RECONCILIACION
仲直り(NAKANAORI)
La
noche estaba congelada.Parecía un témpano de hielo del Polo Norte.
Afortunadamente no hacía viento, pero parecía que el frío del aire
rebotaba en el asfalto y subía por los pies hasta congelar las
piernas.
Habían
llegado a la estación. Bajaron del tren y salieron de la misma. Se
tardaba entre diez y quince minutos en llegar a casa, según la
velocidad que se le imprimiera a las piernas.
Regresaban
de un concierto del que habían comprado las entradas dos meses
antes. Había sido lo sufientemente caro como para, a pesar de su
situación personal, no poder ni querer desperdiciarlo. En realidad
ninguno de los dos hubiera querido ir.
Todavía
traían cara de pocos amigos. Sobre todo ella, que se sentía
maltratada en su feminidad por la estupidez de los hombres.
El
había escrito un poema crítico hacia las más caras de las máscaras
femeninas. En ningún momento había querido estar en contra del
maquillaje femenino, pero a veces sentía que pretender solamente
pasar por la vida presumiendo de inteligencia cuando a veces no
existía, y viéndose admirada por hombres que sólo querían
muñequitas a su lado, le repateaba el hígado, tanto por la parte
femenina como por la estupidez masculina.
El
comentario de alguien , comentario, ciertamente, machista o
simplemente estúpido, de quizás uno de aquellos recolectores en
potencia de muñequitas Barby, la había sacado de sus casillas. Ella
tenía razón, él también, pero en planos distintos. Esa había
sido la absurda causa de su desencuentro.
Al
salir de la estación se dirijieron hacia la izquierda. Aunque había
iluminación, no era tan fuerte . El cielo se veía resplandeciente
de estrellas. Hacía tiempo que no tenía tantas estrelllas y
luceros.
-¡Guau!,
exclamaron a un tiempo. Se miraron y una sonrisa empezó a aflorar en
la boca relajando el hasta entonces rictus severo que llevaban.
-¡Qué
frío!-, dijo ella colgándose del brazo de él.
-¿Qué
haces?-, respondió él con cara seria pero con ojos que se diría
de cordero que estaban a punto de degollar.
-
Cogerme a tu brazo.
-¿Y
eso?
-Tengo
frío.
-Pues
si tienes frío te aguantas, que ya bastante me has hecho pasar mal
con tus malos humores.
-¡Tengo
frío! ¡Tengo frío! ¡Tengo frío! -, fingió ella como un niño
chico, aunque era cierto que el frío se le colaba por las rendijas
del alma.
-Va,
va, va..... Ya está, mira, aquella pareja está mirando. Bueno, te
está mirando. Estarán pensando que ya somos más que mayorcitos
como para actuar así, para montar tanta escandalera.
-¿Y?
-, pregunto ella con carita de gatito legañoso.
-¡Ja,ja,ja.!-,
él no pudo contener la risa.
-Ven
aquí, cielo. Ven aquí. La arrebujó contra su costado derecho y le
pasó el brazo por los hombros, después lo bajó hacia la cintura
para pegarla más a él. Al final, cuando la oscuridad de la calle se
hizo más profunda y no se veía a gente, él bajó la mano y le
magreó el trasero.
-Ah,
sí, sí, sí... que está muy frío -, decía ella riendo.
-Vamos
a darnos prisa que nos vamos a quedar como dos polos.
-Sí,
tú de naranja y yo de limón-, recalcó ella.
-Pero
si a tí no te gustan las naranjas, replicó él.
-¿Cómo
que no? De naranja y chocolate.
-Oh,
lalá, qué fuerte.....
-Más
exquisito....
-Y
tú de limón para acibarme las entrañas. Eres mala, ¿eh?
-
No, puso cara de hacer pucheritos. Soy una bruja, brujita,
embrujadora de tontos, tontitos como tú.
-Anda,
manda cojones. Ahora tonto y todo.
-Sí,
por no haberte fijado antes en mí. ....
-Mea
culpa, confieso mi pecado. Creo que en aquel entonces ya necesitaba
gafas en la mente, pero como eras una Pulgarcita, no te veía bien.
-
¡Pulgarcita! Párate ahí, párate.
El
hombre, un poco sorprendido, se paró y ella se enfrentó a él, se
lanzó entre sus brazos y lo besó con un beso de hielo nocturno
entremezclado con miel que le hizo levantar el ánimo que había,
habían tenido, por el suelo por culpa de la dichosa foto de
facebook.
-Oye,
oye, oye, que la pilila no me la encuentro , se ha muerto del frío
que hace.
-No,
no,no, amor, a casa a darnos un baño reconfortante....
Llegaron
a casa a toda prisa.
-Guapetona,
dúchate, báñate, caliéntate mientras yo preparo algo para cenar.
-
Que no, que yo lo hago ya en un momento.
-
Oye, ¿tú no prometiste un día hacer todo lo que yo te dijera?
-¿Sí?
¿Prometí yo eso? Bueno, si tú lo dices. Bien, bien, me baño
primero porque tengo congelado el moño.
-¿El
coño?
-Viejo
verde de las narices, el moño, el moño.
-¡Ah,
pues habla claro, leche!
-¡Otro
castigo! Ahí de rodillas -, al ser él más alto que ella, al estar
de rodillas los términos venían a emparejarse o incluso ella ser un
poco más alta. Se acercó y lo besó con la mayor de las dulzuras.
-Ah,
más, más, más castigo. Cástigame más, por favor....
-Sí,
levántate y prepara la cena, cachondo mental.
-Y
tú al baño.
Ella
se metió en el cuarto de baño, se desnudó y dejó su piel,
hermosamente achocolatada, a merced del agua caliente que le iba
reconfortando hasta las profundidades del alma
El,
mientras tanto, cortó unas rodajas de salchichón, unos trozos de
queso, pan para tostar. Preparó una ensalada muy sui generis y una
tortilla francesa de media docena de huevos. Sacó una botella del
mejor vino. De postre preparó helado de chocolate, con el que
curiosamente se podría decir que la había seducido, y unos trozos
de turrón casero del pueblo de Instinción en la provincia de
Almería. Un pueblecito pegado a las faldas de la Sierra Nevada de
Almería. Un turrón con perfume y sabor alimonado que aunque de
aspecto realmente rústico, a él le pareció el turrón más rico
que había comido en años a pesar de la fama de otros, también
buenos turrones.
Recordó
aquel vino en botella reciclada de un mesón toledano. Un vino de
barril. El no bebía mucho, pero con las maravillosas papas a lo
pobre del mesón casi se tomó un litro de vino. Lo bueno es bueno
ahí donde se pusiese.
Ella
salió empijamada del baño.Un pijama que daba calorcito, de color
rosado y una bata y chanclas del mismo color.
-Uffff,
qué rica estaba la ducha.
-Pues
ahora a comer.
Brindaron,
tomaron un trago de vino y en amor y buena compaña se comieron todo
lo que él había preparado.
El
, una vez acabado, se sentó en el sofá, se arrebujó en el brasero
mientras ella recogía la mesa. Cuando terminó apagó todas las
luces , menos una del salón. Puso un CD de música para enamorados y
se arrebujó a su lado.
El
estúpido enfado que habían tenido les produjo mucho cansancio. Se
miraron, se besaron con lentitud tan lenta que se quedaron dormidos
en el beso con los labios pegados.
Cuando
se dieron cuenta eran las tres de la mañaña. Se levantaron y se
fueron hacia el dormitorio. El se cambió de ropa, se puso un pijama
y se metieron en la cama.
-¡Qué
fría!-, dijo ella.
-Ven
acá cordera, dijo él y la abrazó con tal fuerza que el calor más
profundo de su corazón le traspasó la piel para llegar a calentar
hasta la médula del sentimiento. El enfado había terminado en
reconciliación. La mañana se levantó espléndida y....., pero esa
es otra historia.
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