martes, 22 de diciembre de 2015

Nieve Flamenca

NIEVE FLAMENCA
                     
                      Con el nuevo año se acercó la nieve a las puertas de mi casa. En días así lo único que apetece es sentarse al amor del brasero, del “kotatsu” o de cualquier artilugio que caliente el cuerpo, ponerse a ver la tv., escuchar música o un largo etc., por ejemplo divagar, flotar con el pensamiento, como esos copos que arremolinándose como un buen paso flamenco, o como una bella revolera torera, tardan poco en desaparecer, pero que, según se los sienta, pueden llevar al éxtasis místico, erótico, artístico...
                      Y ya que hablamos de flamenco, contemplando el baile de la nieve, bailó también una pregunta en el fondo de mi cerebro. Se fue haciendo clara y al final salió como un susurro por entre los labios: ¿Por qué gusta tanto el flamenco en Japón?
                      Ante un papel en blanco, voy a intentar explicarme el “quid” de la cuestión. No pretendo sentar cátedra, como tantos eminentes profesores a la violeta, catadores de todo y conocedores de nada. Las opiniones de las personas pueden ser el principio de la respuesta científica, aunque una opinión tenga más de visceral que de científico.
                      Es bastante general asociar el flamenco con el baile, con la pasión del baile, con la belleza del baile exclusivamente. Algún que otro programa de tv. ha presentado la práctica del flamenco como una forma de mantener una bella figura. Ciertamente, muchas de las personas que conozco practicantes de baile flamenco tienen un aire especial, diferente, al andar.
                      Los japoneses, especialmente las japonesas, son cada vez más bellos, de una belleza más internacional. Desde luego el maquillaje, la comida, el ejercicio, el cuidado del cuerpo, incluyendo el baile como un medio de mantenerse en forma, han ido haciendo su labor, y a la vista está que esa generación que puede estar entre los dieciocho y los treinta y algunos años, estilísticamente está mejor formada, evidentemente es una visión muy general, que sus antecesoras.  
                      Esta puede ser una razón, aunque creo que esa corriente que fluye de fondo por la cultura japonesa, sus bailes, el “Ninhon Buyo”, son de una belleza indescriptible. Algunas personas pensarán que son aburridos, que el flamenco es más apasionado...
                      Permitanme disentir, al menos parcialmente. Esa opinión se basa en la visión simplista de la superficie de los elementos. Se necesita un apasionado autocontrol, una fuerza interior muy grande para llegar a esa perfección. Eso es pasión, pasión como sufrimiento por el sueño que se quiere alcanzar.
                      Quizás esa generación antes mencionada, y mucha más gente, confunde pasión con energía expresada en movimiento. Puede no parecer energía lo que se expresa en muchas artes japonesas, pero sin duda lo que si expresa es pasión.     Al poco tiempo, una semana, de llegar a Japón, me llevaron a escuchar un concierto de “koto”. Alguien tocaba y otra persona cantaba, con ese son tan característico de los cantes nipones, con esas modulaciones de voz,que el foráneo no sabe a qué carta quedarse.
                      Cantaban “Sendas de Oku”, de Matsuo Basho, un poeta del S.XVII. Una amiga iba traduciéndome de manera aproximada lo que decía el cante. Y digo el cante porque, en ese momento, aquello que escuchaba para mí era flamenco. La tristeza, la melancolía, el dolor y al mismo tiempo la alegría de vivir, todo junto. Todo ese mundo que expresa el flamenco tan a las mil maravillas.
                     “Sendas de Oku” es un hito de la literatura japonesa, otro es “Manyoshu”. Leyendo este libro en la versión española del onubense Antonio Cabezas y aquel en la del Nobel mexicano Octavio Paz, no sabe uno si está leyendo coplas japonesas o coplas flamencas.
                      Evidentemente no todo el libro tiene aire flamenco, pero hay temas como el amor, la despedida, la espera desesperada, la cinta del pelo o del delantal, aquí del kimono, que forman parte de ese modo de expresión de sentimientos universales, comprensibles para cualquiera, una vez superada la barrera del idioma.
                      Quizá la industrialización rápida, el desarraigo de la cultura tradicional, la demagogia político económica, lease comedura de coco, alrededor de la necesidad de modernización del país ,y otros etcs., hayan conseguido que el japonés medio haya acabado desnaturalizándose hasta tal punto que haya perdido la perspectiva de su propia cultura. En esa situación lo que viene de fuera aparece como mejor, lo que hay dentro se desvirtúa y se niega.
                      Creo que el flamenco es una forma de expresar lo que se siente, de expresar la vida. Aceptemos que es esa corriente de pasión presente en toda cultura, en toda persona. Soterrada en la vida diaria, el flamenco ha hecho sentir a muchos japoneses, a través del baile, de la guitarra, del cante, algo que está en ellos mismos, pero de lo que no se habían dado cuenta. El flamenco es universal porque es humano. El arte, su técnica, es un producto cultural que se puede aprehender, pero el sentimiento todos lo llevamos en la sangre.
                      Resumiendo, creo que ,como cultura levantada por personas, dentro de la cultura japonesa hay una parcela perfectamente abonada para la aceptación y desarrollo del flamenco.
                      Con las naturales diferencias, la guitarra tiene su paralelo en el “shamizen”, las tarantas y tarantos en el “tanko bushi” o canciones de mineros, la canción española en el “enka”, el “kyogen” en el sainete o el entremés, Chikamatsu en Lope de Vega, el código caballeresco en el código del samurai.
                      Toda una serie de paralelismos que hacen que no sorprenda que a un japonés, aunque muchas veces sea de manera intuitiva y no racional, le guste el flamenco. Poderlo practicar, en cualquiera de sus modalidades, de forma bella y artística es sólo cuestión de esfuerzo, trabajo y pasión, de la que el pueblo japonés anda más que sobrado, aunque a veces no lo parezca.       



                                     ANTONIO DUQUE LARA   

                       

sábado, 12 de diciembre de 2015

Las hojas, los mitos

LAS HOJAS, LOS MITOS


        La noche cae lenta, pausadamente, como si el tiempo hubiese detenido su prisa. Tarde de lluvia, plenitud de otoño en que los árboles deshojan su cuerpo triunfante dejando al descubierto su secreto.
        Caen las hojas como el agua, tibia, suave. Moja la frente encendida en palabras y el rostro pleno de gestos. Caen las hojas, cae el agua. Suavidad de la tarde, lentitud de la noche. Maravillosa imagen evocada en mil formas. Y en el centro de la tarde-noche los protagonistas: los enamorados del mundo.
        Caen las hojas como la palabra, la palabra como las imágenes, las imágenes como los mitos..., y, al final, la magestuosidad del árbol desnudo.
        La vida limpia que quiere volver a empezar, que está germinando de nuevo para vivir los mismos procesos, las mismas imágenes con un nuevo ropaje.
        Imagen del hombre eterno que deshoja el árbol de sus conceptos, de sus mitos, de sus eternas frustraciones, cambiando el follaje no la raíz del árbol. Visión del hombre amorfo, incapaz de renovarse...
        Caen los conceptos, los mitos y nos queda el hombre, el cerebro del hombre incapaz de sentirse a sí mismo como ser humano.
        Es necesario, lo sabemos, es necesario dejar nuestros fundamentos en raices podridas.
        Pero, ¿qué sería del hombre sin sus mitos, sin sus conceptos, sin su dogmatismo a ultranza? Poca cosa o posiblemente, lo más importante: el hombre.
        Pero el hombre no quiere ser hombre, no sabe ser hombre, tiene miedo y prefiere la mentira a la verdad creada, prefiere seguir la línea del camino a hacer el camino.
        Contradicción tras contradicción, dogmáticamente llevadas hacia adelante y no en el ánsia de la búsqueda.
        Las hojas caen en una tarde de lluvia, serenamente hermosa. La lluvia cae, las hojas caen y nos dejan la indeleble verdad desnuda del árbol: su hermosura.
Aranjuez 1980

Este texto está escrito en el cuartel de Caballería Lepanto de Aranjuez. Había un árbol solitario en el patio.


 
¡Qué triste es ver                 
desparramarse la vida
después de consumir las armas
cumpliendo con el pesado deber
de combatir por nuestra tierra!
Siete veces que naciera
siete veces empuñaría su escudo
buscando la revancha
éste que va a fundirse con la tierra.
En esta isla en que pululan los helechos
pienso punto punto en el rumbo de la Patria.

重きつとめを果たし得で き果て散るぞ悲しき
討たで野には朽ちじは又 七度生まれてらむぞ
の島にるその時の の行手に思ふ
栗林 

Este texto forma parte de la primera serie de Fotopoemas. Está escrito en Japón quizás 26-27 años después del primero. Es un trozo de un libro escrito por el general Kuribayashi, cuando sabiendo que iba a morir él y todos sus soldados se disponían, a pesar de todo, defender a su país. En su lectura recogí esta parte y la traduje. irremediablemente me recordó al general Cervera cuando se dispuso a morir defendiendo Cuba.

Puntos comunes: Cumplir con el deber. El enemigo era EE.UU. Ambos gobiernos, japonés uno, español otro no supieron o no quisieron hacer nada por los soldados...... Cada cual  lo interprete a su gusto. Gracias. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Relatos Breves

EXTRAÑA HISTORIA


        - ¡Rinnnggg! ¡Rinnnggg! ¡Rinnnggg!
        - ¿Sí?
        - ¡Hola!
        _ ¡Hola!
        _ ¿Todo listo?
        _ ¡Sí!
        _ ¿Sin miedo?
        - ¡Sin miedo!
        _ Nos veremos en el lugar fijado.
        _ De acuerdo.

        Comenzaron a caminar, la mirada fija en algún punto.
        Carreteras, caminos pedregosos, montes pelados, bosques,rocas, nieves, ríos, mar y fuego...
Siguieron caminando, caminando, caminando... La tierra los iba absorviendo paulatinamente. Más, más, más, más...
        El mundo se olvidó de ellos, pero eran felices.




EL VOLCAN

         La risa fue general. Todo el mundo conocía la leyenda que circulaba        sobre aquel lugar y la admitían como cierta, pero aquello que contaba el visitante resultaba inadmisible y grotesco.
        En un tiempo lejano aquella parte de la costa se había caracterizado      por una fuerte actividad volcánica. Geológicamente estaba demostrado, aunque resultaba extraño que la sedimentación de resíduos hubiera dado lugar a una tierra rica para el pasto, los         bosques y la cría de animales.
        Los hombres del pueblo partieron, como todas las mañanas, hacia sus puestos de trabajo, bien en el mar, bien en la montaña. Tranquilos y felices daban gracias a Dios por haberles ayudado en   su lucha contra los elementos adversos y haber llegado a conseguir         la situación de prosperidad que ahora disfrutaban.
        Aquella tarde, cuando todo el mundo empezaba a regresar hacia el pueblo, a la caida del sol, desde los barcos que se acercaban al         puerto, se observó que del monte subía una gran columna de humo.         Una vez desembarcados pusieron en alerta a la población. Se formaron grupos de hombres y mujeres que se dirigieron hacia el lugar del hecho. Entretanto corría la noticia de que un grupo de hombres que trabajaba por aquella zona no había regresado aún.       Alarmados por su ausencia, los corrillos de gente se dirigieron hacia allá.
        Faltaban a los primeros grupos unos trescientos metros para llegar cuando, de pronto, salió hacia los aires disparada una gran columna         de material volcánico. Las escenas de terror fueron indescriptibles. Gritos, nervios, heridos. Todo aquello se aumentaba en la lucha desesperada por encontrar a los doce trabajadores desaparecidos.
        Dos horas furon necesarias para poder acercarse un poco más a la cresta del monte. Los trabajadores fueron encontrados cuando      salían de una profunda gruta existente en las proximidades del cráter. Se habían refugiado allí al observar el peligro y, salvo         algunos heridos de poca consideración, todos se encontraban bien.

        Abrazaron a sus familiares y amigos. En los rostros de todos se reflejaba la preocupación de saber que el pueblo se encontraba en una zona volcánica que, como había sucedido, en cualquier         momento, podría volver a ponerse en erupción. Aunque lo primero era salir de allí porque si no la lava, los gases que desprendía el volcán podía dejarlos a todos tirados por el suelo.