El
había regresado primero. Después de una larga ausencia por causa
del trabajo, llegó a casa y colocó un hermoso ramo de rosas que
había comprado para ella en un florero. Su fragancia llenaba la
habitación de una manera suave, agradable.
-Debe
de estar destrozaica la pobre cuando vuelva. No hay nada para comer.
Bueno, a la cocina.
Como
buen cocinero que era, preparó un plato en el que la verdura, un
poco de carne cortada muy finita, algún que otro embutido, queso y
al final fruta y un poco de helado de chocolate lo completaba.
Cuando
estaba todo preparado le colocó unas tapas encima. Si bien sería
difícil mantenerlo caliente, al menos no estaría chuchurrío, como
solía decir.
En
la puerta sonó la llave. Era ella que regresaba del trabajo.
-Hola,
cielo-, dijo ella con un esfuerzo en el que se transparentaba el
cansancio, pero algo más. Era una tristeza que no se sabía muy bien
de dónde venía, de dónde emanaba. Unas veces ella decía que era
la oscuridad del día, el mal tiempo, otras el exceso de trabajo,
otras, cosas muy naturales en la fisiología femenina, en las que el
estrés hacía estragos....
Sí,
quizás, consideraba él, pero sentía que no era sólo eso. Era como
si su alma, en algún momento hubiera dejado abierta una ventana a
otras vidas anteriores que le pesaban como el plomo. ¿Sería la
tristeza que aún le quedaba, especialmente en algunas fechas , por
el fallecimiento de su padre, aunque había acontecido hacía ya
bastante tiempo? ¿Era el dolor acumulado de experiencias negativas
que no acababa de echar fuera cual si de un exorcismo se tratara?
Desde
que se encontraron ella había mejorado mucho
pero aún y así no se podía decir
que se hubiese curado completamente de su “enfermedad”, le
llamaba él. Enfermedad del alma terriblemente arraigada. Desterrada
de sí misma, era como él, una inhabituada a lo que se diría la
vida normal.
Físicamente
no había especialmente problemas, era ese cajoncito del alma el que
no acababa de deshacerse.
-¡Guau!
¡Qué flores tan bonitas!
-Sí,
pero no son nada comparadas contigo, amor.
-No
te rías de mí, fíjate que mustia estoy hoy. Estoy hecha un
adefesio. Parece como si usted, caballero estuviera hoy dispuesto a
conquistarme....
-Por
supuesto. Eso, siempre.
-
Pues hoy me parece que no va a ser fácil. La sombra negra está en
plena efervescencia y el cuerpo no da para más.
-Bueno,
primero vamos a deshacer esa sombra y después comemos.
-Pero
hoy de excitación nada, ¿eh?
-Yo
no estoy hablando de excitación, estoy hablando de descanso físico.
Además, para echar un buen polvete nos queda la noche, bonita.
-Ya
lo sé, pendejo...
-Veamos,
primero un baño. Después un masaje, después comer y una buena
siesta, que nos la merecemos.
-Oh,
lalá, caballero está usted en todo.
-Siempre
a su servicio, señora mía.
-Vamos,
pon los bártulos por ahí y a bañarnos. Necesitas un buen masaje.
-¿Un
buen masaje o un buen magreo?
-Bueno,
un masagreo, jojojojo....
-¿Juntos?
-
De no ser así el masagreo será difícil, ¿no? ¿No te apetece?
-Claro
que sí, pero no estoy.... para mucho.....
-Ya
te lo he dicho, te prometo, te juro , si lo prefieres, que no te voy
a comer. Por el momento prefiero la comida que he hecho.
-
¿Qué has hecho comida?
-Sí,
claro.
-Ay,
Dios santo. Eres un Angel.
-Sí,
tu Angel de la Guarda......
-Ja,ja,ja,ja....
Se
metieron en el cuarto de baño y se fueron desnudando uno al otro,
despacio, entre pieza y pieza que caía a la cesta de la ropa, más
sudada que sucia, un beso de miel y una caricia en sus respectivos
cuerpos echándose unas mirada llenas de complicidad, ausentes de
palabras.
Quedaron
cual Adán y Eva creciditos. Se abrazaron en toda profundidad,
quedando piel con piel. Se magreaban, era el principio del masaje.
Taparon
la bañera y él cogió la manguera de la ducha. Comprobó que el
agua salía a la temperatura adecuada. Primero la puso frente a sí,
cual Venus de ébano, lo que parecía la preciosidad de su piel.
Con
la mano izquierda sujetaba la manguera de la ducha mientras con la
derecha le iba friccionando suavemente. Empezó por el cuello,
delante y también detrás. El agua se aceleraba abundosa por el
pecho, por las colinas de sus manzanitas. El la iba masajeando de
forma que la piel reaccionaba relajándose. No era en absoluto
excitación. Llegó al vientre, siguió hacia el pubis. Le hizo abrir
un poco las piernas. Con las manos cogía la carnosidad de su
entrepierna. El sexo se lo dejó a ella para no caer en la tentación
de la excitación. Cuando lo hacía ella no sentía nada especial,
cuando lo hacía él, estallaban todas las alarmas. Se tensaba
completamente pidiendo más.
El
se puso de rodillas, en una hábil maniobra le besó el Monte de
Venus. Ella le dió un coscorrón.... Se rieron. Ella cogío la ducha
y se echaba agua desde la altura del vientre. El agua espumosa pasaba
por el pubis y después por las dos piernas. El tomó los muslos con
las dos manos y le daba un masaje alternativamente. Llegó hasta la
punta de los pies. Le hizo abrir los dedos y también se los
masajeaba. Ella parecía gozar con aquel toqueteo aunque no era tan
excitante como en otras situaciones más a propósito para ello.
Las
rodillas las cubrió con las dos manos. Sobre la parte superior del
hueso de la rodilla hacía más hincapié en el masaje. Un como
calorcillo agradable hacía que los nervios de la mujer se tensaran
un tanto. Después bajó a la cuña del pie y especialmente a los
dedos de los pies, con la yema de los dedos de sus manos friccionaba
y apretaba los nervios , las venas del pie, también las uñas. Toda
ella parecía una sirena cubierta de espuma marina.
El
se levantó y con la ducha la limpió de espuma totalmente.
-Ahora
la cara, pero eso lo haces tú, niña.
Se
espumó ella las manos, se friccionó el rostro, las orejas y una vez
hubo terminado la hizo ponerse de espaldas. El volvió a embadurnarla
de espuma. Empezó por el cuello que le masajeaba con la menor
presión posible, más tarde sería cuando le haría un masaje rey.
El
se acercó por detrás. La ducha la dejó en su sitio y la abrió con
la mayor dulzura
-Pimpollito,
¿cómo estás?
-En
la gloria, amor, eres un artista.
-¿Te
vas sintiendo mejor?
-Sí,
mucho mejor. ¿No se te levanta?
-Un
poquito sí, pero hoy, ahora te toca a ti, así que el nene anda
tranquilo.
-Perdóname
por ser tan egoista.
-¿Egoista?
¿Y lo bien que me lo estoy pasando?
-¡Eh!
-¡Estás
estupenda, niña! Hay que repetirlo con más frecuencia. ¿Te he
dicho que te quiero?
-
¡Eh! ¿Ah? ¿Me lo has dicho? No lo recuerdo. Dímelo, dímelo aquí,
detrás de la orejita.
-
T E Q U I E R O
-Ah,
que gust....oooooo. ¡Que me voy!
-Quieta
pichola, déjalo para más tarde.
-¿Más
tarde?
-Sí,
cuando llegue el masaje de verdad.
-¿Pero
hay más?
-Por
supuesto, te vas a quedar nueva.
-Ay,
qué tesoro tengo y no lo sabía.
El
jabón le cubría los hombros, le hizo abrir un poco las piernas y
poner los brazos contra la pared de la ducha. Iba dándole jabón de
arriba abajo pellizcándola con los dedos. Eran pellizquitos de
masaje, de cierto dolor, pero cuando soltaba la piel de un gusto
estremecedor.
Bajó
por los costados, masajeaba los leves michelines que tenía y llegó
al trasero.
-Ummmmm,
que buen culo. Un auténtico melocotón. ¿Puedo besarlo?
-¿Tiene
espuma?
-
No, todavía no.
-Pues
anda. ¡Ay! ¡Me has mordido!
-Delicioso.
Así, así, así se acabó el dolor.
-¡Carnívoro!
-Sí,
con la carne buena.
De
cintura para abajo la estuvo magrefriccionando. Los músculos iban
quedando en relajación total. Pasó por el trasero, bajó a los
muslos por su parte trasera y repitió la misma operación que en la
delantera.
Al
llegar a las pantorrillas ella dio un suspiro de dolor. Todo el día,
todos los días de pie hacían que la tensión de las pantorrillas
fuera enorme.
-¡¡¡Ahhhh!!!!
¡Qué gusto!
-Levanta
la planta de los pies.
El,
arrodillado, puso primero un pie y luego otro sobre una de sus
rodillas. Las lavaba y manoseaba. Una corriente eléctrica subió
hasta la base del cerebro.
-Ohhhhh
-Bueno,
terminada.
-Ah,
¡qué bien! Ala, la escopeta está cargada.
-Pues
es verdad. Verás, con un buen zurriagazo de agua fría, desde el
punto más alto de la cabeza se baja.....
-Os...tras....
¿qué es eso, cielo?
-Magia-.
La explosión de risa fue tremenda.
-Y
ahora a secarse.
Con
la manguera de la ducha limpiaron la bañera y salieron de la pila.
Se secaban mútuamente.
-¿Y
ahora? -, preguntó ella entre picarona e ingénua.
-Ahora
al masaje sobre el sofá
-Desnuda...
-
Sería estupendo, pero los dedos quedarían señalados por eso te
pones algo que no sea muy grueso.
-El
pijama rosa.
-Maravilloso,
además va muy bien con la fragancia de las flores. .
-Ay,
eres un cielo, mua....
-Pon
la cabeza sobre la almohada, que el cuello salga hacia afuera para
poder respirar. No te opongas a los dedos. Cuando yo presione,
expulsas el aire, cuando suelte, respiras.
Tal
vez sentirás dos tipos de dolor, uno que podemos llamar agradable y
otro menos agradable. Si este segundo es muy fuerte, dilo, porfa....
Ella
colocó la cabeza y él empezó el masaje comenzando por la base del
cuello y por detrás de las orejas. Esto lo hizo con tal suavidad que
ella tuvo un repelús. Era uno de sus puntos sensibles.
Presionó
el cuello y ella sintió una corriente eléctrica que le bajaba hasta
el codo y la punta de los dedos.
Le
entraba hondo sobre los hombros pero nunca con dolor excesivo. Ella
iba relajándose. Esa zona era de las más tensas. Bajó a la columna
en la parte que baja desde el cuello. A un lado y otro de la columna
presionaban los dedos con suavidad. Ella respiraba acompasadamente,
lo que ayudaba a la relajación.
En
la parte de la cintura, ya arriba, ya en los glúteos, en los huesos
superiores de las caderas hizo una presión mayor, muy en
profundidad.
-Ah,
qué bien.
Hizo
la misma operación un par de veces de abajo arriba y de arriba
abajo. Hacia el centro de la columna seguía la presión, una
corriente de placer hacía los órganos sexuales de ella se hizo más
que visible.
-Ahhhhh,
me voy, me voy, me fuí.... , y cayó en una especie de sopor de esas
que acompañan a un buen orgasmo. El continuó como si no hubiera
ocurrido nada.
Los
glúteos, los muslos, las pantorrillas. La desaparición de la
tensión era más que evidente.

-Ahhhhh
.... parecía gemir. Le dió una palmadita en culo. ¡Se acabó!
El
sudaba. Cogió una especie de toalla amplia y se la colocó por
encima para que no se enfriara. Ella seguía entre dos mundos.
Mientras dormía puso la mesa y colocó una botella de vino del
mejor.
Cinco
minutos después ella despertó.
-¿Dónde
estoy? ¿Es esto el cielo?
-No
sé, pero algo parecido.
-¡Oh,
hasta la mesa puesta!
-¡Por
supuesto!
Comenzaron
a comer. Se relamían de gusto. El, un poquito cansado, pero
encantado de ver que esa cara de pena que traía había desaparecido.
Ella había cerrado la cloaca de los sentimientos negativos y abierto
la ventana al perfume de la vida.
“Tengo
que superar estos estados de melancolía y dolor. Yo sé de dónde
vienen y soy yo quien debe eliminarlos. Es malo para mí y malo para
los que me rodean que salga ese demonio tan feo. Decidido. Cuando me
sienta así le pediré un masaje como el de hoy. ....”
Terminaron
de comer. Ella recogió todo porque lo vió más bien agotado. Sobre
el sofá, que estaba abierto, tendió una toalla, puso una almohada
doble y se tumbaron a echar la siesta. Ella muy arrimadita a él,
empezó a soñar con un campo de flores variadas. De su cuerpo salía
una especie de humo negro que iba ascendiendo hacia la nada. Quedó
límpia de cuerpo y malos humores. El corazón se sentía tranquilo,
feliz. Por vez primera en mucho tiempo usó el verbo ser: SOY FELIZ.