DESCANSO
El
día había sido ajetreado para ambos. Por el tipo de quehaceres, era
un ajetreo más mental que físico. El cansancio físico dejaba en
cierto momento una sensación agradable. Los músculos hormigueaban
pero la mente se encontraba relativamente tranquila. El otro, el
ajetreo mental, llevaba a la rigidez del músculo y al bloqueo del
ordenador mental. El primero se curaba con descanso del cuerpo, el
segundo ni con eso conseguía desaparecer rápidamente.
La
persona hacía un esfuerzo diario por aparecer en buen estado pero en
su interior se iba acumulando un no sé qué oscuro que cuando no era
ya soportable podía estallar de la peor manera.
La
mujer, en ropa de noche, como pedía la temperatura de la habitación
, se acurrucó al lado de su amado. Se miraban de frente. La altura
de la almohada permitía que él pasara un brazo bajo su cuello y la
mano podía acariciarle la espalda como se acaricia a un niño para
que se relaje y se duerma.
Ella
cruzaba su pierna derecha sobre el cuerpo amado, muy pegadita, y su
brazo derecho a la altura del hombro. El brazo izquierdo de él le
rodeaba la cintura. Las bocas, los labios quedaban a una altura
adecuada para poder besarse con ternura.
Fue
un beso largo. Más que el ardor del beso hacia el otro, fue un beso
en el que se concentraba todo el sentimiento de amor, de dulzura, de
deseo de protección, de deseo de transfusión de sangre mútua.
Ella, sus sentimientos, a través de los besos, estaba amando
tiernamente a su niño. Se transmitían también a ella los de él,
tan tiernos y dulces como la brisa del mar. Los besos iban
eliminando el cansancio, limpiando todas las partículas del sentir,
de los pensamientos negativos que por ella habían pasado aquel día.
El
trabajo, las diferentes relaciones con las personas, con compañeros
y amigos, las preocupaciones externas, ante las que, por mucho que
lo deseara, no podía huir, Toda la caja de negrura del corazón iba
desapareciendo.
En
lo más profundo de su alma una luz de felicidad , una especie de
rosado amanecer, empezó a hacerse paso. Se diría una luz celestial
que invitaba a la limpieza del alma como el agua turbia se purifica
depositándose los detritos en el fondo del recipiente.
Ella,
debido al cansancio, cayó más rápido en el sueño. El lo notó
por su respiración acompasada, a veces sostenida rítmicamente con
unos leves ronquidos, más bien gruñidos de gatita feliz.
El
la contemplaba con un sentimiento de felicidad infinito. No tardó
mucho en caer también en los brazos de Morfeo, que bien pudiera
llamarse Morfea......, si bien la palabra no existía. Quedó
completamente dormido en brazos de ella.
Cuando
la luz del sol empezó a filtrarse por la ventana y los pajarillos,
siempre alborotadores, a cantar, abrieron los ojos al mismo tiempo.
¿Estarían en el cielo?, se preguntaron al unísono. Tal era la
sensación de placer que sentían después de haber dormido
profundamente.
- Buenos días, amor, dijo ella.
- Buenos días, cielo, dijo él.
- -¿Qué tal?
- ¡De maravilla!
- Hay que levantarse
- Desgraciadamente sí.
- ¿Queda tiempo para un beso?
- Y para dos, pero no me excites que si no no tendremos tiempo para salir a pasear.
- Bueno, el desayuno en la ducha.
- ¡Hecho! Primero yo que quiero lavarme estos pelos de loca que tengo.....
Beso
largo,dulce, tierno que, a pesar de todo, levantó las pajarillas de
la pasión y del deseo.
DESAYUNO
Lo
quiero todo
el
cañón levantó
a
la caza del conejo
el
fusil salió
Lo
quiero todo
todo
se lo comió
Cuando
él entró en la ducha, a ella el agua le corría desde el punto más
alto de la cabeza. Ya se enjuagaba después de lavarse el pelo.
Entró
con ella bajo la ducha. Se echó jabón para el cuerpo en la mano
derecha y empezó a enjabonarla desde la base del cuello, por detrás
de las orejas la friccionaba dulcemente. Un gemido se le escapó. Ya
había terminado de enjuagarse el pelo. La mano derecha se escurría
el cabello y con la izquierda lo buscaba a él. El se acercó a la
parte izquierda de ella mientras con la mano derecha la friccionaba
con el jabón.
El
también sentía que algo le subía desde las planta de los pies.
Del cuello a la parte derecha del melocotón que parecía su culete
la friccionaba con dulzura. El centro de la espalda era un reguero
de agua cálida y de espuma mezclada con una sensación de
sensualidad pocas veces conseguida. La espuma pasaba por el
canalillo del melocotón. Ahí el metió la mano, limpiando. Una
especie de rugido salía de la garganta de ella.
El
se pasó a la parte derecha. Esta vez no empezó en el cuello. La
mano izquierda pasó al pecho y lo masajeaba con la espuma. Las
caricias producían placenteros gruñidos de gatita. Le cogió la
mano izquierda y se la llevó hacia la cintura y el bajo vientre. Un
poco más y ya rozaba el pubis, mientras con la mano derecha la
sujetaba con fuerza. Ella le acompaño la mano hasta que le rozó el
clítoris. Como conocía su sensibilidad lo rozaba con la yema de
los dedos. Ella sacudía la cabeza. Llevó su mano izquierda y lo
agarró por su berenjena. Se agachó un poco y se abrió de piernas.
-Entra,
por favor. Hasta lo más hondo.
Casi
con la postura de un perrillo, le friccionaba la parte delantera,
ella hacía como que huía lo que ayudaba a que el pene entrara
hasta el fondo. .
El
se movía, ella tenía la mano derecha sobre la pared de la ducha,
también lo hacía, pero con menos fuerza. Se ajustaron
perfectamente y se iban intercambiando los ritmos. Ella puso las dos
manos sobre la pared. Las manos de él se alzaron a los pechos, los
pellizcaba levemente, especialmente las aureolas. Ella retrocedía y
él entraba a su placer, sin dificultad ninguna.
-Sigue,
sigue, cariño, no te pares, eran palabras que con dificultad salían
de la boca de ella. El jadeaba.
-
Que me corro, que me voy, que no aguanto más .
Ella
tiró de su cuerpo. Volvió a darle al chorro del agua que había
cerrado con antelación . Le quitó la espuma a él, se despumó y
se puso de rodillas frente a la picha inflamada. Se la introdujo
dulcemente entre los labios hasta donde pudo. Una convulsión los
recorrió. Ella quedó llena de otro tipo de espuma que le corría
golosa por la fisura de los labios. El la levantó , la abrió de
piernas y le introdujo la lengua hasta donde pudo.....
Habían
desayunado bajo la ducha, él conejo caliente y ella un vaso de
leche de garañón cachondo.
Se
dieron el último roción de agua, se secaron el uno al otro, se
vistieron y se prepararon para salir.
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