KENJI MIYAZAWA
POEMA
VACIO DISOLVENTE
Eine Phantasie in Morgen
El
cobre fundido de la mañana aún no deslumbra,
el
nevado halo solar aún no arde,
solamente
la línea del horizonte,
teñida
de índigo cobrizo,
desde
mucho antes se balancea
aclarándose
ahora,
oscureciéndose
después,
medio
escondida,
medio
turbia.
Yo
voy caminando por entre dos
nuevas
y frescas hileras de gingkos.
En
una de las ramas hay colgado
un
maravilloso muchacho cristalino
convertido
ya casi en triángulo
a
cuyo través pasa el cielo.
Como
esto no es nada extraño
yo
voy, como siempre, silvando
y
andando a zancajadas.
Las
verdes hojas de los árboles
tiemblan
límpidamente.
El
mundo es un paisaje
dentro
de una botella de alcohol puro.
El
eterno azul del cielo
asoma
acá y allá
por
entre las resquebrajadas
cortinas
de brillantes nubes,
y al
poco me llega el olor puro
del
cohombro celeste.
A
proposito, he andado demasiado,
los
árboles han desaparecido súbitamente
y se
ha abierto el camino
a un
ámplio y feraz prado.
deslumbrantemente
verde.
Eso
es, las alamedas
quedaron
dos millas atrás.
En
medio de las estrías verdinosas
parecen
soldados en una mañana de instrucción.
La
alegría borbollonea en la mañana,
se
escucha el canto de la alondra cristalina,
y
esas transparentes ondas de alegría
se
expanden por el cielo
fundiendo
las nubes en azul,
dejándolas
convertidas en redondas albóndigas
de
parafina,
flotando
dulcemente en el firmamento.
El
horizonte tiembla contínuamente,
a lo
lejos se distingue con claridad
venir
andando un caballero de gris,
rojinarigudo,
acompañado
por un perro blanco
del
tamaño de un caballo.
(¡Hola, buenos días!)
(Hola, buen día, ¿eh?)
(¿A dónde se dirige? ¿De paseo?
¡Sin duda! A propósito, al parecer el
otro día
murió Zannentaru.
¿Lo sabía?)
(No, en absoluto.
¿Zannentaru?)
(Dicen que se intoxicó con una manzana)
(¿Con una manzana? ¡Ah...!
Eso que se ve allí, ¿verdad?)
De
esta esplendorosa tierra azulada
se
elevan silenciosos los manzanos
de dorada
fruta.
(Se la comió con la piel dorada y todo)
(¡Qué pena de hombre!
Debieran haberle dado nitrato
mezclado con agua)
(¡Nitrato! Echándole en la boca
a la fuerza... Pues no está mal)
(No, no, eso no es posible.
No puede ser.
Lo mejor ha sido que se muriera.
El destino, que se dice.
Un deseo de la Providencia.
¿Era, por casualidad, pariente suyo?)
(Sí, sí, bastante, bastante alejado...)
¿Con
qué leche estará jugueteando?
Miren
aquel caballo de perro blanco
lo
lejos que se ha ido.
Parece
un ratoncillo de lo lejos que está.
(¡Ah! Mi perro se ha escapado...)
(Aunque lo persiga no lo alcanzará)
(No puede ser, vale mucho el bicho.
Tengo que pillarlo.
¡Condiós!)
Aumentaron
las manzanas
y
además crecieron.
Yo
no soy más que una hormiguita
bajo
el gigantesco lepidodendro
del
carbonífero.
Sí
que han corrido aquel caballero y su perro.
Por
el Este el firmamento
tiñe
de ámbar los troncos del manzanal
flotando
en el ambiente un tenue olor
a
almendras amargas.
El
tiempo, en un instante, puso cara de tormenta.
¡Qué
lejano está el cielo!
¡Qué
inmensa profundidad!
La
alegre alondra ya hace tiempo
que
se la tragó el firmamento.
Seguramente
tiemblan sus delgaditas alas,
pobrecita,
derrumbada
sobre el frío suelo
de
berilo celestial.
Pero
bien mirado, aquí tampoco está
la
situación para bromas.
Los
tremendos espíritus de los pintores
cruzan
velozmente por todos sitios,
tiñéndose
las nubes del rojo intenso del litio,
yendo
y viniendo la luz agudamente.
La
hierba parece transformarse
en
castañizas algas marinas
y
alrededor todo es un prado de nubes
arrasado
por el fuego.
El
bambolear del viento es un remolino amarillo,
el
firmamento cambio constante.
¡Hiriente soledad!
(¿Qué le ha ocurrido, Reverendo?)
El
hombre es demasiado alto.
(¿Se encuentra enfermo?
Tiene su Reverencia mal aspecto)
(Nada, gracias.
No ha pasado nada.
¿Con quién hablo?)
(Con el guarda forestal)
¡Qué
extraña mochila, tan cuadrada!
Estará
llena de estomacales, ácido bórico
y
otras cosas por el estilo...
(Ah, sí...
En un día como éste su trabajo debe ser
bastante árduo)
(Gracias.
A medio camino me encontré con un
caminante indispuesto)
(¿De quién se trata?
(Un gran señor)
(¿Con la nariz roja?)
(Así es)
(¿Atrapó al perro?)
(Eso dijo al expirar,
pero el perro estará ya a quince leguas.
Ciertamente era un buen perro.)
(Entonces, ¿ya murió?)
(No, se curará con el rocío.
Lo que se dice un tiempo amarillo
de asfixia.
¡Uff, qué viento!)
El
viento es terrible.
En
cualquier momento se puede uno derrumbar.
Parece
como si un huevo de avestruz
se
hubiera podrido en el desierto.
Contiene
cloruro de hidrógeno
y
también
anhídrido
sulfídrico.
En
una palabra, que son corrientes atmosféricas
que
vienen del cielo
que
al chocar producen un remolino
de
olor sulfuroso...
Dos
corrientes atmosféricas
que
producen olor sulfuroso...
Dos
corrientes atmoféricas
que
producen olor sulfuroso...
(¡Animo! ¡Oiga! ¡Animo...!
¡Oiga! ¡Oiga! ¡Animo...!
¡Al final se desmayó!
Eso es, se desmayó...
Entonces, cogeremos su reloj)
¿Cómo
puede decirse guarda
metiendo
la mano en mi bolsillo?
¿De
qué sirve un guarda como tú?
¡Se
lo suelto!
¡Se lo suelto!
¡Se lo suelto!
¡Se
lo...!
Llueve.
Gracias,
gracias.
¡Alabado
sea Dios!
¡Lluvia!
¡Gases
malditos, desapareced!
(¡Animo! ¡Animo!
Ya ha pasado todo)
¿Qué
dices? Ahora verás cuando me levante .
(¡Cállate, salteador de caminos
de las horas amarillas!
Eres un sargento Tenaldi errabundo
tú.
¿Cómo te atreves a reirte de la gente?
¿Qué guarda eres tú, eh, dí?)
Te lo
has merecido.
Se ha
encogido,
ha
empequeñecido,
se ha
secado.
Sólo ha
quedado la mochila.
Se ha
convertido en un pedazo de turba.
Ese es
tu destino, turba desagradable.
¿Qué
tendrá en la mochila?
El
guarda es un pobre desgraciado.
Sólo
tiene una lata de cangrejos Kamchatka,
una
bolsa de arroz,
un único
zapato mojado
y la
cadena de oro del caballero rojinarigudo.
¡Bah!
¡Una estupidez! ¡Qué buen vientecillo!
Verdaderamente
un maravilloso vientecillo
líquido.
(¡Hu....y! ¡Alabado sea Dios!
¡Alabado sea por siempre!
¡Hu...y! ¡Qué rico vientecillo!)
El cielo
está tan claro
después
de la limpieza de toda la basura
que la
luz no para en ningún sitio,
por eso
se ve tan negro.
A pesar
de que el Sol se ha ido
estoy viendo
el cielo luciente de estrellas.
Especialmente
la nebulosa Magallanes.
La
hierba ha recuperado su color verde.
El
líquido de la luna, rico en dextrosa,
palpita
en las venas.
El
pedazo de turba parece murmurar algo.
(Oiga, Reverendo,
mire aquella nube tan veloz.
Parece un caballo de carreras celestes)
(¡Hummm! ¡Qué hermoso!
¡Una nube! ¡Una carrera de caballos!
¡Eso es! ¡Un caballo de carreras
celestes!
¡Una nube!
Cambia
a todos los colores habidos y por haber.
...No
da tiempo ni para admirarla.
Los
colores del arco iris se difuminan.
Ahora
se convierten en una masa de ligero vapor.
Y en
el vacío disolvente,
a
dos mil grados bajo cero,
todo
desaparece en un instante.
No
es momento de pensar en eso...
¿Dónde
estará mi bastón?
También
ha desaparecido la chaqueta.
El
chaleco acaba de desaparecer.
El
terrible y tristísimo vacío disolvente
ahora
me trabaja a mí.
Se
diría el estómago de un oso
Pero
las reglas dicen que nada
disminuye
ni cambia ni se transforma.
Por
eso todo sigue igual.
Sin
embargo sí que es triste,
manteniéndose
en plenas facultades
mentales,
yo,
de oficio Pastor,
ver
como todo se borra sin cesar
de
mi mente.
(¡Hola! ¡Qué casualidad!)
(¡Hombre! ¡El señor rojinarigudo!
¿Encontró por fin el perro?)
(Gracias, pero ¿qué le ha ocurrido?)
(He perdido mi chaqueta y tengo mucho
frío)
(Ah, ¿sí? Pero
¿no es esa su chaqueta?)
(¿Cuál?)
(La que tiene usted puesta)
(¡Pues es verdad! ¡Ajá!
Un truco del vacío....)
(Sin duda. A propósito, esto es muy
extraño.
Esa es mi cadena de oro
(Exacto. Es obra de ese pedazo
de turba del guarda)
(¡Ah! Un maravilloso truco
de la turba)
(Efectivamente.
El perro estornuda mucho, ¿está bien?)
(No pasa nada.... Siempre está así)
(¡Qué grande!)
(Es un perro polar)
(¿Se puede usar como caballo?)
(¡Por supuesto! ¿Quiere probarlo?)
(Muchas gracias. Vamos a probarlo)
(Por favor)
Efectivamente,
monto en el perro polar
y
echo a andar hacia el Este
como
el dios de los perros.
La
hierba deslumbra,
la
sombra es la de los viajeros
por
un desierto verde.
Al
poco aparecen las hileras de los gingkos
y en
sus delicadas y rectas ramas
sigue
colgado un hermoso muchacho
de
cristal triangulado.
Un poema realmente muy especial en un
hombre que se suele considerar escritor para niños pero que no tiene nada de
eso.
Educador, enseñante de agricultura,
tremendo creyente que absorbió buena parte de la cultura y ciencia occidental,
un hombre único a caballo del siglo
xix y xx
en Japón.
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