asfixiantes.
Otro de los graves problemas, derivado
de la terrible competencia del capitalismo japonés, (es la única denominación
que se me ocurre para la estructura
socio-económica actual, lo que no implica ser un término peyorativo) es
que el niño/a ya desde su más tierna infancia se encuentra sometido al
estresante ritmo de los exámenes y la memorización. A los tres años muchos
niños son llevados a estudiar inglés, cuando aún no son capaces de expresarse
en japonés, y el cinismo materno llega a decir que los niños quieren ir, no
quieren estar en casa. Tiene su lógica. El padre no anda en casa en todo el
día, la madre, muchas veces siente al niño como una molestia, las grandes
ciudades aislan a los vecinos, a unos de otros, falta la comunicación etc. La
escuela se convierte para la madre en un aparcamiento de niños, y para el niño
en el único lugar de expansión con críos de su misma edad, pero ¡cuántas veces
sometidos a reglas de un cierto militarismo más o menos invisibles!, por lo que
yo he visto con mucha lógica: Si al niño le pasa algo toda la responsabilidad cae
sobre la escuela, que se ve atada de pies y manos para dar alas al crio. En
caso de accidente la escuela suele perder en los juicios por lo que se ven
obligadas a amaestrar, no a educar, en un círculo vicioso cuya única víctima es
el niño. Esto no es educación.
La relación de madres y niños
siempre la he visto en función de frases negativas: No hagas ésto, no hagas
aquello, no hagas ruido que el vecino se enfada... No, no no... El famoso DAME
dirigido a los niños nunca ha sido muy de mi agrado.
Muchas veces he visto decir a
los niños en el tren: “No hagas éso que aquel señor se enfada”. Nunca he oido
decir: “Molestar a la gente en el tren es malo”, o algo por el estilo.
Se les imputa a los niños
diciendo que alguien está viendo, y no se debe hacer tal o cual cosa. Pregunta:
¿Se debe suponer que cuando no haya nadie todo está permitido? Muchos podrían
ser los ejemplos aducidos en sentido afirmativo. De todo ello yo deduzco que no
hay una formación ética, moral, de conciencia, sino más bien una formación de
una pieza de mosaico social que debe integrarse en el mismo sin roces. En una
palabra no se educa, se labra una pieza más del mosaico.
Y como parte integrante de ese
sistema de formación está la escuela. La escuela como tal es un lugar, o
debiera serlo, de aprendizaje social, de relación, de debate social, pero todo
parece llevar a conclusiones contrarias.
La escuela parece concebida en
función del futuro económico del niño. Si se sale de una Escuela determinada, se
puede ir a un Instituto determinado y después a una Universidad determinada y
finalmente a una determinada Compañía o Ministerio.
A los seis,siete años, ningún
niño es capaz de saber lo que quiere hacer en el futuro. Ha habido genios que
sí lo han sabido, pero la mayoría de las personas no son genios, por lo que se
deduce que la frustración de los padres debe jugar un papel muy fuerte en esta
carrera competitiva de la educación japonesa. He dicho educación, mejor decir imputarización.
Por mis noticias en la mayoría
de las escuelas no se les permite a los niños dialogar, preguntar al maestro.
Tienen que memorizar. Memorizar para el examen se ha convertido en Japón en
sinónimo de educación. ¿No es ésto una nueva forma de esclavitud? Lo terrible y
triste es ver como cuando un joven de más de 20 años llega a la compañía tiene que ser “reeducado” porque ni siquiera
sabe responder al teléfono.
El clavo que sobresale hay que
machacarlo, dice el refrán. ¿Y si alguno de los educandos saca los pies del
plato?
Como todo va dirigido a formar
piezas iguales, esa pieza es inservible, se la rechaza. Al dirigirse todo a
destruir el “YO” y formar un “NOSOTROS” sin crítica, ese “YO” que saca los pies
del plato suele terminar bastante mal.
Hagamos una pequeña confesión:
Una vez que trataba el tema en una reunión de madres en una escuela, lo único
que me espetaron en pleno rostro fue: LOS EXTRANJEROS NO PUEDEN ENTENDER A LOS
JAPONESES. Tampoco me ayudaron mucho con su caracolesca cerrazón.
Varias fueron las cosas que
deduje de aquello:
1. Mi interpretación era completamente acertada.
2. El extranjero sólo puede servir de comparsa en una reunión de japoneses,
es el elemento “exótico”.
3. El extranjero no debe decir nunca la verdad, porque hace daño.
Aquella lección me sirvió
mucho para saber como debía tratar con cierto tipo de personas en este país.
Cada país, cada persona tiene
sus propios demonios, sus propios defectos y a nadie le gusta que se lo suelten
en la cara, pero hay momentos en que es inevitable y necesaria la confesión, el
reconocimiento más o menos público de cierto tipo de cosas.
A cierto tipo de personas en
Japón,dar su brazo a torcer, reconocer un equívoco, un error, es como si se le
llevaran media vida en ello. Tiene uno la sensación de que es como si se
reconociera que la máquina que se ha formado en la sociedad no pudiera
equivocarse.
A veces pienso que si bien
Japón puede estar orgulloso de su tecnología, de su alto perfeccionamiento y
pocas roturas de máquinas, eso mismo ha llevado a mucha gente a identificarse
en su sicología profunda con el producto que se fabrica. Si la máquina tiene un
error es el caos. ¿Será ésta una de las causas del nuevo tipo de suicidios que
se vislumbra en esta sociedad?
Uno de los libros más
terribles que he leido en mi vida fue el diario de una chica de 17 años,
japonesa, en el que se ven reflejados los pasos que la llevaron al suicidio.
Supongo que se pueden traer a
colación más cosas en favor de la afirmación que hacía más arriba: En Japón no
se educa, se imputariza, o en última instancia se domestica.
Volvamos a la sorpresa de los
primeros tiempos en esta país. ¡Pobres que leen! Sí, el altísimo nivel de
alfabetización es sorprendente. El nivel de información es hasta
agobiante, pero ¿y la calidad de la información?
Yo no leo todos los
periódicos, ni revistas, ni libros que aparecen diariamente, por lo que valorar
en un sentido o en otro estas publicaciones no está en mi mano. Ahora bien, hay
indicios más que suficientes que llevan a pensar que la información está
supermanipulada. Siente uno como si se ocultara lo verdaderamente esencial,
como si toda esa avalancha de información fuera a intoxicar al lector y no a
aclararle las dudas.
En el terreno de la
información hay dos aspectos que me han llamado y siguen llamando la atención.
La forma escandalosa de presentar muchas noticias y, al menos eso aparece a mis
ojos, el ver como muchas personas se creen todo aquello que está impreso.
Se trate de lo que se trate,
la noticia serena, razonada, equitativa, parece imposible. Teniendo en cuenta
la vertiginosidad de la vida diaria, tal vez tenga razón de ser.
En diez años han sido seis los
presidentes de gobierno de este país. Y si no estoy equivocado, en todos ellos
ha habido escándalo político, de corrupción etc. No voy a analizar la política
de este país, pero me parece un reflejo de lo que está ocurriendo desde los
estadios más bajos de la sociedad hasta el punto más alto. Todo huele a nattó.
Un nuevo gobierno es
presentado y al día siguiente ya aparecen las primeras sospechas sobre la vida
más o menos disoluta de algún miembro del gobierno, las corruptelas en los
negocios etc.; por supuesto ésto no es privativo de Japón, pero se ven las
intenciones. Derribar al que sube, decir que todos son iguales, sin proponer
alternativas claras y justificar ante las personas de a pie sus propias
corruptelas domésticas. Es como un juego en la sombra, se trata de ser lo
suficiente inteligente como para no ser encontrado en falta. Volvemos a la
educación. Todo está bien mientras no se descubra. El vacío moral (no vamos a
hablar de cuestiones religiosas) es de espanto. Pura forma, que yo identifico
con la corbata. Si se lleva corbata todo el mundo es recto, todo está encajado
en la sociedad, si no se lleva corbata, se es sospechoso de cualquier desmande.
Después vienen las zorrescas preguntas: “¿Cómo, aquella persona tan seria ha
sido capaz de cometer una cosa así?”
Llamémosle asesinato,
desfalco, abuso político o cualquier otra cuestión por el estilo. Evidentemente
que el aspecto externo de las personas, de las cosas, es importante, pero ¿lo
es todo?
El comportamiento de muchas
personas en Japón así lo hace sospechar. Las equivocaciones suelen ser
garrafales.
¿Y la TV.? Cuando se entiende
un poco el idioma y se conocen cosas, aunque no se estén de acuerdo con ellas,
no se puede ser totalmente radical, pero en los últimos meses toda persona
nueva en Japón con la que hablo sobre el tema responde igual: MALÍSIMA.
Yo no llegaría a tanto, pero
sí me parece que el nivel medio de los programas es bastante bajo, y no se me
diga que también es necesario reirse y que por eso hay tanta variedad de
programas para divertir. Perdónenme los productores pero esos
programas tienen dos caras: Una la estupidización. Otra, la burla, la
presentación manipulada, exageradamente exótica de lo extranjero, que aparece
la mayoría de las veces como digno de mofa, y lo malo es que el público acaba
creyéndose lo que dice la TV.
Antes hablábamos de las
noticias en plan escándalo en los periódicos, de la acriticidad de los
lectores. Todos los días, por mi trabajo, tengo muestras ineludibles de la
actitud acrítica también hacia la TV.
Un ejemplo: Una vez en un
programa bastante malo decían literalmente,”Los españoles comen cinco veces al
día”. Un alumno, a los pocos días, me lo comentó. Al querer matizarle aquella
frase, ya que yo también había visto el programa, aquella persona se enfadó
conmigo, y no volvió más.
Para aquella persona (para
muchas personas), lo que dice la TV., la radio o el periódico tiene más certeza
que lo que pueda decir cualquier persona de ese país, aunque tenga estudios
universitarios. De paso, en una prestigiosa revista, dependiente de una cadena
de TV. y radio, y dedicada a la enseñanza (?) del español decian que los Reyes
Católicos conquistaron Córdoba. Yo hasta ahora creía que había sido Fernando
III. A pesar de ponerme en contacto con el que había escrito tan gran aberración
histórica en un texto para enseñar español, todavía estoy esperando su
corrección. A esto se llama educación y buena información.
Llevo diez años en Japón y he
visto muchos programas de TV. relacionados con España e Iberoamérica. ¿Serán
diez los programas entre los emitidos en este espacio de tiempo los que
realmente han merecido la pena? Quizás alguno más, pero pocos.
Cualquier país del mundo
hispánico suele ser presentado como SOBOKU, AKARUI, YOONETSU etc., pero con un
claro trasfondo de poca seriedad, de personas poco trabajadoras, que sólo
gustan de divertirse. Estos paises son para visitar y pasarlo bien, son países
baratos, pero siempre países que están por debajo de la seriedad, de la
inteligencia, de la capacidad de trabajo de Japón. Los españoles siempre llegan
tarde, los japoneses no. Por supuesto en ningún programa se dice así de claro,
pero se ve el plumero tan claramente que da pena. Y de las relaciones Iberoamericanas,
no digamos. Tiene uno la impresión de que no se ha leido más que al Padre Las
Casas, en su versión más acrítica. Poco se habla más allá de la destrucción.
No voy a ser yo quien justifique
a aquellos españoles en los horrores que cometieron, pero seguir a estas horas
con la Leyenda Negra resulta de una miopía intelectual de lo más agudo, ¿O se
trata de justificar con ello horrores más cercanos aún no admitidos ni oficial
ni historiográficamente por los historiadores locales?
¿Se tratará de hacer olvidar
la propia Historia para presentar más o menos concientemente a los demás como
los malos de la película del oeste americano? Esto es lo que parece
desprenderse demasiadas veces de esta temática televisiva que la gente acaba,
desgraciadamente, creyéndose.
Y esto continua en las
beneméritas universidades, con los beneméritos profesores, o proespañoles o
prolatinos. Divide y vencerás, que dijo alguien. Y se continúa en los acríticos
alumnos de escuelas y academias que prefieren o un profesor español o latino,
el 99 de las veces sin justificación ninguna, especialmente cuando se está en
los primeros pasos del idioma.
Me he limitado a la
programación de la temática hispanoamericana, pero casi lo mismo se podría
decir de la temática de otras culturas. Es algo tan evidente que silenciarlo
serla un gran error.
Afortunadamente parece que en
los últimos meses la temática, mejor es decir la presentación, va mejorando
algo. Ese, me parece, es el único camino para ententenderse realmente bien y
poder profundizar en un diálogo de carácter mucho más ecuménico.
Con motivo de las Olimpiadas
de Barcelona están apareciendo multitud de temas españoles en gran cantidad de
revistas y demás medios de comunicación. Algunas informaciones son bastante
merecedoras de crédito, pero hay otras, demasiadas, que se les nota su
manifiesta tendenciosidad. Yo diría que incluso tienden a desacreditar el país
sobre el que hablan, en este caso España. Una de cal y otra de arena, que se
dice.
¿Objetivo? Digámoslo sin
rodeos: Emborracharse en la autocomplacencia y autoalabanza del propio país. Y
esto es muy negativo. Amar el propio país es algo hermoso y bello, pero también
lo que se ama se debe criticar. El amor ciego lleva al desastre.
Hay mucha información en
Japón, pero..., la mayoría de los japoneses, no digo todos porque no es verdad,
ya que hay personas cuyos conocimientos y profundidad de los mismos son
encomiables, la mayoría son ignorantes, POR MANIPULACIÓN de la información que
poseen.
¿Las clases dirigentes tendrán
miedo de que sus compatriotas descubran que existe otro tipo de vida, con
problemas, pero de corazón sano y alegre en la que impera la tendencia a la
crítica y al diálogo?
Se dirá que así no se llega a
nada y que la técnica sólo se logra con el trabajo. Sí, pero la técnica está al
servicio del hombre, no el hombre al servicio de la técnica. El consenso es
bueno pero ¿no estará actuando en ese presunto consenso el no querer destacar y
ser rechazado en la misma empresa? ¿No se estará dando una sutil dictadura
mental? Mucho me temo que sea así.
Una vez invité a una tertulia
que mantenemos a unas alumnas de español, creyendo que el tema les interesaría.
Ya habían asistido en una ocasión, pero esta vez se negaron, suavemente, pero
se negaron. ¿Causa?
“De todas formas lo que diga el
primero, siempre hay que estar de acuerdo con ello. No se puede rebatir lo que
dice”. Si siempre es así, ¿dónde está el diálogo, la comunicación, el verdadero
consenso? Parece que es algo que brilla por su ausencia, de ahí que sólo se
vean personas siempre de la misma edad en reuniones y demás; la interrelación
se hace en verdad imposible. De ello se deduce la siguiente pregunta ¿será en
realidad la fuerza y un sutil miedo a ser apartado lo que acaba por unir a la
gente de este país?
Buen tema de reflexión unido a
otro también digno de mención: Ciertamente Japón es un país bastante seguro.
Pero yo me pregunto ¿la cantidad de policía existente a qué se debe? Si el
japonés es verdaderamente pacífico ¿para qué tanto OMAWARISAN? Japón es un país
bastante seguro, pero el problema es que cuando menos se espera salta la liebre,
mientras en esos llamados países pocos seguros los tiros se ven venir ya desde
lejos. Lo mejor es que a nadie le pase nada, por supuesto.
Supongo que podríamos hablar
de muchas cosas más que nos han llamado la atención en estos años. Hemos
intentado entresacar los elementos más importantes, los elementos más
negativos, especialmente, no por afán de poner tachas a nadie, sino porque nos
parecen que están en perfecta contradicción con muchas cosas que los propios
habitantes dicen y presentan al foráneo sobre los mismos, en contradicción con
los propios objetivos sociales del país.
Dicho de otra forma, no se
puede decir: A nosotros los japoneses no nos gusta ver chorrear la sangre de
los toros y luego beberse los vientos por ver una corrida cuando se va a
España. Aquí falla algo. No se puede aducir libertad de opinión y esconder lo
verdaderamente importante para quedarse en el escándalo y lo que desprestigia,
la educación no es intoxicación memorística.
Volvemos a lo que decíamos más
arriba: estos problemas no son exclusivos de Japón, en absoluto, pero sí parece
que han llegado a tal grado de gravedad que si no se empieza a poner remedio,
en cualquier momento el país puede estallar.
¿No hay elementos positivos?
Ponerlo en duda sería poco menos que insultar a los japoneses, cosa que no se
merecen porque además tienen muchos valores que hay que potenciar y transmitir
al mundo.
Me voy a limitar a uno sólo
que me parece la fuente del presente económico y técnico de Japón: la
curiosidad. Los japoneses quieren saberlo,
conocerlo todo. Dejemos a un lado si se está o no manipulado. Esa curiosidad la
han empezado a tener, después de mucho, en los últimos años los españoles. Esto
es un valor positivísimo. Otro es el deseo de perfección, si bien llevado al
extremo da resultados negativos. La capacidad de trabajo, pero siempre que sea
un trabajo equilibrado, no esta locura sin sentido tan actual.
Ahora bien, llegar a creer que
estos valores son exclusivos de Japón también es un error bastante común.
¿Existe sólo GUIRI y NINYO en Japón? No se llamará así, pero también existe en
otros lugares.
Yo espero y deseo que el japonés
actual supere todos estos problemas y potencie sus valores. El mundo espera una
respuesta a muchos problemas, no sólo económicos, también sociales y de
relación humana, de trabajo etc. El mundo mira a Japón porque otras sociedades
parecen poco preparadas para dar respuesta a los problemas actuales del mundo.
¿Será Japón capaz de afrontar el reto de proponer un nuevo modelo, un nuevo
estilo de vida al mundo?
La respuesta la tiene el
viento.
Mucho tiempo después de lo que
escribí arriba, lo escribí cuando llevaba diez años, escribo este comentario.
Lo único, posiblemente con cierta exageración, que puedo decir es que la cosa
no ha mejorado, en última instancia ha cambiado la dirección de los problemas.
ANTONIO DUQUE LARA
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