INVIERNO
No tenía tabaco. El vicio era demasiado
fuerte, por lo que Luis salió a comprar un paquete. Antes abrió la ventana. El
aire era frío. Se abrigó adecuadamente y salió.
Delante
de la puerta del piso, una ráfaga de ártica brisa se le incrustró en el rostro.
Todas las negras ideas que habían poblado su mente durante los últimos días se
las acabó llevando el viento.
Luis cerró la puerta y bajó las escaleras.
Diez metros más adelante entró en la carretera. Giró a la derecha. Veinticinco
metros delante de él había una cuesta pronunciada. Cuando se acercaba a la
cuesta, ante sí se empezó a abrir un hermoso paisaje.
A
pesar de que los cables de la luz, las antenas de televisión y los postes de
teléfono tapaban el panorama, se podía ver una de las sierras de Japón. A la
derecha una montaña familiar: el Fuji.
El
sol se había puesto y alrededor del monte Fuji algunas nubes solitarias vagaban
por el firmamento. Desde donde lo contemplaba Luis, los rayos del sol
recortaban la sierra. Por la cara que veía, las tonalidades negras y grises
eran las más abundantes. En la copa del monte se podía ver el corte claro de la
nieve. Sereno, con una figura de dama soberbia y majestuosa, dominaba, tópica
estampa, pero no por ello menos bella, todo el paisaje.
Hacia
la izquierda la noche iba cayendo paulatinamente, la luna, media luna
solitaria, buscaba a su amor perdido. Hermosa su cola de plata fría hacia la
noche más fría. Algunas estrellas asomaban los primeros resplandores de su cara
por las esquinas del firmamento.
Aunque
estaba acostumbrado a las puestas de sol de su pueblo, no pudo por menos que
quedarse extasiado. Desde su llegada era la primera vez que veía un cielo tan
limpio, tan sereno.
Al
lado del camino había una gran piedra. Se sentó a contemplar el paisaje. El
frío empezaba a colársele en los huesos.
-
¿Qué te ocurre?-, dijo una voz a su lado.
-
¿Eh? Nada, nada. Mira- , le respondió Luis a su amiga.
-
Maravilloso, ¿verdad?
-
Sí, a pesar de la contaminación, de las máquinas, del ruído. A pesar de todo
eso, aún quedan paisajes maravillosos.
ANTONIO
DUQUE LARA
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