EL BAÑO
Muchas
son las sorpresas que suele deparar encontrarse metido en medio de otra
cultura, de otra forma de vida. Cada pueblo, por circunstancias, por
ideosincrasia, por religión o ideología, según su grado de desarrollo o su
etapa histórica mantiene unas costumbres que lo diferencian de los demás en
cuanto al baño se refiere. Esta es la historia del señor Suzuki, podría haber
sido la del señor Tanaka. Un día en su vida y en su baño, ofuro .
El
señor Suzuki se levantó a las seis y
media de la mañana. Su esposa le tenía preparado el desayuno y él sólo tuvo que
tomárselo y salir corriendo para tomar el tren. El señor Suzuki toma el tren
todas las mañanas a las siete y cuarto. Hasta su oficina tarda hora y cuarto.
El tren, como de costumbre, va abarrotado.
El
señor Suzuki trabaja desde las nueve hasta las cinco. A veces echa horas
extras, la situación está mal, o se va a tomar una copa con los compañeros.
Pero lo que realmente le gusta es volver a casa temprano y tomarse y baño.
Hoy
el señor Suzuki ha vuelto pronto a casa. A las siete ya se estaba descalzando
en el zaguán. Un suspiro de alivio y placer recorre el pasillo de la casa. Su
esposa le tiene preparado el baño. El prefiere tomar un baño antes de cenar. Se
demora bastante en el baño. Su esposa prepara la cena mientras lo hace.
El
señor Suzuki pasa al cuarto de baño. tiene un buen empleo y, aunque aún tiene
que pagarla, se ha construido una casa con un buen cuarto de baño. Antes de
pasar a la sala del baño hay un espacio en que la lavadora y demás trebejos de
limpieza se colocan. Tiene un lavabo, un armarito para poner lociones y demás
productos de belleza y acicalamiento, una silla para sentarse mientras se va
despojando de la sudada ropa. La va dejando en una canasta de bambú para ser
lavada al día siguiente.
El
señor Suzuki abre la puerta del baño. La sala tiene espacio suficiente como
para estirar el cuerpo e incluso tumbarse en el suelo. A la derecha hay una
bañera en la que puede estirarse tal cual largo es. ¡Qué placer!
El
señor Suzuki debe bajar un escalón para entrar en el cuarto de baño. La bañera
está automáticamente preparada para que el gas caliente el agua sin necesidad
de mojarse las manos. Un sistema muy cuco de ventilación permite que el vapor y
los posibles escapes de gas no se acumulen en la sala del baño.
El
señor Suzuki agarra una especie de palangana de plástico, la mete en las
bañera, la saca llena de bullente agua y con una especie de toalla entre nilón
y materiales esponjosos se va calentando el cuerpo, despacio, muy despacio.
Llena otra vez la palangana y se la echa por encima de la cabeza. ¡Placer de
dioses!
Entra
en el baño y se zambulle en el agua vaporosa hasta la comisura de los labios.
Mete la cabeza en el agua. ¡Qué descanso! Sale de la bañera y se dispone,
caliente el cuerpo hasta la médula, a lavarse. Se va embadurnando con jabón los
brazos, la cara, las axilas, el pecho...Primero la parte superior del cuerpo.
Una, dos veces, destensando los músculos agarrotados por la fatiga. Despacio
pero enérgico. Una vez terminada la parte superior le toca el turno a la
inferior. El lavado es un lavado masaje. Restregando esponja y jabón como una
adolescente que palpe su cuerpo a punto de florecer. Hay que quitar la fatiga.
El baño se convierte así en un acto de agradecimiento a los dioses, y ,como
todo ritual religioso, se impone la seriedad y la atención de la obra bien
hecha.
El
señor Suzuki ha terminado el lavado propiamente dicho del cuerpo. Para terminar
de quitarse el jabón un par de palanganazos de agua por la cabeza y....¡ya!.
¿Terminado? No, por favor. El señor Suzuki vuelve a entrar en la bañera. ¡Ah!,
suspira. ¡Ni las Uries del Paraiso! El señor Suzuki vuelve a repetir la
operación de arrebujarse en el agua, dejar que su cuerpo se abra con el calor,
que le llegue a la médula de la sangre, que las irritaciones y los malos
humores se vayan con el calor del líquido elemento. Somete su cuerpo a una
sesión de masaje dentro del agua. Esta vez está, medio dormido, veinte minutos
dentro del agua, por el simple placer de estar. Cuando sale otras dos
palancanadas de agua terminan con el rito. Para que sea completo, la última es
agua fría. El cuerpo se encoge, pero el calor no se escapa.
Su
esposa, entretanto le ha dejado preparado en la antesala el pijama y una bata.
El señor Suzuki se seca despacio, a conciencia. No debe quedar una gota de agua
en el cuerpo. Cuando termina se dirige al comedor. Una rica y copiosa comida le
espera. La riega con cerveza. El baño ha durado una hora.
Posdata.-
Cuando alguien me pregunta qué me llevaría de Japón a mi país le respondo : “El
baño del señor Suzuki”.
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