CUADERNO DE COREA
El avión despegó a la hora prevista. Rumbo
a Corea, Joaquín estuvo acompañado de Virginia. Colombiana, morena, casi bella
y de una simpatía como sólo los sudamericanos la saben tener. Se estuvieron
contando sus aventuras y desventuras a lo largo de las dos horas que duró el
vuelo de Tokyo a Seúl.
A Virginia la esperaban en el aeropuerto
con una pancarta. El Sr. Choun ,para sorpresa de Joaquín, hablaba un español
casi perfecto, además de inglés, japonés, coreano y algo de francés. Elegante y
con el pelo bastante blanco a pesar de que no parecía muy mayor.
Virginia le contó los proyectos en Seúl
de Joaquín y enseguida se ofreció a llevarlo en coche hasta el hotel en que se
hospedaría el tiempo que estuviera en Corea.
Por esas casualidades que ocurren, Chou
conocía al dueño del hotel y pudo conseguir un precio especial para Joaquín.
Quedó en llamarlo y pasar a recogerlo unas horas más tardes. Joaquín entre
tanto se bañó y se cambió de ropa. Hacía un calor terrible.
Con la cabeza embotada se olvidó de
preguntar cuál era el precio del hotel. Al ver la hojilla del precio tras la
puerta de la habitación, se sobresaltó. El precio era dos veces más de lo que
le habían informado en la agencia. Pensó que rápidamente tenía que intentar
solucionar el problema. Bajó a la recepción y en japonés solicitó el cambio de
habitación. En una tablilla había precios más baratos. Le contestaron que eso
lo solucionarían más tarde. Volvió a la habitación y esperó la llamada
telefónica.
Se impacientó y bajó a la recepción.
Allí esperó otra hora y viendo que no sonaba el teléfono se dispuso a
marcharse. Justo en el momento de salir volvía Virginia en el coche, con el
chófer y sin el Señor Choun. Lo llevaron
a la Embajada de Japón. Estaba infectada de gente. Hicieron cola y a la hora
prevista estaban en la ventanilla para entregar los papeles cuando cerraron.
Virginia rogó, casi suplicó con cara inocente y todos los papeles de los
presentes fueron aceptados.
Vovieron al hotel y Virginia le ayudó a
solucionar a medias el problema del precio. Todo se quedó en algo indefinido.
Se despidió de ella y subió a su habitación. Se volvió a duchar y salió para
Información y Turismo. La chica que le atendió era preciosa, dulce, con una voz
extraña y simpática. Se entendió con ella en un inglés malo y un poco de
japonés. Le informó del precio del hotel. Al final no se podía quejar. Todos
eran más caros que en el que estaba. Volvió con su mapa de Seúl, en japonés, y
esperó la llamada de Virginia. Había un problema. Por no haber hecho la reserva
del avión tendría que quedarse un día más. Quedó con Virginia en la Embajada al
día siguiente y se dispuso a dormir.
Seúl le parecía una ciudad grande,
ruidosa, metida de lleno en un plan de reconstrucción después de la guerra.
Según le informó Choun, todo lo que veían se había reconstruido en menos de
quince años. Hasta entonces todo había sido pobreza y miseria. De alguna forma
eso se notaba en la cara de la gente. Daba la sensación de un pueblo a caballo
entre el plato de lentejas y la tierra por comida.
Aquellas caras mirándolo descaradamente
le hicieron recordar a Joaquín la España de los años 60, entre pobre y Planes
de Desarrollo. Cuando un extranjero era aún un bicho raro. Esa forma de mirar
no le agradaba en sí misma, pero le era muy familiar. Más de una vez había
escuchado a un niño o un viejo: “Mira, un chino, una china”. Sólo por eso le
vinieron a la memoria muchos aspectos de su tierra. Incluso en el intento de
conversación que algunos señores hicieron hacia él. En la medida en que pudo
hacerlo, lo hizo.
En Japón, en seis meses sólo le ocurrió
dos veces. Las diferencias empezaban a notarse. Conversando consigo mismo y su
dolor de cabeza, se durmió.
Al día siguiente, después de levantarse
y ducharse ,se dispuso a dar un paseo por la ciudad. La intención era doble.
Ver lo que pudiera y preguntar por el precio de los hoteles. Anduvo por la
avenida central de Seúl, hasta la Puerta del Este. Por allí se encontraban los
grandes hoteles de Seúl y, junto a ellos, casas casi misérrimas con unos
cuartuchos en forma de negocio.
Sentía un olor extraño, pero al mismo
tiempo conocido. El olor a humedad de las casas poco higienizadas. Anduvo por
las galerías subterráneas, completamente abarrotadas de comercio y público.
Anduvo por el mercado, abigarrado de gente que le miraba con curiosidad. Cuando
se detenía a comprobar la calidad de los productos pudo observar que ninguno de
ellos tenía precio.
Parecía una trampa para el comprador
poco avisado. preguntó el precio de varios artículos, en inglés y en japonés.
Nadie le entendía. Volvió al hotel bastante cansado. Se bañó y bajó a comer. El
udón estaba bien. En el
establecimiento todos le miraban con los ojos muy abiertos. La comida era
buena, pero terriblemente condimentada. El chico de su derecha le ofreció
servilletas. Al pagar pudo entenderse en japonés con la señora que le atendía.
Los jóvenes podían, algunos, entender el inglés, los mayores malentendían el
japonés
Volvió al hotel y esta vez no subió a la
habitación. Tomó un café, descansó un rato y, en la recepción, cuando abrió un
mapa se le acercó una señora relativamente mayor. Estuvieron hablando media
hora en japonés. Le recomendó algunos lugares para visitar y se despidió de
ella. A la hora prevista vio a Virginia en la Embajada. Ya tenía el visado para
seis meses. Virginia le dio una buena noticia. El Sr. Choun le podía conseguir
un hueco en el avión para el día siguiente.
Estuvo hablando con Virginia y la chica
que la acompañaba. Era coreana. Virginia sirvió de interlocutora. Las
impresiones habían resultado ciertas. Seúl era una ciudad en la que se mezclaba
la viejo y lo nuevo. En la que la amabilidad de la gente era descarada pero
familiar... Después de aquella conversación compró unas postales, fue a Correos
y allí alguna gente se ofreció a ayudarle. Un chico le dio la mano al
despedirse.
Se dirigió al Museo Nacional, donde estuvo
observando los restos de una cultura milenaria. Le gustó en demasía. Era precioso.
En la puerta, una señora mayor quería hacerle una fotografía. Pudo entenderse
con él en japonés. Se dirigió de nuevo al hotel, y después de comer algo, una
vez recompuesto el estómago, paseó de nuevo hasta la caida de la noche. Volvió
al lugar donde había comido a mediodía y otro señor, con su novia, intentó
hablarle en inglés. Se defendió medianamente mientras el otro intentaba
invitarle a visitar la ciudad de noche. ¿Cuándo fue la última que le había
ocurrido eso? En Japón no. Volvió al hotel, preguntó el precio definitivo de la
habitación y le dieron la noticia de que al día siguiente podía salir para
Tokio. Virginia lo llamó por teléfono. Se desearon buen viaje. Ella se quedaba
un día más en Seúl. Se dispuso a dormir.
Al día siguiente, a las 12´20 de la
mañana, tras dos horas de grata espera en el aeropuerto, partía para Tokyo.
Seúl, con su gente pobre, pero agradable, le había dejado un buen sabor de
boca. No sabía por qué, pero adivinaba que allí estaría mejor que en Japón, le
era más familiar.
APUNTES COREANOS. DEL DIARIO
Si no tuviera suerte seguro que me
seguiría quejando como me quejo. Encontrar a Virginia después a Choun, que
habla español, y cometer el estúpido error de no preguntar el precio de la
habitación.
Soy estúpido, estúpido, estúpido y
bastante será que pueda cambiar de habitación. Creo que no me lo perdonaré
nunca. Error tras error y la gente sacándome las castañas del fuego. No me lo
puedo disculpar a mí mismo, aunque estoy embotado. No sé cómo ni dónde me
encuentro. Estoy nervioso, histérico perdido. Quizás si no me hubieran dicho
tantas cosas todo me hubiera salido mejor. Ahora a esperar que me llamen o
vengan a recogerme.
Bueno, el dichoso visado ya está en
marcha y ahora otro problema. El vuelo del jueves. Si salimos el jueves, dos
noches más. Hay que hacerse a la idea de que vale 14 won y dejarse de
tonterías, pero me molestaría gastar más de la cuenta. Aunque si no hay más
remedio, pues a joderse tocan que es gerundio. Lo malo es que cambie dinero y
luego sobre.
Es curioso ver las caras de los coreanos
mirándote. Las coreanas son monas, pero son como más pobres de cara que las
japonesas. En Japón han conseguido mejorar más. Es curioso lo que dijo
Choun con respecto a los japoneses. Es
lo mismo que ya me había dicho alguien en Japón. No sé, pero este viaje va a
cambiar un poco todo el clima de aquí en adelante. Es jodido tener que hacer
papeles, papeles y papeles. ¡Ah!
APUNTES COREANOS
De pronto Joaquín se encontraba en otro
país. Ya no en otra provincia de su propia tierra. Había tenido que volver a
cruzar el charco. El rigor de los papeles se le imponía con el riesgo de no
poder a volver al país en que se encontraba.
Había salido para una tierra en la que
30 años atrás había sido desolación y miseria. La guerra del 45 en Corea había
dejado hecho polvo a un país que ahora levantaba sus cadenas, las cadenas de la
miseria y el horror.
La primera sorpresa fue encontrarse en
el mismo aeropuerto con alguien que hablaba su misma lengua. Le había
conseguido un buen precio en el hotel y se había marchado.
Seúl era una ciudad grande, populosa,
pero a primera vista no parecía tan apretada como Tokyo. El ruido entraba por
la ventana. No podía dormir debido a los múltiples choques y equivocaciones que
había ido cometiendo en los últimos tiempos. Su cabeza era una jaula de grillos
donde las ideas brotaban y brotaban sin ton ni son.
Todo lo que le habían recomendado para
su estancia en el país había salido al revés. La gente se agolpaba en la
ventanilla deseosa de una firma, para una fecha que tendría que ser renovada
nuevamente.
La chica de Información y Turismo se
había mostrado de una amabilidad subida. Era bella, bellísima casi.
Curiosamentge le hablaba en una lengua que él deseaba conocer pero que ahora no
tenía tiempo de aprender. Al final se despidió con una gracia infinita,con un
japonés correctísimo
De nuevo se le habían agolpado los
problemas, más que nada, como siempre, económicos. Al no preguntar el precio
del hotel se había comprometido totalmente, pero la chica de Información le
había terminado por dar ánimos. La lista de hoteles resultaba mucho más cara
que en el que él se encontraba.
Salió a la calle y paseó mirado por
hombres y mujeres, seguramente asombrados de su pelo negro y la barba frondosa.
Hubiera querido pararse a hablar con alguna de las bellezas que le miraban,
pero era difícil que pudiera entenderse con ellas. Su lengua le resultaba
simpática. Le recordaba ese acento de Chou, su compañera de clase de japonés,
cuando hablaba en plan gato.
En una librería que le salió al paso,
libros en inglés, francés y un texto para estudiar español. El primer letrero
que vio en el aeropuerto:”Explore Corea”, también en su propia lengua. Le caían
simpáticos los coreanos. Codo dijo Choun, se parecen a los españoles.
Cuando preguntó por el Banco de Toyo, le
llevaron a la misma puerta. Se encontraba muy agusto, aunque algo cansado y con
el puñetero problema del dinero siempre a cuestas. Las cosas se habían
desarrollado así y no de otra forma. Virginia le acompañó en el vuelo, le ayudó
a rellenar los papeles, a hablar con el gerente del hotel, a charlar sobre un
montón de cuestiones. Era otra experiencia más acumulada a las espaldas. Y es
que cuando uno se mueve, siempre aprende algo nuevo.
Seúl 28-6-1982
DEL DIARIO
Bueno, las cosas buenas duran poco, y
como siempre, en las buenas coasas, me duele la cabeza. Yo sabía que tenía que
estudiar inglés. No sé si el japonés me servirá algún día, pero ahora casi
nada. Sólo para cuatro frases. Todo el mundo se dirige a mí en inglés.Hubiera
sido muy interesante hablar con el tipo
coreano ( creo que parte del dolor de cabeza es del tabaco). No sé exactamente
la sensación que tego de Seúl, pero es paradógica y extraña. Se mezcla la
ciudad nueva y la vieja, la gente que va bien, aunque con cara de no haberse
quitado totalmente el hambre y la gente con cara totalmente pobre. La miseria
aflora todavía en una ciudad que empieza a estar orgullosa de sus rascacielos y
de sus casuchas, donde parece que la gente te respeta y te va a comer al mismo
tiempo. Es una sensación parecida a la de la España de los años 60, donde un
extranjero era una cosa como venida de otro mundo. Aquí hay muchos americanos.
Supongo que la sensación no está nada más que en la barba.
La impresión es que el coreano es
abierto a la gente, no es como el japonés. Da la sensación de que quiere
hermanar, que te sientas bien. Como el japonés, pero de manera diferente. Se
parece más al español.
La comida es de un picante subido. El
sitio donde he comido me ha gustado porque me ha resultado familiar, pero ahí
se ve la pobreza, el descuido en definitiva, la humanidad de la gente. Alguien
hubiera pensado que es un sitio nauseabundo.
Hasta el último momento he estado solo
pero acompañado. Ha sido tremendamente valiosa la ayuda de Virginia y Choun. No
sé si me merezco tanta atención. Eso de quitar una persona del grupo para
meterme a mí, me ha sido necesario, pero no sé hasta qué punto debería haberlo
aceptado, pero ya está hecho.
Dos días en un país totalmente nuevo
para mí, desconocido, desconcertante, que me ha permitido estar bien por
poquísimo dinero. Lo de siempre, este terrible dolor de cabeza que tengo se ha
mezclado con demasiadas preocupaciones. Los nervios propios de todo viaje, la
falta de dinero para el mes próximo, ese carácter introvertido.... De todas
formas, la estancia ha sido buena.
Son bonicas las mujeres coreanas. La
forma de mirar es entre ingenua, amable y un poco coqueta. Ha debido sufrir
demasiado este pueblo. Rusos por un lado, chinos, japoneses y al final
americanos. En este puñetero mundo unos suben a costa de otros. Lo del avión es
una prueba, quizás de las menos importantes, pero sigue siendo una prueba.
Lo malo, lo terrible es la llaga
profunda que deja la guerra. Nunca pensé en estar en Corea y he estado. Cuando
estudiaba historia, no recuerdo bien que sentía hacia este pueblo, y hoy estoy
aquí, en el bar del aeropuerto de Kimpo, esperando la salida para Tokyo. En una
impresión rápida, hay que decir que se parecen a los españoles. Intromisión
rápida en los asuntos de los otros, quizá con un poco de malicia. Bueno, es
sólo una impresión. Me ha gustado, incluso diría que me ha emocionado. Adivino
que tal vez estaría mejor aquí que en Jaoón. Pero eso es otro tema.
30 junio
1982