KICHOMU
COMPRANDO UNA ORZA
Kichomu quería comprar una orza para meter UMEBOSHI, y fue a una tienda de
alfarería.
-Buenos días, quiero una orza para meter UMEBOSHI.
La vieja de la tienda al ver que se trataba de Kichomu no quiso hablar
en
absoluto con él, por lo que se puso a leer un libro o algo parecido y le dijo:
-Ahí fuera están en fila. Míralas tú mismo.
Kichomu dirigió su mirada hacia la entrada de la tienda, donde,
efectivamente, las orzas estaban en hilera.
Sin embargo todas estaban con el fondo hacia arriba y la boca hacia
abajo.
¡Claro! Estaban boca abajo. Pero Kichomu, sin darse cuenta de lo que ocurría,
puso cara de extrañeza, y le dijo a la anciana:
- ¡Abuela! Estas orzas no tienen boca, ¿no?
Entonces, la abuela, sin dejar de
leer, le respondio:
-¿ Y si les dieras la vuelta?
Así lo hizo, pero esta vez su sorpresa fue aún mayor.
-¡Eh! Tampoco tienen fondo.
Había confundido la boca con el culo.
Té, Pepino, Vinagre
Kichomu se fue a la ciudad para vender té verde, kakis, pepinos y vinagre.
Como tenía que vender muchas cosas, iba pensando en como se las arreglaría para
llamar la atención de la gente y poder vender. No tenía ni idea de cómo hacerlo.
Se le ocurrió una idea: cogiendo la silaba inicial de los productos que
iba
a vender empezó a pregonar:
-¡Tepe!, ¡Kavi!, ¡Vipe!
Estuvo todo el día gritando de esta forma para vender, pero, como es
lógico,
no vendió absolutamente nada. Cuando volvió a su casa se lo contó a su mujer.
-¿Esa es forma de vender? El vinagre, independientemente, como vinagre; los
pepinos, independientemente, como pepinos; los kakis, independientemente, como
kakis; y el té verde, independientemente, como té verde. Para cada uno tienes
que utilizar su respectivo nombre. Si no lo haces , no venderás nada.
- De acuerdo, de acuerdo. ¡ Está decidido! Desde mañana lo hare asi;
los
llamare independientemente con sus nombres.
A la mañana siguiente se puso en el mercado a vender:
- ¡E1
vinagre, independientemente, como vinagre!
¡Los
pepinos, independientemente, como pepinos!
¡Los
kakis, independientemente, como kakis!
¡El
té verde, independientemente, como té verde!
Los
fue mencionando de forma INDEPENDIENTE,
y esta vez, por supuesto, tampoco vendió absolutamente nada.
EL CANTARO
Un día Kichomu fue a una tienda de alfareria a comprar un cántaro.
- Buenos días; déme un cántaro, por favor.
- Por supuesto. Bienvenido,señor. Los hay grandes y pequeños. Los grandes valen
sesenta zen, y los pequeños treinta -, respondio la dueña de la tienda.
- Pues, entonces, déme el pequeño, que
vale treinta zen.
Kichomu pagó sus treinta zen y regresó a su casa.
- Ya estoy aquí de comprar el cántaro. Me ha costado treinta zen -, dijo
mostrándoselo a su mujer. Entonces, su mujer:
-Ese cántaro es muy pequeño; uno más grande es lo que necesitamos. Anda ve
y lo cambias.
-Ah, entiendo. Bueno, el más grande vale sesenta zen - dijo , mientras se
dirigía a la tienda. Llegado allí:
- Señora, mi mujer me ha dicho que el cántaro que me he llevado es
muy
pequeño. He venido a cambiarlo por el grande de sesenta zen. Aquí se lo pongo y
me llevo este otro - dijo, poniéndolo al lado de los otros cantaros pequeños.
Después anadió:
- Antes le di treinta zen, más el cantaro, que vale otros treinta, hacen
la
cantidad de sesenta zen. A cambio me llevo el grande , que vale eso-. Y se
llevo
el cantaro grande.
Pero, ¿qué les parece? ¿Está bien la
cuenta? La dueña no dejaba de
poner
cara de extrañeza, pero, por mucho que cogiera el ábaco, ese era el resultado.
KICHOMU Y EL INCENDIO
Una noche Kichomu se levantó para ir
al retrete. Medio dormido, al mirar por la ventana, vio que se había producido
un incendio en la aldea. Cada vez iba a
mayor. Parecía que nadie lo sabía por lo que consideró que había que informar
al propietario de la tierra. Pero entonces Kichomu lo pensó mejor :
-En estos casos es mejor estar
tranquilo. - Entonces , en primer lugar, encendió el fogón y calentó agua-
Afiló la navaja y se afeitó, ya que para él era una falta de educación presentarse con la facha que tenía en Casa del Señor de
la Tierra. Después sacó del armario las ropas heredadas de sus antepasados,
ademas el HAKAMAMOA, pantalón de gala de
los Samurais, y se lo metió. Cogió en la mano derecha un abanico y sacando el
pecho, viendo que ya estaba compuesto como para presentarse a una ceremonia se
dirigió a casa del Señor.
Delante de la puerta, ¡ejem! , carraspeó y dijo en voz baja:
-¡ Señor! En el interior de la aldea se ha declarado un incendio,
Como
ya era noche muy entrada, en casa del Señor, como en las demás, todo el mundo
dormía plácidamente. Como además llamó en voz tan baja , allí, nadie abrió un
ojo.
- Perdón , Señor , pero en la aldea se ha declarado un incendio-, volvió a
murmurar Kichomu varias veces.
¿Cuánto tiempo pasó? Tal vez veinte o treinta minutos. Al cabo de ese
tiempo, la mujer del Señor se despertó.
Delante de la puerta , le pareció, alguien estaba hablando. Cuando prestó
atención parecía que estaban diciendo que había un incendio.
- ¿Eh? ¿un incendio? -, cuando se enteró bien, enseguida, en voz alta despertó a todos los de la casa. El dueño ,
como loco corrió hasta el lugar del
incendio, pero llegó después de que se había apagado. Pasado el incendio, un funcionario
oficial le recriminó fuermente.Ya que Kichomu le había despertado de una forma tan extraña le recrimó a su vez.
-¡Kichomu! Cuando hay un incendio no
se puede llamar a la gente de esa manera. De todas formas , si vienes rápidamente,
en la verja de entrada, en las puertas que dan al jardin, donde sea, llamas,
gritas : ' ¡Fuego! ¡Fuegol! , en voz muy
alta , ¿te enteras?
Kichomu, agachando la cabeza :
- Sí, sí, sí Señor; sí, sí, sí Señor - contestaba .
Esa noche, por supuesto a media noche, Kichomu, levantandose de un salto,
cogió un palo grande que había en el saliente del tejado,y se dirigió a casa
del Señor. Una vez llegado allí, no sólo las ventanas, no só las puertas,
golpeando
sin mirar golpeó en todos sitios. A continuación golpeando los pilares de la
casa con el palo, gritó hacia el interior del pueblo con una voz muy alta ,
para que pudieran oirlo :
-¡
Señor!, ¡Senor ! Un incendio , un incendio. ¡Un gran incendio! .
Explicar la sorpresa del Señor es bastante difícil. Era tal que el color
del semblante lo tenía mudado por completo.
-Esta bien , esta bien , Kichomu, deja ya de dar golpes. ¿No ves que vas a destruir mi casa? ¿Dónde está el fuego?.
Entonces Kichomu le respondió :
-¡Señor!, ¿cuando haya otro incendio , así está bien?
El Señor se quedó con la boca abierta , asombrado de estupor.